El buen combate de la fe

1Tim 6,3-12

Si alguno enseña otra cosa y no se atiene a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, está cegado por el orgullo y no sabe nada; sino que padece la enfermedad de las disputas y contiendas de palabras, de donde proceden las envidias, discordias, maledicencias, sospechas malignas, discusiones sin fin propias de gentes que tienen la inteligencia corrompida, que están privados de la verdad y que piensan que la piedad es un negocio. Y ciertamente es un gran negocio la piedad, con tal de que se contente con lo que tiene. Porque nosotros no hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él. Mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con eso. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación, en el lazo y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos sufrimientos. leer más

El amor por encima de todo

Lc 7,36-50

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa. Y entonces una mujer pecadora que había en la ciudad, al enterarse que estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro con perfume, y, colocándose detrás de él, se puso a sus pies llorando y comenzó a bañarle los pies con sus lágrimas, y los enjugaba con sus cabellos, los besaba y los ungía con el perfume. Al ver esto el fariseo que le había invitado, se decía: “Si éste fuera profeta, sabría con certeza quién y qué clase de mujer es la que le toca: que es una pecadora”. Jesús tomó la palabra y le dijo: “Simón, tengo que decirte una cosa”. Y él contestó: “Maestro, di”. “Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y otro cincuenta. Como ellos no tenían con qué pagar, se lo perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le amará más?” “Supongo que aquel a quien perdonó más” -contestó Simón. Entonces Jesús le dijo: “Has juzgado con rectitud”.

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Memorias del Paraíso

Sb 8,1-6

Lectura correspondiente a la memoria de Santa Hildegarda de Bingen

La sabiduría se propaga decidida de uno al otro confín y gobierna todo con acierto. Yo la amé y la pretendí desde mi juventud; me empeñé en hacerla mi esposa, enamorado de su belleza. Su intimidad con Dios ennoblece su linaje, pues el dueño de todo la ama. Está iniciada en el conocimiento de Dios y es la que elige sus obras. Si la riqueza es un bien apetecible en la vida, ¿qué cosa más rica que la sabiduría, que todo lo hace? Si la inteligencia trabaja, ¿quién sino la sabiduría es el artífice de cuanto existe? leer más

Seguir la voz del Señor

Jn 17,6a.11b-19

Lectura correspondiente a la memoria de San Cornelio y Cipriano

En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo: “Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto. Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.” leer más

La Madre Dolorosa

Jn 19,25-27

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: “Mujer, aquí tienes a tu hijo.” Después le dice al discípulo: “Aquí tienes a tu madre.” Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.

En el Calvario en Jerusalén, junto al mismísimo sitio donde Nuestro Señor murió por nosotros en la Cruz, hay una conmovedora imagen de la Madre Dolorosa. Una espada atraviesa su corazón y sus ojos tienen una expresión de profundo sufrimiento. Muy temprano en la mañana, los fieles y peregrinos que vienen a orar acuden muchas veces también a ella, para pedir su ayuda y su consuelo, o para agradecerle porque ella supo permanecer junto a su Hijo aun en la Cruz. Es difícil siquiera imaginar la inmensidad de su sufrimiento. Por ello, en la Santa Misa de este día resuenan en la secuencia antes del evangelio estos versos:

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El triunfo del amor

La Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, que hoy celebramos, se remonta a un acontecimiento que tuvo lugar en el año 335. El 13 de septiembre de aquel año se consagró solemnemente una gran Iglesia en Jerusalén, tras muchos años de construcción. Se la conoce como la “Basílica del Santo Sepulcro” o “Iglesia de la Resurrección”. Fue el Emperador Constantino quien la mandó construir, después de que su madre, Santa Helena, hubo encontrado la Cruz de Cristo el 13 de septiembre del año 320.

Un día después de la consagración de la Iglesia –es decir, el 14 de septiembre del 335– la Santa Cruz fue mostrada por primera vez al pueblo y “exaltada” para su veneración. Macario I, quien era entonces el Patriarca de Jerusalén, llevó aquel día la “vera Cruz” (como se la llamaba) a una colina. Desde allí, “exaltó” la Cruz, para que todos pudieran verla y venerarla. De ahí el nombre de la Fiesta: “Exaltación de la Santa Cruz”.

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Una casa indestructible

Lc 6,43-49

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: “No hay árbol bueno que dé fruto malo; y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno saca lo bueno del buen tesoro del corazón, y el malo de su mal saca lo malo: porque de la abundancia del corazón habla su boca. ¿Por qué me decís ‘Señor, Señor’ y no hacéis lo que os digo? Voy a explicaros a quién se parece todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero no pudo destruirla por estar bien edificada. El que oye y no pone en práctica, se parece a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el torrente: la casa se desplomó al instante y su ruina fue estrepitosa.” leer más

De blasfemo a creyente

1Tim 1,1-2.12-14

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por disposición de Dios, nuestro salvador, y de Jesucristo, nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo en la fe. Te deseo la gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús.

¡Qué potente es la gracia de Dios, que llamó al apóstol Pablo para que siguiera a Cristo! Según sus propias palabras, él había sido «un blasfemo, un perseguidor y un insolente» hasta que la gracia de Dios lo encontró y él no opuso resistencia a su llamado.

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El modo de Dios

Lc 6,27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.” leer más

El verdadero combate

Col 3,1-11

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él. Por tanto, dad muerte a todo lo terreno que haya en vosotros: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, todo lo cual atrae la ira de Dios sobre los rebeldes. También vosotros practicasteis eso en otro tiempo, y vivisteis de otro modo. Mas ahora, desechad todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y obscenidades; ni lo mencionéis siquiera. No os mintáis unos a otros, pues os habéis despojado del hombre viejo, con todas sus obras, y os habéis revestido del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto según la imagen de su Creador. Para Él no hay griego o judío; circuncisión o incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo o libre, pues Cristo es todo y está en todos. leer más