“NO SON MUCHOS LOS QUE ME PRESTAN OÍDO”

“Es una alegría para mí hablar contigo. No son muchos los que me prestan oído y con los que puedo dialogar” (Palabra interior).

No pocas veces, nosotros, los hombres, estamos en busca de alguien con quien hablar, alguien que sepa escucharnos y que se interese por nuestras preocupaciones… ¡Cuán felices somos cuando lo encontramos! Esa persona puede fácilmente convertirse en nuestro amigo y confidente. Este anhelo nuestro se hace realidad de forma especial cuando nos dirigimos a nuestro Padre Celestial, de quien podemos estar seguros que nos comprende y siempre tiene tiempo para escucharnos. Entonces el Padre se nos convierte en amigo y confidente.

¿Y cómo se ve la cosa desde la perspectiva del Padre? En las palabras iniciales lo expresa de una forma muy bondadosa: Él mismo quiere hablar con nosotros. Es una alegría para Él cuando nos tomamos tiempo para estar con Él y le prestamos oído.

Podríamos cuestionarnos: ¿Cómo es posible que la Sabiduría Eterna, que es perfecta y todo lo sabe, quiera hablar con nosotros, hombres tan limitados, y confiarnos sus preocupaciones y deseos?

Pues bien, es un asunto del amor. Nuestro Padre nos busca para comunicarnos su amor y escuchar nuestra respuesta. En efecto, Él quiere confiarnos las intenciones más profundas de su corazón y entablar así una amistad viva con nosotros. Para Él es una alegría que le escuchemos y nos volvamos así receptivos a su Sabiduría. ¡Cuánto le agrada ver que su Sabiduría ponga su morada en nosotros y dé fruto!

Lamentablemente, no son muchos los que le prestan oído y escuchan atentamente cada una de sus palabras. Muchas personas ni siquiera dedican tiempo a nuestro Padre, sino que están ocupadas con tantas cosas que ni siquiera perciben lo más importante: que su Padre las invita a dialogar con Él.

¡Él tiene tanto que decirnos! Y también quiere escuchar lo que nosotros tenemos que decirle. Cada intercambio con Él es una alegría para nuestro Padre, y también a nosotros nos llena de creciente dicha.