“¿QUÉ PODRÁ HACERME EL HOMBRE?” 

“En Dios, cuya palabra alabo (…), en Dios confío y no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre?” (Sal 55,11-12)

En ningún sitio encontraremos verdadera paz y seguridad mientras la palabra de nuestro Padre no se nos convierta en alimento cotidiano. En todas las situaciones que se nos presenten, la Palabra del Señor nos nutrirá. Si nos entregamos sin reservas a nuestro Padre, sabremos aceptar de su mano aun las situaciones difíciles de nuestra vida, de modo que éstas experimentarán una transformación desde dentro. Aunque normalmente tales situaciones son capaces de subyugarnos, no sucederá así si nuestra alma está unida a Dios. Puesto que nuestro Padre es el Señor de toda circunstancia en nuestra existencia, la confianza podrá surgir aun en medio de la espesura que quiere engullirnos.

Lo esencial es que interioricemos su Palabra y que, en la fuerza del Espíritu Santo, contrarrestemos aquellos miedos que quieren confundirnos. Así el alma se endereza, deja a un lado su abatimiento y vuelve a cobrar valor.

Esto cuenta especialmente cuando nos sentimos amenazados por personas, ya sea que se trate de una amenaza real o que nuestros miedos e imaginaciones lo perciban así. Nuestro Padre quiere que vivamos en la libertad de los hijos de Dios y no en el temor hacia otras personas. La obtendremos si permanecemos anclados en Él y no permitimos que las personas ejerzan ningún dominio sobre nosotros, pues sólo a Dios le corresponde esta potestad. Así nos libramos de los respetos humanos, que son un gran mal porque crean dependencias que nos paralizan y nos colocan un yugo insoportable.

Las personas –sean quienes fueren– son y seguirán siendo criaturas, que nunca deben ocupar el lugar de Dios en nuestra vida. Incluso quienes ejercen una autoridad legítima en nombre de Dios nunca son Dios mismo, sino sólo servidores suyos, que pueden errar. Les debemos obediencia, pero no una obediencia absoluta. Esta última sólo se la debemos a nuestro Padre.

 “¿Qué podrá hacerme un hombre?” 

Si la Palabra del Señor habita en nosotros y confiamos en Él, los hombres no podrán penetrar hasta el fondo de nuestra alma y apoderarse de ella, aunque poseyeran los medios externos para amenazarnos. Allí, en lo más profundo, mora nuestro Padre, que sabrá proteger a sus hijos.