NO PUEDO RETENER MI AMOR

“Cuando miro en mi Corazón, no puedo retener mi amor. Siempre quiere derramarse sobre los hombres, envolverlos y donarse a ellos.”

¡Cómo arde en el Corazón de nuestro Padre el fuego del amor, queriendo entregarse a nosotros!

Así es el amor divino: siempre quiere donarse y jamás se detiene. Ciertamente, uno puede cerrarse a él. Pero esto no puede atenuar ni mucho menos extinguir el fuego en el Corazón de Dios. Aunque no lo dejemos entrar en el corazón para que pueda traernos su luz y calor, el fuego no se apaga.

“Dios es amor” (1Jn 4,8) y posee en sí mismo su plenitud. Es una llama inextinguible. Si Dios no fuese así, no sería nuestro amantísimo Padre.

Si nosotros queremos llegar a ser personas llenas de amor, encendidas de amor, entonces hemos de acercarnos a este fuego. En la medida en que nuestro corazón sea llenado del amor de Dios –que es el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones (Rom 5,5)–, en la medida en que sea liberado del desordenado amor propio y de toda frialdad, se convertirá también en una fuente de amor.

Cuando Dios pone su morada en nuestro corazón, iluminando hasta los rincones más recónditos, entonces su fuego nos enciende y nos impregna, queriendo derramarse sobre los hombres también a través de nosotros.

De este modo, nos convertimos en personas que aman y que ahora tienen parte en el anhelo de Dios por los suyos. Cuanto más nos dejemos mover por su Espíritu, tanto más perseverantemente realizaremos las obras de Dios y echaremos las redes del amor.