LA MISERICORDIA DEL SEÑOR  ABARCA A TODO EL MUNDO

“La misericordia del hombre sólo alcanza a su prójimo, la misericordia del Señor abarca a todo el mundo” (Sir 18,13).

El amplio Corazón de nuestro Padre tiene en vista a todos los hombres de todos los tiempos. A nadie excluye de su amor; sólo el hombre mismo puede rechazarlo y darle la espalda. Nuestro amor humano, en cambio, es limitado y a menudo se dirige sólo a nuestro prójimo.

Pero, ¿cómo es posible ensanchar nuestro corazón y llegar a amar como nuestro Padre, siendo así que Jesús nos exhortó a ser perfectos como el Padre del cielo (cf. Mt 6,48)?

¿Lo queremos realmente? ¿Queremos amar como Dios ama?

Para lograrlo, hemos de cultivar una relación íntima con el Espíritu Santo, de manera que las sombras sean disipadas de nuestra vida y Él encuentre cada vez menos obstáculos para obrar en nosotros. Entonces su amor derretirá las durezas de nuestra corazón, como le imploramos en la Secuencia de Pentecostés: “Infunde calor de vida en el hielo, doma el espíritu indómito.”

De esta manera, despertamos cada vez más al amor y éste empieza a inundar nuestro corazón. Entonces, el corazón inflamado de amor saldrá en busca de las ovejas perdidas, junto a nuestro Padre Celestial. Será capaz de hablar ardientemente del amor compasivo de Dios, deseando que todos los hombres experimenten la misericordia del Padre.

Pero no se quedará en hablar de la misericordia; sino que esta misericordia, que abarca a todos los hombres, entrará en su corazón, porque Aquél que es el amor entre el Padre y el Hijo habrá modelado nuestro corazón según el Corazón de Dios.

El Corazón del Padre late ahora en nosotros y ha encendido nuestro corazón con su amor. ¡Y ahora nuestro amor puede abarcar también a todos los hombres!