Concluimos hoy el tema que habíamos estado tratando durante los últimos días: el camino para alcanzar un corazón puro. Nos basamos en estas palabras de Jesús:
“Lo que realmente contamina al hombre es lo que sale de él. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.” (Mc 7,20-23)
Lo que habíamos dicho ayer con respecto al manejo de los pensamientos, se aplica también a todos los otros campos a los que el Señor hace alusión. Es de esperar que en nuestro corazón no se encuentren todas estas maldades mencionadas; pero sí que reside en nuestra naturaleza caída la tendencia a ello. Hemos de estar atentos –aunque no con escrúpulos ni tensiones– a lo que percibimos en nuestro interior, y afrontarlo como corresponde.