“¿QUIÉN CONFIÓ EN EL SEÑOR Y QUEDÓ DEFRAUDADO?”

“¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?” (Sir 2,10).

¡Nadie! Podemos decirlo con firme convicción.

Si surgen decepciones, el problema está de nuestra parte, porque no comprendemos la Voluntad de Dios y tal vez teníamos expectativas que no se cumplieron como hubiéramos deseado. La confianza plena en Dios significa aferrarse a la certeza de que, pase lo que pase, “en todas las cosas interviene Dios para nuestro bien” (Rom 8,28), aun si no lo entendemos y la situación permanece a oscuras para nosotros.

Ésta puede ser una lección difícil de aprender, especialmente si nos enfrentamos a grandes sufrimientos, persecuciones y otras circunstancias similares, de las que no quedamos exentos. Sin embargo, la certeza de nuestra fe permanece inmutable. Por la misma esencia de nuestro Padre, no puede sino ser así: quien le abre confiadamente su corazón, nunca quedará defraudado. Si Dios permite una situación difícil de sobrellevar, al mismo tiempo le otorga al alma que en Él confía el consuelo y la fortaleza necesaria para cargar el sufrimiento, y lo hace fructífero para ella misma y para su Reino.

En el impulso de ayer, escuchamos que nuestro Padre ni siquiera puede sustraerse de la confianza. ¿No nos sucede lo mismo a nosotros, los hombres, que de ningún modo queremos defraudar a alguien que deposita su confianza en nosotros?

Hay tanto que aprender de y sobre nuestro Padre. ¡Nunca llegaremos al final! Cada vez que se nos permite entender algo nuevo, quedamos llenos de asombro ante su sabiduría y su bondad. Nuestra confianza abre de par en par la puerta para que nuestro Padre pueda comunicársenos cada vez más fácilmente. Él se nos ofrece como nuestro Amigo divino y confidente, tal como lo expresa en el Mensaje a la Madre Eugenia: “Debéis aprender a conocerme mejor y a amarme tal como yo lo deseo; es decir, no sólo como vuestro Padre sino también como vuestro amigo y confidente.”

Entonces, si Él quiere cultivar una amistad íntima con nosotros, ¿podría acaso responder a nuestra confianza de otro modo que con su amor?

Cuanto más conozcamos a Dios, tanto más crecerá nuestra confianza. Cuanto más confiemos, más profundo y natural se volverá nuestro amor por Él. El amor, por su parte, aprende a comprender a Dios desde dentro y sabe con toda seguridad que, quien confía en el Señor, jamás quedará defraudado.