MIRAR AL PADRE DESDE LA CRUZ DEL MUNDO

“Desde la cruz de este mundo, que causa tanto sufrimiento, elevad conmigo la mirada al Padre” (Palabra interior).

Quien tenga ojos para ver y oídos para oír, ciertamente percibirá que se ciernen tiempos oscuros tanto sobre el mundo como sobre la Iglesia. A causa de la pérdida de fe y la falta de una orientación clara por parte de la Iglesia, son cada vez menos los rayos de luz que brillan sobre el mundo, que con tanta urgencia necesita la luz de la Iglesia. El pecado y la confusión se proliferan. Con frecuencia sucede que ya no se llama al pecado por su nombre e incluso puede producirse una diabólica inversión de valores.

Precisamente en estos tiempos es importante no dejarse engullir por la gravedad de los acontecimientos ni mucho menos caer en desesperación. Antes bien, hemos de elevar junto a Jesús nuestra mirada al Padre.

Jesús cargó en la Cruz todo el sufrimiento que sobrevino al mundo como consecuencia del pecado, ofreciéndoselo al Padre. Él nos invita a hacer lo mismo. Unidos al Señor y mirando junto a Él al Padre, no sólo podremos cargar todo el sufrimiento que encontremos –ya sea a nivel personal, en las personas que nos rodean o en el mundo en general–, sino que además lo haremos fructífero.

Nuestro Padre permite el sufrimiento durante el tiempo de nuestra peregrinación por este mundo. Pero siempre está a nuestro lado, y, a través de su amor, el sufrimiento es arrebatado del sinsentido.

Precisamente en estos tiempos de confusión, el mensaje del amor inagotable de nuestro Padre Celestial será una gran luz para todos los hombres.

La Sagrada Escritura nos muestra hasta qué punto los hombres pueden alejarse de Dios, y nosotros mismos podemos constatarlo a nuestro alrededor, incluso en personas que nos son queridas. ¡Es un gran sufrimiento! Soportémoslo con la mirada puesta en el Padre, intercediendo por las personas y tratando de consolarlas “mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2Cor 1,4).