Obedecer al ángel

Ex 23,20-23 (Lectura correspondiente a la memoria de los Santos Ángeles Custodios)

Así dice el Señor: “Voy a enviar un ángel delante de ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado. Hazle caso y obedécele; no te rebeles contra él, pues actúa en mi Nombre y no perdonará vuestras transgresiones. Si le obedeces fielmente y haces todo lo que te diga, tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios mis adversarios. Mi ángel caminará delante de ti.

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EN TU BONDAD, ENVIASTE A LOS PROFETAS

“En tu bondad, enviaste a los profetas para devolverlos al camino correcto, ¡pero cuántas veces tu pueblo no escuchó sus palabras, sino que persiguió y mató a Tus enviados!” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

Nuestro Padre hizo todo por conducir a su Pueblo por la senda de la salvación. Pero una y otra vez la historia de Israel muestra cómo se desviaron. Les resultaba difícil ser distintos a los pueblos de alrededor.

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Comunión en el Espíritu

Fil 2,1-11

Hermanos: si hay una exhortación en nombre de Cristo, un estímulo de amor, una comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia, colmad mi alegría, teniendo un mismo sentir, un mismo amor, un mismo ánimo, y buscando todos lo mismo. No hagáis nada por ambición o vanagloria, sino con humildad, considerando a los demás superiores a uno mismo, y sin buscar el propio interés, sino el de los demás.

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EL PUEBLO RECHAZA A DIOS

“Allí [en la Tierra Prometida] quisiste guiarlos por medio de Jueces, pero ellos quisieron tener reyes, como los otros pueblos. Entonces Tú les diste reyes, pero frecuentemente hacían lo que Te disgustaba” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

El drama en torno al Pueblo de Israel no había terminado. Después de la muerte de Josué, los israelitas se alejaron del Señor y sirvieron a los Baales. Siguieron a los dioses de los pueblos de alrededor (Jc 2,11-12). Como reprensión, el Señor los entregó en manos de salteadores y de los enemigos que los rodeaban (v. 14). En las guerras ya no salían victoriosos y cayeron en una gran miseria.

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La salvación en la Cruz

Lc 9,43b-45

En aquel tiempo, todos estaban maravillados de las cosas que Jesús hacía. Dijo entonces a sus discípulos: “Escuchad atentamente estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.” Pero ellos no entendían sus palabras; les estaba velado su significado, de modo que no las comprendían. Además tenían miedo de preguntarle acerca de este asunto.

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LA TRAVESÍA POR EL DESIERTO

“Pero una y otra vez Tu pueblo se rebeló contra Ti. En consecuencia, tuvo que atravesar durante cuarenta años el desierto – hasta que lo llevaste a la Tierra Prometida, por manos de Tu siervo Josué” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

La Alianza que había quedado sellada entre Dios y su Pueblo no garantizaba que, a partir de entonces, todos los israelitas quedasen exentos de la confusión y del pecado y, confiando en Dios, emprendiesen en adelante el camino recto, dejándose guiar dócilmente por el Señor hacia la Tierra Prometida.

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La actitud para el combate espiritual

Ap 12,7-12 (Lectura opcional para la Fiesta de los santos Arcángeles)

Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.

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LA ALIANZA DEL PADRE CON SU PUEBLO

“Entonces sacaste a tu Pueblo con mano fuerte y lo llevaste al desierto con signos y milagros portentosos. En el monte revelaste a Tu siervo Moisés los mandamientos que habían estado oscurecidos en los corazones de los pueblos” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

La oscuridad en la que el hombre se había sumido desde la caída en el pecado, hizo necesario que nuestro Padre aislara a su Pueblo de las naciones paganas, para enseñarle el camino a la verdadera vida. Los mandamientos que Dios había inscrito en los corazones de los hombres habían quedado oscurecidos y no bastaban para iluminarlos. Habían caído en el olvido y los hombres estaban constantemente en peligro de sucumbir a sus pasiones y errores, y de dejarse engañar por los poderes de las tinieblas. En lugar de al Creador, adoraban a la criatura. Se hacían sus propios dioses y se postraban ante ellos, viviendo en ignorancia.

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Dios siempre primero

Ag 1,1-8

El año segundo del rey Darío, el día primero del sexto mes, fue dirigida la palabra de Yahvé, por medio del profeta Ageo, a Zorobabel, hijo de Sealtiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, en estos términos: Así dice Yahvé Sebaot: Este pueblo dice: “¡Todavía no ha llegado el momento de reedificar el templo de Yahvé!” (Dirigió entonces Yahvé la palabra, por medio del profeta Ageo, en estos términos:) “¿Os ha llegado acaso el momento de habitar en casas artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas? Pues ahora, así dice Yahvé Sebaot: Prestad atención a la situación en que os halláis.

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NUESTRO PADRE ACUDE EN AYUDA DE SU PUEBLO

“Después Te creaste el pueblo Israel, que lleva Tu nombre inscrito y al que llamaste tu primogénito. En Egipto lo hiciste crecer, transformándolo en un gran pueblo, hasta que gritó a Ti en su opresión por el Faraón” (Himno de Alabanza a la Santísima Trinidad).

A partir de aquel justo que Dios halló en medio de la confusión de las naciones, surgió todo un pueblo. Éste debía ser preparado para que, por la bondadosa providencia de nuestro Padre, naciera de él el Justo, el Redentor de la humanidad y Cabeza de la Iglesia que es una: “Él es antes que todas las cosas y todas subsisten en él. Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,17-18a).

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