EL SENTIDO ESPIRITUAL DE LAS TENTACIONES

“Sin tentaciones, no percibiríamos el cuidado de Dios por nosotros, ni adquiriríamos la confianza en Él, ni aprenderíamos la sabiduría del Espíritu, ni se consolidaría el amor a Dios en el alma” (Isaac de Siria).

La tentación, el sufrimiento y la persecución son algunas de las lecciones más difíciles en nuestro camino de seguimiento del Señor. No nos resulta fácil conciliarlas con el tierno amor de nuestro Padre, aunque sabemos que éste siempre nos envuelve y que nos ha sido asegurado de tantas maneras. ¿Quién escogería voluntariamente cargar semejante cruz? 

Sin embargo, escuchamos una y otra vez testimonios de personas que supieron reconocer el amor de Dios precisamente en medio de la adversidad. Los maestros de la vida espiritual –en este caso, el monje Isaac de Nínive–, nos hacen ver cuán meritorio es aceptar las cruces que encontramos en nuestro camino y crecer espiritualmente a través de ellas.

Esto cuenta también para las tentaciones, aunque su objetivo sea alejarnos del camino de Dios, ponernos obstáculos o desgastarnos. Pero precisamente en estas pruebas, por muy difíciles que sean de sobrellevar, nuestra mirada no debe centrarse en la mala intención de las tentaciones, sino elevarse a través de la fe a la bondad de nuestro Padre.

Incluso en las situaciones difíciles, Dios tiene siempre en vista nuestra salvación, y así se vale incluso de las tentaciones para consolidar por medio de ellas nuestra vida espiritual.

-Percibimos en ellas el cuidado de Dios.- Para poder contemplarlo cara a cara en la eternidad, necesitamos una profunda purificación. Las tentaciones nos muestran dónde aún tenemos que ser purificados y fortalecen nuestra capacidad de resistencia. Movido por su amor formador, Dios quiere llevarnos a la perfección y no omitirá nada que sea necesario para que disfrutemos la visión beatífica en la eternidad.

-Adquirimos la confianza en nuestro Padre, porque experimentamos que Él siempre nos muestra una salida en la tentación, ya sea que nos dé la fuerza para resistir o que, si hemos sido débiles y caímos, nos levante después de habernos arrepentido. Además, Él puede hacer fructificar nuestro combate también para otras personas.

-Llegamos a conocer mejor la sabiduría de Dios, que sabe valerse de las adversidades de la vida para nuestra santificación.

-Se consolida el amor a Dios en nuestro corazón, porque experimentamos su constante ayuda y su sabiduría. El alma sabe que, en Él y en su amor, se encuentra albergada en buenas manos y así puede recorrer su camino con mayor seguridad.