“Los que en él confían entenderán la verdad y los que son fieles permanecerán junto a él en el amor” (Sab 3,9a).
En un corazón que confía en el Padre puede penetrar la verdad, pues Dios mismo lo atrae hacia sí y lo colma consigo mismo. Un corazón tal se desprende de las falsas seguridades que lo atan a un mundo de ilusiones, de modo que nuestro Padre puede despertar plenamente en este corazón el amor a Él. Así, el corazón se entrega por completo a Él. Dios entra en él y pone su morada en él. Ya no es sólo un huésped ocasional, sino que convierte a este corazón en su Templo, en el santuario de su presencia, en su morada…