EL DESEO DE DIOS

Una hermosa flor en el Corazón de nuestro Padre es su misericordia. Con ella, y no con una inflexible severidad, quiere juzgar al mundo. La misericordia es su motivación insuperable para estar siempre pendiente y salir una y otra vez en busca de los hombres, para que se abran a su amor. En el Mensaje a la Madre Eugenia, nos dice:

“Ellos [los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los que sufren] han de saber que no tengo otro deseo más que el de amarlos, colmarlos de Mis gracias, perdonarles cuando se arrepientan, y, sobre todo, no juzgarlos con Mi justicia sino con Mi misericordia, para que todos se salven y sean contados en el número de Mis elegidos.”

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EL AMOR AHUYENTA LOS ÍDOLOS

Si aprendemos a amar más y más a nuestro Padre Celestial, todos los ídolos tendrán que apartarse de nosotros. Si en la Antigua Alianza los israelitas debían renunciar con determinación a los ídolos y les había sido estrictamente prohibido rendirles homenaje, también hoy nuestro Padre quiere preservarnos de que nos extraviemos.

San Pablo nos dio a entender que, detrás de los ídolos, se esconden los demonios (cf. 1Cor 10,19-20), para engañar a las personas y apartarlas de Dios.

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ECHAR LA RED DEL AMOR

Conocer mejor a nuestro Padre significa amarlo más. Cuando los dones del Espíritu Santo se despliegan en nosotros, especialmente el de entendimiento y sabiduría, experimentamos un encuentro más fuerte con el amor de nuestro Padre. Éste enciende en nosotros un fuego que puede tomar posesión de nosotros por completo. Entonces también entendemos mejor las siguientes palabras del Mensaje del Padre:

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LA OBRA DEL ESPÍRITU

Nuestro amado Padre quiere morar en nuestras almas y edificar en ellas su templo. Así como San Pablo nos dice, estamos llamados a ser templo del Espíritu Santo (1Cor 6,9). Entonces, no son solamente las majestuosas y hermosas catedrales donde el Señor mora en el Sagrario; sino que en todo momento y en todo lugar podemos encontrarlo en nuestro propio corazón, que se convierte en tabernáculo de su gracia. Así habla el Padre en el Mensaje con respecto a la acción del Espíritu Santo:

“La obra de esta Tercera Persona de mi Divinidad se realiza sin bullicio, y a menudo el hombre no lo percibe. Pero para Mí es una manera muy apropiada de permanecer, no solo en el Tabernáculo, sino también en el alma de todos aquellos que están en estado de gracia, para establecer allí Mi trono y morar siempre ahí, como un verdadero Padre que ama, protege y asiste a su hijo. ¡Nadie puede imaginar la alegría que experimento cuando estoy a solas con un alma!”

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EL CORAZÓN SENSIBLE DE DIOS

Para el Señor es importante que lo conozcamos como Él realmente es. Jesús mismo trata de transmitirnos una y otra vez la verdadera imagen del Padre. En efecto, sólo cuando tenemos la imagen correcta de Él, podemos vivir en una relación confiada con Él, tal como lo ha previsto para nosotros. Entonces resplandece aquella gozosa realidad que la luz de Dios difunde en este mundo, y se hacen realidad las palabras de Jesús: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14).

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EL CIELO DE DIOS EN NUESTRAS ALMAS

Nuestro Padre se complace en estar junto a nosotros, los hombres. Así nos lo asegura Él mismo:

“Concluid, oh hombres, que desde toda la eternidad he tenido un solo deseo: darme a conocer a los hombres y ser amado por ellos. ¡Deseo permanecer incesantemente junto a ellos!”

Desde la caída en el pecado, cuando el hombre perdió la relación familiar y confiada con Dios, Él no cesó de buscarlo: “Adán, ¿dónde estás?” (Gen 3,9). Estas palabras las pronuncia el Señor casi ininterrumpidamente, y se podría añadir: “¿Es que ya no me conoces?, ¿no sabes que te busco?”

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DIOS LLAMA A TODOS LOS HOMBRES

Dios introduce a los creyentes en una relación cada vez más profunda con Él, y purifica en ellos todo lo que les impide acoger plenamente su amor. Si viven en esta confianza que el Padre les pide, brillarán como “luz del mundo” (Mt 5,14).

“Y la luz brilla en las tinieblas…” (Jn 1,5) leer más