“Mi luz ahuyenta toda oscuridad, hasta el punto de que te duela haber tenido aún el más mínimo pensamiento equivocado” (Palabra interior).
“Mi luz ahuyenta toda oscuridad, hasta el punto de que te duela haber tenido aún el más mínimo pensamiento equivocado” (Palabra interior).
“Deléitate en el Señor,
y él te dará lo que pide tu corazón” (Sal 36,4). leer más
“En ti está la fuente de la vida, y en tu luz vemos la luz” (Sal 36,10). leer más
“¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón” (Sal 24,3-4a).
“Yo soy la verdadera fuente de la Ley, y vosotros debéis reflejarla. Puesto que Yo vengo a confirmaros una vez más que es una Ley del amor, vosotros deberíais ser apóstoles que, inflamados por el amor, busquen almas delicadas y suaves, para que Mi Reino de amor se expanda entre todos los hombres” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). leer más
“Quisiera (…) que puedas dedicar media hora al día para consolarme y amarme” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
La Madre Eugenia, a quien nuestro Padre Celestial dirigió estas palabras, aclara que este deseo del Padre se extiende a todos sus hijos. En efecto, es un gran consuelo para Él que sus hijos se dirijan confiadamente a Él y le dediquen tiempo. El amor necesita este espacio donde se trata de la otra persona, del “tú”; en este caso, de Dios mismo. Recordemos que, conforme al testimonio de los Evangelios, Jesús se retiraba antes del amanecer para estar a solas con su Padre (Mc 1,35). Estos momentos son de inestimable valor: el diálogo íntimo con el Padre, la permanencia con Él.
“Alegraos, justos, y gozad con el Señor,
aclamadlo, los de corazón sincero” (Sal 31,11). leer más
“Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir, fijaré en ti mis ojos” (Sal 31,8).
“Si alguien me honra y confía en mí, haré descender sobre él un rayo de paz en todas sus adversidades, en todas sus angustias, sufrimientos y aflicciones, sean las que fueren; sobre todo si me invoca y me ama como a su Padre” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
“No temas, hijo mío: Yo te protejo como a la niña de mis ojos” (Palabra interior).