El combate en lo que hablamos

En la meditación de hoy, continuamos con el tema que habíamos iniciado ayer, en la memoria de San Antonio Abad. Volvamos a escuchar las palabras de este padre del desierto, para seguir describiendo el combate que los cristianos estamos llamados a librar:

“El que está sentado en el desierto y procura tener el corazón calmado, ha quedado a salvo de tres combates: el de la escucha, el del habla y el de la vista. Sólo le queda un combate por librar: la lucha contra la impureza.”

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CONFIANZA CIEGA 

“¡Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones!” (Ap 15,3c).

¿Quién puede comprender y abarcar los caminos de nuestro Padre? A veces somos capaces de entenderlos al ver los acontecimientos en retrospectiva, pero pocas veces en el momento en que tienen lugar.

Sin embargo, hay una manera de afrontar la incertidumbre sobre el porvenir y la incomprensión ante el presente: es el camino de la confianza. En caso de que se refiera a la relación con el Señor, incluso debe ser una “confianza ciega”, que no tiene nada que ver con aquella pseudo-confianza presuntuosa cuyo origen está en la soberbia y que debe ser rechazada: “No tentarás al Señor, tu Dios” (Mt 4,7).

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El combate en lo que escuchamos

Ef 6,10-13.18 (Lectura correspondiente a la memoria de San Antonio Abad)

Hermanos, fortaleceos por medio del Señor, de su fuerza poderosa. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no va dirigida contra simples seres humanos, sino contra los principados, las potestades, los dominadores de este mundo tenebroso y los espíritus del mal que están en el aire. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día funesto; y manteneros firmes después de haber vencido todo. Manteneos siempre en la oración y en la súplica, orando en toda ocasión por medio del Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos.

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Dios ve el corazón

1Sam 16,1-13

En aquellos días, dijo Yahvé a Samuel: “¿Hasta cuándo vas a estar llorando por Saúl, después que yo lo he rechazado como rey de Israel? Llena tu cuerno de aceite y prepárate. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí.” Samuel replicó: “¿Cómo voy a ir? Se enterará Saúl y me matará.” Respondió Yahvé: “Lleva contigo una becerra y di que has ido a sacrificar a Yahvé. Invitarás a Jesé al sacrificio y yo te diré lo que tienes que hacer. Y me ungirás a aquel que yo te diga.”

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EL CAMINO SEGURO 

“Quien permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo” (2Jn 1,9).

La verdadera comunión con el Padre y el Hijo tiene lugar cuando permanecemos en la recta doctrina, nos dice el Apóstol San Juan.

Nuestro Padre no puede penetrar en el corazón de una persona ni morar en él cuando ella no permanece en la doctrina que recibió de los apóstoles. El amor de Dios siempre va de la mano con la verdad que Él nos transmite a través de la Sagrada Escritura y la auténtica doctrina de la Iglesia, la cual nos recuerda por medio del Espíritu Santo.

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La vida de los ermitaños

En el calendario tradicional, se celebra hoy la memoria de San Pablo, el ermitaño. Escucharemos, pues, la lectura propia para esta ocasión. Si alguien prefiere una meditación que corresponda al calendario actual, puede encontrarla en este enlace: http://es.elijamission.net/el-ayuno/

Fil 3,7-12

Lo que antes consideré ganancia, lo tengo ahora por pérdida a causa de Cristo. Es más, considero que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.

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El cuerpo: templo del Espíritu Santo

1Cor 6,13c-20 (Lectura en el Novus Ordo)

Hermanos: el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Voy, entonces, a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: “Los dos se harán una sola carne”. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él.

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