AMAR AL PADRE CELESTIAL (Parte V)

Conocer, honrar y amar al Padre…

Si miramos al interior del Corazón de nuestro Padre Celestial y despierta plenamente en nosotros la confianza en Él, descubriremos muy pronto cuál es el deseo infinitamente grande de este Corazón. Su anhelo más profundo es colmarnos de su amor, y este amor se extiende a todos los hombres, sin excepción. ¡Cuánto desea que todos lo conozcan en su bondad de Padre!

Aun viéndolo desde la perspectiva humana, esto debería resultarnos más que comprensible, porque también nosotros deseamos e imploramos lo mejor para aquellas personas que han sido confiadas a nuestro cuidado, y tememos por ellas cuando corren el peligro de perderse.

Pero el deseo ardiente de nuestro Creador y Redentor de conducir a los suyos a su morada eterna supera con creces nuestra capacidad humana de amar. Me atrevo a afirmar que no hay nada más importante para Dios.

Por eso, quizá el mayor amor que podamos mostrarle sea ponernos al servicio de este deseo suyo, dejándonos inflamar y mover por él, de todas las maneras que nos hayan sido confiadas.

¡Cuán incansablemente trabajó el Apóstol Pablo para conducir a los hombres a Cristo! ¡Cuán dispuestos estaban los misioneros a llevar el Evangelio aun a los rincones más recónditos y a precio de grandes sacrificios! ¿Qué nos dicen las Sagradas Escrituras? “Hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (Lc 15,10).

No me sorprende que, habiendo llegado al final de esta serie de quince meditaciones sobre cómo conocer, honrar y amar más profundamente al Padre Celestial, vuelva a ponerse sobre la mesa este gran deseo del Corazón de Dios. Aunque nuestro Padre posee la plenitud en sí mismo y no tiene carencia alguna, porque es infinitamente feliz en la relación de amor entre las Personas de la Santísima Trinidad, tiene el gran anhelo de compartir este amor con sus hijos.

Quisiera pedir a todos los que escuchan mis meditaciones que oren por esta intención y cooperen en todo lo que les sea posible para que en toda la Tierra se haga realidad este santo anhelo de nuestro Padre. A todos los hombres debe ofrecérseles la salvación por medio de Jesucristo, para que retornen a la casa de su Padre.