HONRAR AL PADRE CELESTIAL (Parte V)

Conocer, honrar y amar al Padre…

Al acoger la gracia que Nuestro Señor Jesucristo nos ofrece y al corresponder a su amor, honramos a Aquél que lo envió. Jamás habremos honrado lo suficiente al Hijo de Dios, que cumplió perfectamente la Voluntad de su Padre. Todo testimonio que demos de Él, todo anuncio, toda confesión y toda defensa de sus mandamientos y de su Iglesia honra también al Padre, que es el Autor de todo.

Sin embargo, también es necesario honrar al Padre mismo, al cobrar consciencia de que todo procede de Él. Fue Él quien envió al Hijo y, junto con el Hijo, al Espíritu Santo. Esto es lo que el Padre mismo nos recuerda en el Mensaje a la Madre Eugenia, recalcando aquello que también Jesús testifica en tantas palabras del Evangelio. La mirada debe elevarse hacia el Padre para rendirle toda la gloria, como también lo hizo su Hijo.

De forma especial, nuestro Padre del Cielo desea que se le rinda este honor a través de la instauración de una Fiesta Litúrgica propia, que lo celebre como “Padre de todos los hombres”; una Fiesta que ha de establecerse primero en la Iglesia y después en el mundo entero para honrarlo y darlo a conocer.

Así dice en el Mensaje a Sor Eugenia:

“¡Qué no he hecho por mi Pueblo, desde Adán hasta José, el padre adoptivo de Jesús, y desde José hasta el día de hoy, para que el hombre me rinda el culto especial que me corresponde, como Padre, Creador y Salvador! Sin embargo, todavía no me ha sido dado este culto especial que tanto he deseado y sigo deseando.”
“¡Si tan sólo supieras cuánto deseo ser conocido, amado y honrado por los hombres con un culto especial! Desde toda la eternidad y desde la creación del primer hombre llevo en mí este deseo.”

Quisiera concluir esta reflexión sobre la forma en que podemos honrar a Dios Padre citando el deseo concreto que Él expresó en esta revelación privada, pues también estos “3 minutos para Abbá” pretenden servir para cumplir éste su deseo. A todos los que me escuchan les pido unirse a esta intención:

“Para ser conocido, amado y honrado con un culto especial, no pido nada extraordinario. Lo que deseo es sólo esto: que un día, o al menos un domingo, sea consagrado para honrarme de forma especial bajo el nombre “PADRE DE TODA LA HUMANIDAD”. Para esta fiesta, quisiera una Misa y un Oficio propios.”

¡Que este deseo llegue a oídos de aquellos que tienen la potestad de hacerlo realidad, y que ellos lo acojan!