“Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal 118,105).
“Los hombres tienen que conocerme mejor. Necesitan la llave de David para abrir la puerta de mi corazón, esa llave que mi Hijo obtuvo y concedió a toda la humanidad” (Palabra interior).
“Es necesario que sea conocido, amado y honrado por los hombres, para que, después de haberlos creado, pueda yo ser su Padre, luego su Salvador y finalmente la causa de su felicidad eterna” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
“Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien también hizo el universo” (Hb 1,1-2).
“No tengas miedo de tu debilidad. ¡Yo soy tu fuerza!” (Palabra interior).
“A los que amo, los reprendo y corrijo” (Ap 3,19) –nos dice el Señor en el Libro del Apocalipsis, y es una gracia experimentarlo. En efecto, el amor de nuestro Padre a nosotros no sólo es un amor tierno y cálido que nos da seguridad y nos cobija; sino que es también un amor que nos forma. Él quiere educarnos para que avancemos en el camino espiritual.
“Quiero proteger a la juventud, como un tierno padre (…). ¡Oh, vosotros que estáis especialmente necesitados de alguien que os proteja en la vida, para que podáis evitar el mal, venid a mí! ¡Yo soy vuestro Padre, que os ama más de lo que cualquier otra criatura podrá amaros jamás!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
“Mi alma está unida a ti, porque por ti, Dios mío, mi cuerpo fue lapidado” (Antífona de Laudes para la Fiesta de San Esteban).
“En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él” (1Jn 4,9).