“LLEVO TU LEY EN LAS ENTRAÑAS”

“‘Aquí estoy -como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad’. Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.”
(Sal 39,8-9).

La fuente de la verdadera alegría consiste en estar unidos a la Voluntad de nuestro Padre y recibir así el mismo alimento que llenaba al Hijo de Dios: Hacer la Voluntad del Padre (Jn 4,34).

No es difícil reconocer su Voluntad, pues Dios no deja a los suyos sin instrucción para el camino. Al llevar su ley en las entrañas, nuestra alma se vuelve clara y resplandeciente. En efecto, sus preceptos tienen el poder de ahuyentar la oscuridad, si interiorizamos su palabra y la movemos en nuestro corazón como lo hizo María (cf. Lc 2,19).

La alegría de vivir en la Voluntad del Señor es muy profunda y se difunde armoniosamente en nosotros, porque el Espíritu Santo va ordenando todo en nosotros, direccionándolo hacia el Padre. A esta alegría se une la dicha y gratitud de haber sido llamados a la existencia, y así se nos revela el verdadero sentido de nuestra vida: conocer y amar a Dios, sirviéndole como hijos suyos.

El desasosiego se disipa, la búsqueda de satisfacciones externas cesa, la inquietud del corazón desaparece, porque “en ti [oh Padre] está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz” (Sal 35,16).

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68) –responde Simón Pedro a Jesús cuando Él les pregunta a los discípulos si también ellos se marcharán.

¿Adónde más podrían ir, si han encontrado a Aquél que es la vida misma (Jn 14,6)? La dicha de conocer a Dios es incomparable; hacer su Voluntad, el mejor alimento; sus instrucciones están llenas de sabiduría, su amor es inconmensurable.

¡Dichoso el hombre que lo reconoce y lo confiesa!

“La boca del justo expone la sabiduría, su lengua explica el derecho; porque lleva en el corazón la ley de su Dios, y sus pasos no vacilan” (Sal 36,30).