“DIEZ KILOS DE ORO”

“Es verdad que soy justo, ¡pero el amor lo paga todo! Escuchad, hijos míos: hagamos una suposición para que estéis seguros de mi amor. Para mí, vuestros pecados son como el hierro y vuestros actos de amor como el oro. Si me entregarais mil kilos de hierro, sería menos para mí que si me donarais diez kilos de oro. Esto significa que, con un poco de amor, se pagan enormes iniquidades.” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

Puesto que el amor es la razón primordial de nuestra existencia y Dios mismo es el amor, “al atardecer de la vida seremos juzgados en el amor” (San Juan de la Cruz).

Hoy el Padre nos lo muestra muy claramente. Sin descuidar en lo más mínimo la justicia, Él da acceso a cada persona al camino del amor.

El amor todo lo perdona (1Cor 13,7). Tiene el poder de transformar lobos en corderos, impuros en santos, asesinos en mensajeros de la vida…

Nuestro Padre quiere que estemos seguros de su amor. Entonces ya no tendremos que convencernos una y otra vez de que Dios realmente nos ama, ni tendremos que temer que podría dejar de amarnos por cada falta que cometemos. 

Nuestro Padre quiere que cumplamos nuestra tarea en este mundo como personas libres, sólo atadas a su Hijo, pues “si el Hijo os da la libertad, seréis verdaderamente libres” (Jn 8,36). Dios sabe muy bien cuán sensibles somos en las cuestiones del amor y que quizá, en el fondo, no nos sentimos muy amados. Por eso nos propone esta sencilla comparación. Todos nosotros podemos ofrecerle el oro del amor. Cada día nos presenta innumerables oportunidades para hacerlo. Dios nunca olvidará nada de lo que hayamos hecho por amor. Aunque no nos veamos impulsados por aquella triunfante facilidad, sino que incluso nos cueste, el Señor sabrá medir el peso del oro que le ofrezcamos.

Prestemos mucha atención a las últimas palabras de la cita que hoy hemos escuchado: “Con un poco de amor se pagan enormes iniquidades”. Recordémoslas especialmente cuando hemos actuado con maldad en nuestro camino y la “espada de la justicia” se cierne con justa razón sobre nosotros.

¡Nuestro Padre quiere perdonar! Él quiere que nos levantemos tras haber caído en el pecado, que amemos y que, a través del amor, saldemos la deuda de nuestras malas acciones. Las obras que realicemos movidos por su amor son las que Dios quiere ver y convertir en oro. Así, nuestro Padre nos da ánimo a todos.

Seamos quienes seamos, vengamos de donde vengamos, si escuchamos hoy su voz, estamos llamados a responder al amor de Dios. Entonces Él, en su misericordia, nos juzgará como amoroso Padre y no como despiadado vengador. ¡Sólo tenemos que dirigirnos a Él y corresponder a su amor!