“CON RAZÓN ERES AMADO” 

 “Mejores que el vino son tus amores (…) Disfrutemos juntos y gocemos, alabemos tus amores más que el vino. ¡Con razón eres amado!” (Ct 1,2b.4).

Incomparable y sobrecogedor es el amor de Dios. Todas las formas de amor verdadero son un regalo de la bondad del Padre; una participación en su ser, porque “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16).

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ESPACIOS VACÍOS 

“Cuando tu alma se entretiene demasiado tiempo en el mundo de la nada, se vacía más. Ciertos intereses debilitan tu alma y la mantienen atrapada en espacios infecundos” (basado en una palabra interior).

Esta exhortación se dirige a aquellos que ya se han propuesto seriamente profundizar su vida espiritual. Aunque ya se haya tomado la decisión fundamental de seguir incondicionalmente al Señor, es necesario recordarla una y otra vez y defenderla con sabiduría de los influjos de este mundo.

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LA RED DEL AMOR

“Echaré una vez más la red de mi amor. ¡Echa la red conmigo!” (Palabra interior).

¿Estamos dispuestos a cooperar en la gran pesca del Señor? ¿Aún tenemos la esperanza de que muchas personas encuentren la fe, precisamente en estos tiempos oscuros que se ciernen sobre la humanidad?

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SANTA DESPREOCUPACIÓN

“Confíame todas tus preocupaciones y no te preocupes por nada” (Palabra interior).

La confianza y la despreocupación van de la mano cuando la relación con nuestro Padre Celestial se vuelve cada vez más profunda. Muchas cosas quieren agobiarnos y preocuparnos, haciéndonos la vida difícil. Pero el Señor mismo nos exhorta a una santa despreocupación: “No estéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir” (Mt 6,25). 

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PONER NUESTRA ESPERANZA EN EL SEÑOR 

La esperanza es una virtud teologal, que nos hace esperar del Señor lo que aún no vemos. Si ponemos en Él nuestra esperanza, el Padre puede transformar nuestros corazones. Así nos dice en el Mensaje a la Madre Eugenia:

“Recordad, oh hombres, que Yo quiero ser la esperanza de la humanidad. ¿No lo soy ya? Si Yo no sería la esperanza de la humanidad, el hombre estaría perdido. Pero es necesario que sea conocido como tal, para que la paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres y surja así una relación con su Padre del Cielo y de la Tierra.”

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MIRAR AL PADRE DESDE LA CRUZ DEL MUNDO

“Desde la cruz de este mundo, que causa tanto sufrimiento, elevad conmigo la mirada al Padre” (Palabra interior).

Quien tenga ojos para ver y oídos para oír, ciertamente percibirá que se ciernen tiempos oscuros tanto sobre el mundo como sobre la Iglesia. A causa de la pérdida de fe y la falta de una orientación clara por parte de la Iglesia, son cada vez menos los rayos de luz que brillan sobre el mundo, que con tanta urgencia necesita la luz de la Iglesia. El pecado y la confusión se proliferan. Con frecuencia sucede que ya no se llama al pecado por su nombre e incluso puede producirse una diabólica inversión de valores.

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HACERSE TODO PARA TODOS

“Me hago pequeño con los pequeños; mediano con los de mediana edad; me hago semejante a los ancianos, para que todos entiendan lo que quiero decirles para su santificación y para mi gloria” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Este pasaje del Mensaje del Padre nos recuerda a las palabras de San Pablo: “Me he hecho todo a todos para salvar a algunos al precio que sea” (1Cor 9,22b).

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GRANDIOSA SENCILLEZ

“Conozco vuestras necesidades, vuestros deseos y todo lo que hay en vosotros. Pero ¡cuán feliz y agradecido estaría al veros venir a mí, confiándome vuestras necesidades, así como lo hace un niño que tiene plena confianza en su padre! ¿Cómo podría negaros algo, sea de mínima o de gran importancia, si me lo pidierais?” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

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GRATITUD INFINITA

“Cuando constaté que ni los patriarcas, ni los profetas habían podido darme a conocer y hacerme amar entre los hombres, decidí venir Yo mismo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Un profundo dolor y, al mismo tiempo, una inmensa gratitud puede invadir nuestro corazón al escuchar estas palabras. Un profundo dolor porque a los hombres nos resulta tan difícil entender el lenguaje de Dios. Ni siquiera la presencia de los patriarcas y el mensaje de los profetas pudo tocar suficientemente los corazones. De hecho, sabemos cuál fue el destino de los profetas. El dolor se intensifica aún más cuando consideramos lo que hicieron los hombres con el mismo Hijo de Dios.

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