EL AMOR DE JESÚS POR SU PADRE

“El mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal y como me ordenó” (Jn 14,31).

En estas palabras, el Señor expresa el gran amor de su Corazón: es su Padre Celestial.

Quizá solemos tener más presente el amor de Jesús por nosotros, los hombres, y con justa razón decimos que nunca podremos agradecerle lo suficiente por lo que ha hecho por nuestra salvación. Sin embargo, si queremos comprender mejor el Corazón de nuestro Salvador, debemos asimilar profundamente estas palabras del Evangelio de San Juan: “El mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal y como me ordenó.” Esto es lo que le mueve y lo que quiere que entendamos: Su amor por el Padre Celestial.

En efecto, el Señor no sólo quiere que entendamos este amor; sino que nosotros mismos amemos a nuestro Padre Celestial como Él lo ama. Jesús quiere despertar en nosotros este amor, para que hallemos en él nuestro hogar y lo anunciemos a todos los hombres, porque está a disposición para todos.

Nadie está excluido de este amor, siempre y cuando no se cierre él mismo. Y si alguien se cierra, Dios permanecerá a su puerta y tocará (cf. Ap 3,20), para que le abra su corazón y no se pierda. La condenación, aunque fuese de una sola alma, le causa un profundo dolor. El Señor, por su parte, guardó a todos los que el Padre le había dado, “y ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición” (Jn 17,12).

Tal vez el mayor dolor del Salvador sea que alguien no acoja la gracia que fluye desde el Corazón del Padre hacia los hombres a través suyo; y que, por el contrario, se aleje. Será un dolor para Jesús no poder llevárselo al Padre a la gloria eterna, como parte de su premio de victoria.

Nadie conoce el Corazón del Padre como Jesús. Si queremos amar aún más al Padre, hemos de pedirle a Jesús que nos haga partícipes de su amor por Él. Entonces nuestro corazón despertará aún más y descubriremos cada vez mejor lo que Jesús quiere enseñarnos y mostrarnos sobre nuestro Padre. Nuestro amor crecerá, porque será el amor divino el que impregne cada vez más nuestra capacidad de amar humana.

En el discurso de despedida, el Señor dijo a sus discípulos: “Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo” (Jn 14,28).

Jesús quiere volver al Padre y prepararnos una morada (Jn 14,2), para que, junto a Él, estemos por siempre con su gran amor: el Padre Celestial. Él nos invita a alegrarnos con Él de que, una vez cumplida su misión, entre en toda su gloria allí donde también nosotros iremos cuando hayamos consumado nuestra tarea.