LA DECLARACIÓN DE ABU-DHABI: un grave ataque al mandato misionero de la Iglesia

El 4 de febrero de 2019, el Papa Francisco y un imán musulmán firmaron una declaración conjunta, la cual suscitó inquietud entre algunos fieles. El énfasis estuvo en una frase en particular, que requiere esclarecimiento.
El tema en cuestión es fundamental para la comprensión de la evangelización, que hace parte del encargo esencial de la Iglesia. Es por eso que es necesaria la clarificación de esta frase; no sea que se paralice el celo de anunciarles la Buena Nueva a los hombres en todo tiempo.
El mencionado pasaje dice así:
“El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos.” (Firmado en Abu Dabi, 4 de febrero de 2019: Su Santidad Papa Francisco y Gran Imán de Al-Azhar Ahmad Al-Tayyeb)
Sin duda es Voluntad de Dios que exista la diferencia de sexos entre hombre y mujer, y que las diversas razas y etnias hagan parte de la riqueza de la vida humana. Pero afirmar que es Voluntad de Dios que haya diferentes religiones es tan confuso que uno tiene que preguntarse qué es lo que se está queriendo decir.
Esclarecimiento de la formulación
En primera instancia, es importante que se haga una sutil distinción entre la Voluntad activa de Dios, que expresa directamente sus planes e intenciones; y su Voluntad permisiva, en virtud de la cual Él puede integrar aun los caminos errados en su plan de salvación. Establecer esta diferencia es esencial; de lo contrario, caemos en confusión. Dios no quiere el mal, ni el error, ni tantas otras cosas que no corresponden a Sus caminos. Pero Él, en su Omnipotencia, sabe valerse de todo ello, y la fe nos enseña que incluso los astutos e insidiosos ataques del Diablo acaban sirviendo para el bien.
Ahora, aplicando esta diferenciación fundamental, debemos decir que la mencionada frase, tal como está formulada, designando a las muchas religiones como queridas por Dios, es más que confusa, porque contradice al testimonio de la Sagrada Escritura y a la precedente doctrina de la Iglesia Católica.
A partir del Concilio Vaticano II, podemos notar una mayor apertura para reconocer el valor de otras religiones, y se procura descubrir y fomentar las “semillas del Verbo” que se manifiestan en ellas. Sin embargo, esto no significa que se pueda poner a las otras religiones a un mismo nivel, como si fuesen caminos opcionales a la salvación, de manera que, a fin de cuentas, daría prácticamente lo mismo en qué religión soy educado y cuál de ellas practico, porque, en su diversidad, Dios las ha querido así. Si éste fuera el caso, la misión de la Iglesia se reduciría a fomentar, a través del diálogo, lo que tenemos en común con las otras religiones y procurar valores como la paz y la justicia.
La Voluntad de Dios es la misión
¡Pero precisamente esta posición contiene un grave error! Jesús mismo declara: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” y “nadie va al Padre si no es por mí” (Jn 14,6). Y conocemos bien su mandato misionero: “Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19).
La Voluntad de Dios es, entonces, que todos “los hombres lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4), y, como Él mismo nos lo manifestó, quiere que reconozcamos y sigamos a su Hijo, para recibir en Él la salvación. Dios no podría, al mismo tiempo, querer intencionalmente la diversidad de religiones, que a menudo tienen grandes errores y no son capaces de reconocer, en el Espíritu Santo, la verdadera identidad de Jesús. Los musulmanes, por ejemplo, lo veneran como profeta, pero no lo reconocen como Hijo de Dios y rechazan a la Santísima Trinidad.
Quizá algunos pondrían objeción, diciendo que el único propósito del Papa era el de construir un puente, para que haya más paz y comprensión entre las religiones. Tal vez sean muchos los que incluso están entusiasmados de que un líder musulmán se haya unido a esta declaración, y de que así se está abriendo camino para la paz… ¡Ciertamente el Papa y sus colaboradores lo verán desde esta perspectiva!
Pero aquí hay que hacer un claro discernimiento: ¿Será correcto hacer públicamente una afirmación tal, sólo para llegar a una declaración común con un líder musulmán y fomentar así una posible paz? ¿O acaso habrá ciertos representantes de la Iglesia que están renunciando a la misión o la interpretan de otra forma?
Retengamos lo siguiente:
  1. La verdadera y duradera paz vendrá sólo a través de Jesucristo; es decir, en el encuentro con el Hijo de Dios y en la fe en Él.
  2. La afirmación en cuestión, mientras no se la clarifique, estaría abrogando o, al menos, debilitando la misión de la Iglesia. Y esto sería una injusticia tanto con Dios, porque es para gloria Suya que los hombres reconozcan a su Hijo y nosotros lo anunciemos; como también para con los hombres, que han de recibir el mensaje de la salvación.
Para evitar malentendidos: No pretendo criticar el hecho de que el Papa fomente la Paz y se encuentre con representantes del Islam. Cada paso en pro de una verdadera paz es bueno.
Pero lo que no puede suceder es que, voluntariamente, se le ponga restricciones a la misión principal de la Iglesia, que es el anuncio del Evangelio, y que nuestra fe católica sea incorporada a un tejido de diversas religiones, a un mismo nivel con todas ellas.
¡Esto no puede y no debe suceder! Y no es que los católicos nos sintamos superiores con nuestra religión o querramos imponerla por sobre todo, sino que simple y sencillamente ella es depositaria de la Verdad revelada por Dios.
El sentido de un verdadero diálogo interreligioso y del ecumenismo
La dudosa frase de Abu-Dhabi da motivo para dejar en claro una vez más cómo ha de llevarse el diálogo con otras religiones, de manera que no haya mezcolanzas ni surja confusión, y así la misión de la Iglesia Católica, que hace parte de su esencia, no sufra restricción. Esto es sumamente importante, porque el espíritu del relativismo, que se difunde por doquier, es un gran peligro que quiere hacernos dudar o cuestionar sobre las firmes convicciones que nos vienen de la fe y son obradas por el Espíritu Santo.
También conviene cuidarse de cualquier euforia en relación al diálogo con las otras religiones, porque, en esta actitud, ya no se sabría discernir con claridad, y quizá uno se movería más por el deseo humano de acercarnos y comprendernos mejor, o el anhelo de paz, que por la concreta guía del Espíritu Santo.
Algo similar aplica también para el ecumenismo. Hay un acercamiento que es fecundo, cuando no se renuncia a ninguna verdad ni praxis de la fe; y, al mismo tiempo, se puede superar barreras que impiden una comprensión mutua. Sin embargo, existen también otros intentos de ecumenismo, en los que se deja en segundo plano o incluso se renuncia a la cuestión de la verdad, sólo por el propósito de llegar a una unidad que no tendría su origen en Dios.
Discernimiento de los espíritus
Para hacer aquí un apropiado y necesario discernimiento de espíritus no podríamos encontrar mejores referencias que las palabras de la Sagrada Escritura, la Tradición y la doctrina de la Iglesia. También el Papa emérito Benedicto XVI, con justa razón considerado un gran teólogo, será un excelente referente en este asunto. En sus escritos, nos ha dejado un verdadero legado. Allí encontramos claras indicaciones sobre el rumbo que ha de tomar la Iglesia en estas cuestiones importantes. Ciertamente sus escritos son un tanto exigentes a nivel intelectual. Por eso conviene releerlos, cuando sea necesario, y poner mucha atención.
A continuación, citaré algunos pasajes de la Declaración Dominus Iesus, que escribió siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. A quien le arda en el corazón este tema, se le recomienda encarecidamente leer el documento completo, y estudiarlo con calma. ¡Son sólo unas 20 páginas! Este escrito realmente esclarece el pensamiento… Pero, ante todo, nos indica hasta dónde puede llegar la Iglesia en el diálogo con las otras religiones.
Así escribe el entonces Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Declaración Dominus Iesus, n. 21):
“De las relaciones singulares y únicas que la Iglesia tiene con el Reino de Dios entre los hombres —que substancialmente es el Reino de Cristo, salvador universal—, queda claro que sería contrario a la fe católica considerar la Iglesia como un camino de salvación al lado de aquellos constituidos por las otras religiones. Éstas serían complementarias a la Iglesia, o incluso substancialmente equivalentes a ella, aunque en convergencia con ella en pos del Reino escatológico de Dios.

Ciertamente, las diferentes tradiciones religiosas contienen y ofrecen elementos de religiosidad que proceden de Dios y que forman parte de todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en la historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones. De hecho algunas oraciones y ritos pueden asumir un papel de preparación evangélica, en cuanto son ocasiones o pedagogías en las cuales los corazones de los hombres son estimulados a abrirse a la acción de Dios. A ellas, sin embargo no se les puede atribuir un origen divino ni una eficacia salvífica ‘ex opere operato’, que es propia de los sacramentos cristianos. Por otro lado, no se puede ignorar que otros ritos no cristianos, en cuanto dependen de supersticiones o de otros errores (cf. 1 Co 10,20-21), constituyen más bien un obstáculo para la salvación.”

Para el tema en cuestión, retengamos lo siguiente de lo que hemos escuchado en este parágrafo: Las otras religiones no son caminos de salvación paralelos a la Iglesia. En ellas hay errores. En cuanto al Islam, tiene una visión errada de la persona de Jesús y de la Santísima Trinidad, por lo que tampoco conoce el misterio de la Redención, entre otras cosas. Por eso también a los musulmanes hay que anunciarles, de forma apropiada, el Evangelio. Entonces, la frase que estamos analizando, que afirma que la pluralidad de religiones corresponde a la Voluntad de Dios, requiere una aclaración, que sintonice con el camino precedente de la Iglesia. Si no se hiciese esta aclaración, el Documento sobre la Fraternidad humana yerra en este punto.
Sigamos escuchando al Cardenal Ratzinger en la Declaración Dominus Iesus (n. 22):
“La misión ‘ad gentes’, también en el diálogo interreligioso, conserva íntegra, hoy como siempre, su fuerza y su necesidad. En efecto, ‘Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad’ (1 Tim 2,4). Dios quiere la salvación de todos por el conocimiento de la verdad. La salvación se encuentra en la verdad. Los que obedecen a la moción del Espíritu de verdad están ya en el camino de la salvación; pero la Iglesia, a quien esta verdad ha sido confiada, debe ir al encuentro de los que la buscan para ofrecérsela. Porque cree en el designio universal de salvación, la Iglesia debe ser misionera. Por ello el diálogo, no obstante forme parte de la misión evangelizadora, constituye sólo una de las acciones de la Iglesia en su misión ad gentes. La paridad, que es presupuesto del diálogo, se refiere a la igualdad de la dignidad personal de las partes, no a los contenidos doctrinales, ni mucho menos a Jesucristo —que es el mismo Dios hecho hombre— comparado con los fundadores de las otras religiones. De hecho, la Iglesia, guiada por la caridad y el respeto de la libertad, debe empeñarse primariamente en anunciar a todos los hombres la verdad definitivamente revelada por el Señor, y a proclamar la necesidad de la conversión a Jesucristo y la adhesión a la Iglesia a través del bautismo y los otros sacramentos, para participar plenamente de la comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por otra parte, la certeza de la voluntad salvífica universal de Dios no disminuye sino aumenta el deber y la urgencia del anuncio de la salvación y la conversión al Señor Jesucristo.”
¡Nosotros, como cristianos, jamás podemos renunciar al anuncio de la fe! Podemos pedirle al Espíritu Santo que nos muestre los medios más apropiados, pero el fundamento es siempre el mismo. El Señor ha permitido que existan diferentes religiones y, como dice San Pablo en el Aerópago, “Dios ha permitido los tiempos de la ignorancia y anuncia ahora a los hombres que todos en todas partes deben convertirse” (Hch 17,30). Él quiere una Iglesia que reúna a todos los pueblos. Por eso no puede aparecer una frase tan confusa en un documento que corre bajo responsabilidad de la Iglesia. Y si ya se lo ha publicado, se requiere de una explicación sobre lo que se está queriendo decir.
Intervención del obispo Athanasius Schneider
En la visita Ad Limina de los obispos kazajos, Monseñor Athanasius Schneider le refirió el tema al Papa, pidiéndole que rectificara públicamente la afirmación que induce a confusión. En ese momento, el Papa Francisco le dio a entender que la frase en cuestión hacía alusión a la Voluntad permisiva de Dios. Le dijo que él (Monseñor Schneider) podría esclarecérsela a sus fieles en ese sentido, y en la audiencia general del 3 de abril de 2019 él mismo habló de la realidad de las diversas religiones como permitida por Dios[1]. Sin embargo, el Pontífice no retiró oficialmente la polémica frase del documento. Antes bien, se sigue enseñando y transmitiendo la declaración, sin corrección, en universidades y en otros sitios…
En una entrevista concedida el 26 de agosto de 2019 a Life Site News[2], Monseñor Schneider habla de la satisfacción del Pontífice por la creación del así llamado “Comité Superior” que perseguirá los objetivos contenidos en el ‘Documento de la Fraternidad Humana’, firmado en Abu-Dhabi.
Las palabras literales del obispo Schneider en este contexto son las siguientes:
La creación del ya mencionado “Comité Superior”, encargado de implementar en todos los niveles, entre otros buenos objetivos, el principio supuestamente divinamente deseado de la “diversidad de religiones”, de hecho paraliza la misión ‘ad gentes’ de la Iglesia. Apaga su celo ardiente por evangelizar a todos los hombres, por supuesto con amor y respeto. (…)

La actividad misionera deriva de la Voluntad de Dios, que ‘quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también’ (1Tim 2,4-5), ‘tampoco hay salvación en ningún otro’ (Hch 4,12).

En este contexto, el obispo Schneider recuerda las palabras de León XIII (Carta Encíclica Humanum Genus, n. 16):
“La concepción de que todas las religiones son iguales da como resultado la ruina de todas las formas de religión; y, en particular, de la religión católica, que, siendo la única verdadera, no puede simplemente considerarse equivalente a otras religiones sin cometer con ello una gran injusticia.”
Ante la gravedad de la situación, Monseñor Schneider llega a la siguiente conclusión:
Al reconocer directa o indirectamente la igualdad de todas las religiones, difundiendo e implantando el documento de Abu Dhabi (fechado el 4 de febrero de 2019) sin corregir su afirmación errónea sobre la diversidad de religiones, hay prelados hoy que no solo están traicionando a Jesucristo como el único Salvador de la humanidad y la necesidad de Su Iglesia para la salvación eterna; sino que también cometen una gran injusticia y pecado contra el amor al prójimo.

Conclusión

Si realmente sucediese que la Iglesia renuncie a ser depositaria de la verdad revelada y se pondría a un mismo nivel con la pluralidad de religiones, con el fin de promover la paz, entonces se trata de un camino que no corresponde al testimonio de la Escritura ni a la doctrina de la Iglesia, y habrá que advertir expresamente de él. En ese caso, no sería un camino del Señor; sino un error que quiere impedir que los hombres lleguen al verdadero conocimiento de Dios.