Una hermosa flor en el Corazón de nuestro Padre es su misericordia. Con ella, y no con una inflexible severidad, quiere juzgar al mundo. La misericordia es su motivación insuperable para estar siempre pendiente y salir una y otra vez en busca de los hombres, para que se abran a su amor. En el Mensaje a la Madre Eugenia, nos dice:
“Ellos [los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los que sufren] han de saber que no tengo otro deseo más que el de amarlos, colmarlos de Mis gracias, perdonarles cuando se arrepientan, y, sobre todo, no juzgarlos con Mi justicia sino con Mi misericordia, para que todos se salven y sean contados en el número de Mis elegidos.”