“EL QUE PERMANECE EN LA DOCTRINA…”

“El que permanece en la doctrina posee al Padre y al Hijo” (2Jn 1,9).

Nuestro Padre Celestial nos ha mostrado un camino seguro para permanecer en comunión con Él. La Sagrada Escritura nos insiste una y otra vez que nos mantengamos en la doctrina que nos ha sido revelada. San Pablo incluso afirma que, aun si un ángel bajara del cielo y nos anunciara un evangelio distinto al que hemos recibido,  “sea anatema” (Gal 1,8). Ninguna falsa doctrina debe encontrar cabida en nosotros, para que la comunión con nuestro Padre pueda desplegarse en la plenitud de la verdad.

Si siguiéramos falsas doctrinas, nuestra comunión con el Padre se enturbaría; y si no nos convirtiéramos y corrigiéramos estos errores a la luz de la verdad, echaríamos a perder cada vez más la unión con Él. En este caso, la relación con el Padre ya no sería alimentada y profundizada por la fuente de la clara doctrina. Además, nuestro Padre ya no podría tocarnos de la misma manera con su amor y donársenos.

Si nos sumimos en el error, entonces la puerta que hasta entonces estaba abierta se cierra, y nuestra alma se encuentra en sumo peligro. Nuestro Padre permanece a la puerta, hablándonos con amor y paciencia, pero ya no somos capaces de entenderlo. En el peor de los casos, incluso perdemos la fe.

Con la recta doctrina, la Iglesia ha recibido un gran tesoro que custodiar. Ella es lámpara en nuestro sendero, que ilumina nuestro caminar y nos permite distinguir lo que agrada a Dios y lo que nos separa de Él. La sana doctrina es la luz que ha de iluminar a todos los hombres e invitarles a volver a la casa del Padre y a permanecer con Él.