Antes de entrar en materia, me gustaría decir unas breves palabras sobre nuestra misión: Harpa Dei y yo hemos regresado sanos y salvos de un fructífero viaje apostólico en Brasil y Argentina. Aprovecho la oportunidad para agradecer las oraciones de todos aquellos que siguen diariamente los “3 Minutos para Abbá”. Fue una alegría encontrarme en ambos países con personas que escuchan frecuentemente estas meditaciones. Espero que, en el futuro, se difundan aún más para la gloria de nuestro Padre Celestial y para el bien de las almas. El próximo paso sería empezar a traducirlas también al francés.
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LA GLORIA DE LA RESURRECCIÓN
“¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, infierno, tu aguijón?” (1Cor 15,55).
Podemos exclamarlo llenos de júbilo en este día, el día en que la Iglesia proclama la Resurrección del Hijo de Dios: ¡El Señor ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!
El Padre hizo realidad todo lo que había sido anunciado. Y lo que aún falta por cumplirse, con toda certeza llegará, pues Él es el Eterno, el Amantísimo y el que todo lo cumple.
EL SILENCIOSO SÁBADO
“Si digo: ‘que al menos la tiniebla me encubra, que la luz se haga noche en torno a mí, ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día” (Sal 138,8).
No hay nada que no pueda ser iluminado por la luz de Dios.
El silencioso sábado que precede a la Pascua está marcado por el descenso del Crucificado al reino de la muerte, para llevar la Redención a aquellos que aún no viven a plenitud en la luz de Dios; aquellos que aún tuvieron que esperar hasta que el Redentor viniese a ellos.
“TODO ESTÁ CONSUMADO”
“’Todo está consumado.’ E inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19,30).
Hoy, junto con el Padre Celestial y todos los fieles, nuestra mirada se posa en la Cruz de la que pendió el amado Hijo. Allí, en la Cruz erigida sobre el Calvario, fue quebrantado el poder del mal por el amor manifiesto de Dios. Es el Padre quien nos concede la verdadera vida a través del sacrificio de su Hijo; una nueva vida, que ya no tiene que esconderse de Dios a causa de sus culpas. “Él mismo cargó nuestros pecados en su cuerpo” (1Pe 2,24), y hemos sido liberados. ¡Hoy es el gran viernes, el viernes santo! Dios, el Bueno, todo lo ha hecho bien (cf. Mc 7,37).
“HÁGASE TU VOLUNTAD”
“¡Abbá, Padre! Todo te es posible, aparta de mí este cáliz; pero que no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mc 14,36).
Estas palabras de Jesús han quedado profundamente marcadas en todos aquellos que han sabido aceptar un sufrimiento de manos del Padre. No es fácil reconocer en ellos su amor paternal, menos aún cuando se trata de sufrimientos que no hemos atraído por nuestra propia culpa. La persona puede encontrarse sumida en una profunda oscuridad y sólo la fe desnuda le ayuda a atravesar aquella situación: la fe en el amor del Padre.
“LA CRUZ ES MI CAMINO HACIA VOSOTROS”
El amor de Dios resplandece incomparablemente en la Cruz: el amor del Padre, que envío a su Hijo para redimirnos; el amor del Hijo a su Padre y a nosotros, los hombres; el amor del Espíritu Santo, quien nos revela más profundamente este acontecimiento de amor y lo actualiza en nosotros.
“¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” –exclama San Pablo (Gal 6,14).
“ADÁN, ¿DÓNDE ESTÁS?”
“El Señor Dios llamó al hombre y le dijo: ‘¿Dónde estás?’” (Gen 3,9)
Esta es la primera palabra que el Padre dirige al hombre después de haber caído éste en el pecado. Expresa todo el amor con que nos busca.
Esta búsqueda de Dios por nosotros continuará hasta que el hombre haya llegado a la eternidad, donde podrá acoger plenamente su amor y pasará de la fe a la visión beatífica.
MIRAR AL PADRE DESDE LA CRUZ DEL MUNDO
“Desde la cruz de este mundo, que causa tanto sufrimiento, elevad conmigo la mirada al Padre” (Palabra interior).
Quien tenga ojos para ver y oídos para oír, ciertamente percibirá que se ciernen tiempos oscuros tanto sobre el mundo como sobre la Iglesia. A causa de la pérdida de fe y la falta de una orientación clara por parte de la Iglesia, son cada vez menos los rayos de luz que brillan sobre el mundo, que con tanta urgencia necesita la luz de la Iglesia. El pecado y la confusión se proliferan. Con frecuencia sucede que ya no se llama al pecado por su nombre e incluso puede producirse una diabólica inversión de valores.
MÁS BRILLANTE QUE MIL SOLES
“Jesús dijo: ‘Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti’” (Jn 17,1).
La hora de Jesús… Es la hora oscura en la que Jesús muestra hasta el extremo su amor al Padre.
Es la hora oscura en la que Jesús busca consuelo en sus discípulos en el huerto de Getsemaní, pero no lo encuentra (Mt 26,36-46).
Es la hora oscura en la que Jesús da su sí definitivo a la voluntad del Padre (Mt 26,42).
“YO SOY EL SANTO EN MEDIO DE TI”
“No ejecutaré el furor de Mi ira; no volveré a destruir a Efraín. Porque Yo soy Dios y no hombre, el Santo en medio de ti, y no vendré con furor” (Os 11,9).
Sin duda muchos actos cometidos por el hombre atraen la ira de Dios, pues Él es misericordioso pero también justo. Recordemos, por ejemplo, cómo Jesús expulsó a los mercaderes del Templo (Jn 2,14-16), porque éstos, en lugar de adorar a Dios, hacían sus negocios en el recinto sacro, contribuyendo así a su profanación.