EL DON DE ENTENDIMIENTO

“Quiero mostraros cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Hemos meditado cómo el don de ciencia nos ayuda a centrar todo nuestro corazón en el Padre Celestial, evitando que el apego natural a las cosas creadas se nos convierta en obstáculo para la unificación con Dios.

Aunque nuestra fe sea grande, aún no conocemos desde dentro a nuestro Padre; es decir, no captamos su realidad divina, porque nuestro entendimiento humano es incapaz de abarcarla y no puede penetrar en el misterio divino.

Sin embargo, nuestro Padre quiere dársenos a conocer. Por ello, derramó en nuestra alma el don del entendimiento, que empieza a iluminarnos con una “luz interior” a través del Espíritu Santo. En esta luz, comenzamos a penetrar el misterio de Dios, porque, como dice San Pablo, “el Espíritu todo lo escudriña, incluso las profundidades de Dios” (1Cor 2,10).

El don de entendimiento obra con mayor intensidad en la medida en que nos unimos al Espíritu Santo en el amor perfecto. Con su ayuda, comenzamos a entender cada vez mejor al Señor y a comprender sus obras, las Sagradas Escrituras, el sentido de los consejos evangélicos, la sabiduría de su Providencia y muchas otras cosas que el Señor quiere mostrarnos, porque “nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos los dones que Dios nos ha concedido” (1Cor 2,12).

Con la sencilla mirada contemplativa que nos confiere el espíritu de entendimiento, aprendemos a entender a Dios desde dentro, por así decir.