CONOCIENDO AL PADRE CELESTIAL (Parte III) 

Conocer, honrar y amar al Padre…

El conocimiento de nuestro Padre a través de sus detalles diarios para con nosotros, de su Palabra y de la riqueza de los santos sacramentos pretende llevarnos paso a paso a entender que toda nuestra existencia se debe al gran SÍ de Dios a nosotros. Este gran SÍ no sólo es válido a nivel general para todos los hombres, sino que tiene un carácter sumamente personal: “Te llamé por tu nombre, y eres mío” (Is 43,1). Es este amor paternal de Dios el que se dirige a cada uno de nosotros de forma directa, queriendo entrar en aquella relación de amor única, que sólo es posible vivir en toda su plenitud con Dios mismo.

Si nos hemos unido a una persona a través del lazo del amor conyugal, ¿acaso no anhelamos pasar tiempo a solas con ella, para cultivar esa intimidad y confianza que son propias de este amor? Ahora bien, sabemos que el amor esponsal es un reflejo de la relación del alma con Dios, que también exige este tiempo a solas.

Así sucede con nuestro Padre Celestial, que es el amor en sí mismo y de quien procede todo amor. También Él anhela estar a solas con un alma y le pide a ella tomarse el tiempo para hacerlo. Es el anhelo de nuestro Dios de dirigirse de forma muy personal y directa a su criatura, a la cual ha elevado a ser su hija, y de cultivar ese íntimo amor.

¿Por qué? La respuesta es sencilla; porque nos ama como Padre divino. Y Él quiere mostrarnos este amor en la singularidad de una relación personal, para que nuestro amor no se enfríe, sino que se convierta en un fuego ardiente que jamás se extinga.

¡Así es nuestro Padre!