LA PÉRDIDA DEL PARAÍSO

“Mas el hombre no permaneció en su esplendor. Tentado por el Maligno, desobedeció a tu mandato y fue desterrado del Paraíso” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

Nuestro Padre se lo había puesto fácil al hombre… De entre todas las cosas que existían en abundancia en el maravilloso jardín del Paraíso, sólo de una debía abstenerse: del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal (Gen 2,16-17). Sin embargo, nuestros primeros padres prestaron oído a las mentiras del ángel caído, que despertó sus apetencias sensuales y espirituales. Así, Adán y Eva violaron el mandamiento de Dios, lo que trajo consigo todas las consecuencias de las que nuestro Padre les había advertido. Lo que había sucedido, no podía deshacerse: el hombre había inclinado su oído a la seducción y tuvo que abandonar el paraíso.

¡Qué trágico suceso, cuyas consecuencias cargamos hasta el día de hoy! La relación familiar y confiada con nuestro Padre se rompió. El Diablo le había transmitido a Eva una falsa imagen de Dios, y sigue haciéndolo hasta el día de hoy con el género humano.

Así se perdió aquella confianza incondicional en el Padre, y desde entonces la humanidad vive bajo una densa sombra. Es un duro destino vivir fuera del paraíso, comiendo el pan con el sudor de nuestra frente (Gen 3,19) y experimentando las muchas consecuencias del pecado original tanto en nosotros mismos como en los demás, e incluso en la creación irracional.

¿Y nuestro Padre? Después de haber visto cómo una gran parte de los ángeles que tan gloriosamente había creado se convirtieron en demonios y pervirtieron su noble vocación, tenía que ver ahora cómo sus amados hijos del género humano se apartaban de su camino y caían bajo el dominio de aquellos espíritus que se separaron de Él. ¡La maravillosa armonía de su Creación se vio oscurecida!

¿Y cómo reaccionó nuestro Padre? Mañana hablaremos de ello…