La Segunda Venida del Señor (Parte V): «La conversión de los judíos»

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Otro de los signos que preceden al Retorno del Señor es la conversión de los judíos. Esto significa concretamente que muchos judíos han de aceptar el evangelio y reconocer a Jesús como el Mesías. Uno puede preguntarse por qué la conversión de Israel tiene tal importancia que se la menciona como una de las señales precursoras de la Segunda Venida de Cristo. Intentemos entenderlo… No es que Dios hubiese rechazado a Israel; aun si fue solo un “santo remanente” de israelitas que asumió su gran tarea de anunciar al Mesías a todos los pueblos y cumplió así la Voluntad de Dios. Pero no olvidemos nunca que fue gracias al anuncio de los apóstoles –procedentes del pueblo judío– que llegó hasta nosotros la fe en el Mesías de Israel. Entonces, no todo el Pueblo se cerró y rechazó al Mesías; sino que los Apóstoles dieron su vida en el seguimiento del Señor, y un San Pablo anunció incansablemente el Evangelio.

Escuchemos en una de sus cartas cuánto él amaba a sus hermanos “según la carne”:

“Cristo es testigo de que digo la verdad, y de que no miento –además me lo dice mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo–: siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. Pues desearía ser yo mismo maldito, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne. Son israelitas; ellos disfrutaron de la adopción filial, de la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas y los patriarcas; de ellos también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.” (Rom 9,1-5)

“Hermanos, anhelo de todo corazón, y así se lo pido a Dios en la oración, que mis compatriotas se salven. Puedo testificar en su favor que tienen celo de Dios, pero no conforme a un pleno conocimiento.” (Rom 10,1-2)

En estos textos, no sólo nos habla el Apóstol San Pablo; sino que resuena aquí el amor y la preocupación de Dios por Su Pueblo. Aún queda algo inconcluso con los hijos de Israel; la historia de salvación con ellos no ha llegado a su fin…

“No quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, para que no presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que ha padecido Israel durará hasta que entren todos los gentiles. De ese modo, todo Israel se salvará, como dice la Escritura: ‘Vendrá de Sión el Libertador; alejará de Jacob las impiedades. Y esta será mi alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados’.” (Rom 11,25-27)

Este pasaje sugiere que, en contexto con el Retorno de Jesús, el endurecimiento de Israel se disolverá; o, en otras palabras, que reconocerán al Señor. Por eso me gusta emplear el término “la iluminación de Israel”, porque no se pretende negar que los judíos creyentes tengan un gran fervor por Dios; sin embargo, les hace falta el conocimiento del Mesías. Así, hasta ahora permanecen –a nivel objetivo– en enemistad frente al Evangelio; mientras que, por otra parte, en cuanto a la elección, son amados de Dios.

“Por lo que se refiere al Evangelio, han llegado a ser enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección, son amados por causa de sus padres.” (Rom 11,28)

Esta divergencia de ser, por un lado, amados por Dios con predilección; y, por otro lado, cerrarse a Su actuar salvífico en Cristo, es un estado insoportable, que clama por Redención. Dios lo ha permitido por un largo período de tiempo; pero no ha de terminar así.

Como nos da a entender San Pablo, la conversión de los judíos a Cristo traerá bendición a toda la humanidad:

“Pues si su caída es riqueza del mundo, y su fracaso riqueza de los gentiles, ¡cuánto más lo será su plenitud! Porque si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su restauración sino una vida que surge de entre los muertos?” (Rom 11,12.15)

Por eso es particularmente importante rezar por los judíos y darles testimonio del Señor. Esto se vuelve aún más apremiante en vista del Retorno de Cristo. Aquí podemos relacionar la meditación de hoy con la de ayer. Antes de que el Señor vuelva, el Evangelio debe ser anunciado en todo el mundo. Esta exigencia se dirige a nosotros, que ya hemos experimentado la gracia de una conversión a Jesús. Entonces, por amor al Señor y a los hombres, podemos cooperar para que Jesús retorne pronto, convirtiéndonos en mensajeros del Evangelio. Y, habiendo reflexionado ahora más concretamente sobre el papel del Pueblo judío, podemos decir algo similar. Su retorno a Aquel que vino a salvarlos significaría riqueza para el mundo, conforme a las palabras del Apóstol, y daría un inmenso dinamismo a la evangelización.

Entonces, ¿qué nos impide acoger especialmente esta intención en nuestras oraciones? ¿Acaso no es “justo y necesario” que recemos de forma particular por aquel Pueblo del cual vino el Mesías, su Madre, los Apóstoles, y donde se formó la Iglesia? Así podemos poner nuestro “granito de arena” para acelerar el Retorno del Señor.