LA VICTORIA SOBRE EL MUNDO 

“Todo el que ha nacido de Dios, vence al mundo” (1Jn 5,4a).

Es una ilusión creer que nosotros, como cristianos, podemos vivir como se vive en el mundo. Es una ilusión si los pastores de la jerarquía eclesiástica piensan que habría que adaptarse más al mundo para poder ganar a las personas de este tiempo. Es una ilusión colocar a la fe cristiana a un mismo nivel con las otras religiones, o incluso querer crear una entidad religiosa ecuménica, en la que tengan cabida todas las personas independientemente de su credo, y pretender que ésta sea mayor que la Iglesia Católica.

En cualquiera de estos tres casos, habríamos sucumbido a la mentalidad del mundo y a su arte de seducción. Tales ideas no proceden de Dios y no vencen al mundo, sino que son propias del mundo.

Cierta es, en cambio, la exhortación de San Pablo: “No os amoldéis a este mundo, sino, por el contrario, transformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto”(Rom 12,2).

Ciertas son las palabras del Señor: “Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, lo mismo que yo no soy del mundo” (Jn 17,14).

Certera es la promesa de Jesús: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16,18-19).

“Y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1Jn 5,4b-5).

Estas santas palabras proceden de nuestro Padre Celestial, y son éstas las que vencen al mundo.