“Puntos esenciales en la evangelización”        

Mt 9,9-13

En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y le siguió. En cierta ocasión, estando él a la mesa en la casa, vinieron muchos publicanos y pecadores, que se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos, dijeron a los discípulos: “¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?” Mas él, al oírlo, dijo: “No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Id y aprended qué sentido tiene: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’; porque no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores.

Hoy el Señor nos da tres pautas que deberían acompañarnos siempre en nuestros esfuerzos de evangelizar:

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Fiesta de Santo Tomás, Apóstol: “Reflexión sobre la Iglesia”        

Ef 2,19-22

Hermanos: Vosotros ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas. Y la piedra angular es Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros con ellos estáis siendo edificados, para ser morada de Dios mediante el Espíritu.

En este día en que celebramos la Fiesta de un Apóstol, conviene que meditemos un poco acerca de la Iglesia.

La Iglesia no es una institución humana; sino que ha sido fundada por el mismo Dios y forma un Cuerpo vivo de fieles. Es importante que enfaticemos una y otra vez el carácter sobrenatural de la Iglesia, que procede del Señor mismo, que es su Cabeza (Col 1,18). Nosotros somos los miembros vivos del Cuerpo Místico de Cristo, llamados a cooperar para que la edificación que Dios ha iniciado sea completada.

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Miércoles de la Semana XIII del Tiempo Ordinario (Mt 8,28-34): “Liberados por el Evangelio”        

A lo largo de los últimos meses, hemos recorrido sistemáticamente el Evangelio de San Juan, los Hechos de los Apóstoles y la Carta a los Romanos. A partir de hoy, retomo las meditaciones sobre la lectura o el evangelio del día. En los últimos años ya he meditado una gran parte de las lecturas diarias, por lo que a veces recurriré a reflexiones de años pasados. Ocasionalmente, también tomaré las lecturas según el calendario tradicional, es decir, las que se leen en la Misa Tridentina.

Mt 8,28-34

En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos. Vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Se pusieron a gritar: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?” Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Los demonios le suplicaron: “Si nos echas, mándanos a la piara de puercos.” Jesús les dijo: “Podéis ir.” Ellos salieron y se fueron a los puercos. De pronto toda la piara se arrojó al mar de lo alto del cantil, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron y, al llegar a la ciudad, lo contaron todo, también lo de los endemoniados. Entonces toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en cuanto le vieron, le rogaron que se retirase de su territorio.

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CARTA A LOS ROMANOS (Rom 14,5-6): “Conclusión de la Carta a los Romanos”  

Rom 14,5-6

Hay quien distingue entre un día y otro, y hay quien juzga iguales todos los días: que cada uno siga su propia conciencia. El que distingue el día, lo hace por el Señor; y quien come, come en honor del Señor -porque da gracias a Dios-, y quien no come, se abstiene en honor del Señor y da gracias a Dios.

En sus próximas instrucciones a la comunidad cristiana de Roma, la intención de San Pablo es evitar discordias innecesarias. Es importante distinguir si lo que está en juego es la verdad o si simplemente se trata de opiniones diferentes. En lo que respecta a la verdad, hay que defenderla con firmeza. En cambio, los puntos de vista distintos pueden permitirse en cuestiones de segundo orden y no deben dar lugar a peleas. Evidentemente, en la comunidad cristiana había disputas sobre si se podía comer carne. Es probable que fueran especialmente los judeocristianos quienes se preocupaban por esta cuestión, ya que la carne podría haber sido sacrificada a los ídolos.

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CARTA A LOS ROMANOS (Rom 13,1-7): “El verdadero cumplimiento de la ley”    

Rom 13,1-7

Que toda persona esté sujeta a las autoridades que gobiernan, porque no hay autoridad que no venga de Dios: las que existen han sido constituidas por Dios. Así pues, quien se rebela contra la autoridad, se rebela contra el ordenamiento divino, y los rebeldes se ganan su propia condena. Pues los gobernantes no han de ser temidos cuando se hace el bien, sino cuando se hace el mal. ¿Quieres no tener miedo a la autoridad? Haz el bien, y recibirás su alabanza, porque está al servicio de Dios para tu bien. Pero si obras el mal, teme, pues no en vano lleva la espada; porque está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mal. Por tanto, es necesario estar sujeto no sólo por temor al castigo, sino también por motivos de conciencia. Por esta razón les pagáis también los tributos; porque son ministros de Dios, dedicados precisamente a esta función. Dadle a cada uno lo que se le debe: a quien tributo, tributo; a quien impuestos, impuestos; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor.

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CARTA A LOS ROMANOS (Rom 12,1-8): “Instrucciones para la comunidad”    

Rom 12,1-8

Os exhorto, por tanto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como ofrenda viva, santa, agradable a Dios: éste es vuestro culto espiritual. Y no os amoldéis a este mundo, sino, por el contrario, transformaos con una renovación de la mente, para que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, agradable y perfecto. Porque, en virtud de la gracia que me fue dada, os digo a cada uno de vosotros que no os estiméis en más de lo que conviene, sino que debéis teneros una sobria estima, según la medida de la fe que Dios ha otorgado a cada uno. Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, formamos en Cristo un solo cuerpo, siendo todos miembros los unos de los otros. Tenemos dones diferentes conforme a la gracia que se nos ha dado: si se trata de profecía, que sea de acuerdo con la fe, y si se trata del ministerio, que sea sirviendo. Y si uno tiene que enseñar, que enseñe, y si tiene que exhortar, que exhorte.

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 CARTA A LOS ROMANOS (Rom 10,15-21): “Israel en el plan de Dios”  

Rom 10,15-21

¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Nueva! Pero no todos obedecieron al Evangelio. Pues Isaías dice: ‘Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio?’ Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, a través de la palabra de Cristo. Pero digo yo: ¿es que no oyeron? Todo lo contrario: ‘A toda la tierra llegó su voz, y hasta los confines del mundo sus palabras’. Pero digo yo: ¿acaso Israel no entendió? Moisés es el primero que dice: ‘Yo os haré sentir celos de un pueblo que no es pueblo, y con un pueblo necio os irritaré’. Isaías, por su parte, se atreve a decir: ‘Fui encontrado por los que no me buscaban, me manifesté a los que no preguntaban por mí’. Pero a Israel le dice: ‘Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo incrédulo y rebelde’. leer más

CARTA A LOS ROMANOS (Rom 9,1-5): “El celo de Pablo por el Pueblo de Israel”    

Rom 9,1-5

Digo la verdad en Cristo, no miento, -mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo-, siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. Pues desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne, -los israelitas-, de los cuales es la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, y los patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.

Estas palabras nos ofrecen una mirada profunda al corazón del Apóstol. Sufre por el pueblo del que él mismo procede. Se trata de un sufrimiento espiritual muy intenso. Pablo mismo recibió la gracia de la conversión y sabe muy bien lo que Dios hizo por él al abrirle la puerta hacia Cristo. Sabemos que fue llamado como apóstol al ministerio de la predicación y que trabajó incansablemente para llevar el Evangelio a todas partes, pero siempre primero a los judíos. Sin embargo, cuando percibió la obstinación de los de su raza, que emprendían cada vez más persecuciones e intentaban obstaculizar una y otra vez la misión que le había sido encomendada, se dirigió a los gentiles.

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CARTA A LOS ROMANOS (Rom 8,14-17): “El Espíritu da testimonio de que somos hijos de Dios”    

Rom 8,14-17

Los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Porque no recibisteis un espíritu de esclavitud para estar de nuevo bajo el temor, sino que recibisteis un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: ‘¡Abbá, Padre!’ Pues el Espíritu mismo da testimonio junto con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal de que padezcamos con él, para ser con él también glorificados. leer más

 CARTA A LOS ROMANOS: El ineludible combate  

Al principio del sexto capítulo de la Carta a los Romanos, san Pablo explica que, a través del bautismo, somos partícipes de la muerte y resurrección de Cristo y que, a partir de él, hemos de caminar una vida nueva. Esta nueva vida exige un esfuerzo por nuestra parte para desprendernos de la vieja vida, pecaminosa y vana. Así escribe el Apóstol:

“También vosotros debéis consideraros muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. Por lo tanto, que no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus concupiscencias, ni ofrezcáis vuestros miembros al pecado como armas de injusticia; al contrario, ofreceos vosotros mismos a Dios como quienes, muertos, han vuelto a la vida, y convertid vuestros miembros en armas de justicia para Dios; porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, ya que no estáis bajo la Ley sino bajo la gracia” (Rom 6,11-14).

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