«La tristeza es un gran obstáculo: sofoca la vida, empaña la luz y extingue el fuego del amor» (Juan Taulero).
Los maestros de la vida espiritual nos advierten insistentemente contra los pensamientos lúgubres a los que damos cabida en nuestro interior. Los padres del desierto los designan como “tristitia”, refiriéndose a una tristeza desordenada. Esta es totalmente distinta a la tristeza que podemos sentir por nuestros pecados personales y que lleva al arrepentimiento, o a la tristeza por los pecados del mundo, que nos lleva a orar y sacrificarnos por la humanidad.
