Como hemos recordado una y otra vez, el objetivo de nuestras meditaciones cuaresmales es esforzarnos por ser mejores discípulos del Señor. Este llamamiento se dirige a nosotros en tiempos difíciles tanto en la Iglesia como en el mundo, como habíamos observado detalladamente a la luz del discernimiento de los espíritus. Por tanto, el combate espiritual se vuelve ineludible. En este sentido, habíamos reflexionado sobre los diversos elementos de la armadura espiritual descrita por el apóstol san Pablo, con la que hemos de revestirnos para salir a la batalla. Sus consejos concluyen con la exhortación a «orar en todo tiempo movidos por el Espíritu» (Ef 6,18), por lo que en las últimas meditaciones habíamos hablado sobre la oración del corazón y el Santo Rosario. Hoy y mañana queremos profundizar en la Adoración Eucarística: otra arma eficaz en el combate espiritual.
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CUÍDATE DE NO SOLTARTE DE SU MANO
“Eleva una y otra vez tu mirada a Dios para examinar si tus acciones y caminos son rectos a sus ojos. Sobre todo, cuídate de no soltarte de su mano” (San Francisco de Sales).
Este consejo de San Francisco de Sales puede convertírsenos en un buen hábito, que hace surgir un diálogo vivo con nuestro Padre. También podemos preguntarle concretamente y con un corazón libre si hay algo que se interpone entre Él y nosotros, y, en caso de ser así, pedirle que nos lo muestre. Nuestro Padre nos responderá y nos ayudará a remover todo obstáculo, de manera que el amor pueda fluir sin trabas. De esta manera, surgirá una relación de confianza más profunda, marcada por una creciente naturalidad, y desaparecerán los miedos que aún podamos tener.
UN CAMBIO PARA EL MUNDO
“El cambio sólo podrá darse a través de una auténtica conversión y la observancia de mis mandamientos” (Palabra interior).
La solución para que este mundo aún pueda salvarse es divinamente sencilla. Sin embargo, precisamente este requisito parece ser tan difícil para los hombres. ¿Cómo podría producirse un cambio si no es volviendo a Dios? ¿A quién podrían dirigirse si no? ¿Al hombre, a la naturaleza, a sí mismos?
MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: “El Santo Rosario”
En sintonía con la Solemnidad de la Anunciación que celebramos hoy, me gustaría hablar de otra «gran oración» que convendría incluir en nuestra rutina diaria. Ciertamente muchos ya la conocen y practican. Esta oración es un verdadero tesoro en la vida de los fieles, tanto si se reza en comunidad como a solas. Recurro a una meditación del año pasado, para así, en el contexto del combate espiritual, recordar una vez más el valor de esta oración y animar a todos a rezarla diariamente: se trata del Santo Rosario.
En muchas de sus apariciones auténticas, la Virgen María nos dice cuán importante es para ella el rezo del Rosario.
En su libro sobre el Rosario, el teólogo y maestro espiritual Romano Guardini escribe que el Rosario “es una oración que fluye silenciosamente en un marco ordenado”. Con estas palabras, captó con mucha precisión uno de los secretos inherentes a esta oración: a través del Santo Rosario, uno se adentra en un sereno caudal que brota de Dios hacia el hombre, y que, con la respuesta humana de la fe, retorna de vuelta a Dios.
EL MAYOR MÉRITO DEL HOMBRE
“El mayor mérito del hombre es depositar toda su esperanza en Dios” (San Bernardo de Claraval).
Estas palabras de San Bernardo ponen patas arriba la cosmovisión del hombre natural. Todos tenemos la tendencia a basar nuestro valor en lo que poseemos, en lo que sabemos, en lo que logramos. No es tan fácil superarla, porque estamos rodeados por esta mentalidad y necesitamos un proceso hasta poder dar nuestro pleno asentimiento a lo que hoy nos dice San Bernardo.
MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: “La oración del corazón”
“Orad en todo tiempo movidos por el Espíritu” (Ef 6,18).
Estamos llegando al final de los consejos de San Pablo para el combate espiritual. Sin duda, todos los creyentes saben cuán esencial es la oración, sin la cual no puede haber vida espiritual. Si descuidamos la oración, siempre corremos el peligro de que las tentaciones nos venzan más fácilmente, de que aumenten las distracciones y de que la seducción del mundo tenga mayor influencia sobre nosotros. Entonces también somos más débiles y susceptibles a la hora de librar el combate que nos ha sido encomendado con las armas correspondientes.
Si, por el contrario, aprovechamos las ocasiones que nos brinda el Señor para orar, nuestra alma estará preparada y será dócil a la guía del Espíritu Santo. Por medio de la oración, seremos capaces de conquistar fortalezas con el Señor.
LA GRACIA DEL CONOCIMIENTO DE SÍ
“Nadie puede salvarse sin el conocimiento de sí mismo, pues de él se deriva la madre de la salvación: la humildad” (San Bernardo de Claraval).
Todo maestro de la vida espiritual alaba el conocimiento de sí mismo, que, después del conocimiento de Dios, constituye una herramienta indispensable en nuestro camino de seguimiento de Cristo.
MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: “El escudo de la fe y la espada de la Palabra”
“Tomad en todo momento el escudo de la fe, con el que podáis apagar los dardos encendidos del Maligno” (Ef 6,16).
El entrenamiento del Señor para sus fieles, con el fin de que puedan resistir en el combate, continúa hoy con la alusión al escudo de la fe. Es importante que rechacemos de inmediato y con rapidez los dardos del Maligno, incluso cuando quieren penetrar en nosotros a través de los pensamientos. Cuanto más vigilantes seamos, menos podrán atravesarnos y herirnos los pensamientos malos o erróneos. Lo mismo se aplica a las palabras inútiles, ya sean habladas o escritas.
Si usamos el escudo de la fe con la debida atención, este nos enseñará a ni siquiera prestarles oído. ¿Qué provecho puede tener para el alma ocuparse de contenidos que la alejan de Dios? Aquí es importante que renunciemos a una curiosidad falsa que puede seducirnos para prestar oído a cosas innecesarias y hacernos creer que debemos estar informados de todo. Hemos de tomar la firme decisión de dejar entrar en nuestra alma únicamente aquello que realmente sirva al reino de Dios, en la medida en que dependa de nuestra voluntad.
MEDITACIONES PARA LA CUARESMA: “Prontos para proclamar el Evangelio”
Antes de entrar en materia, hagamos un breve repaso de las meditaciones cuaresmales: el espíritu de discernimiento (la discretio) nos urge a enrolarnos conscientemente en el combate espiritual. Quien sigue a Cristo conoce bien este combate. Sin embargo, hay dos circunstancias particulares que debemos tener siempre presentes para que no “luchemos como quien golpea al aire” (cf. 1Cor 9,26):
- El enemigo no solo ataca desde fuera de la Iglesia, sino que también está dentro y tiene amplias zonas bajo su influencia.
- Ha penetrado hasta la jerarquía y, desde la cúpula más alta, intenta imponer su pernicioso rumbo a toda la Iglesia.
Teniendo esto presente, sigamos escuchando las instrucciones de San Pablo para estar preparados para el combate:
“TÚ ERES MÍO”
“En mi amor, he tomado posesión de ti. ¡Tú eres mío!” (Palabra interior).
¡Así de profundo llega el amor de nuestro Padre por nosotros! A su amor no le basta con colmarnos de bendiciones y hacernos saber de todas las maneras posibles cuánto cuida de nosotros y nos protege. No, su amor va mucho más allá. Nuestro Padre quiere unirse a nosotros para siempre y establecer su morada en nuestro interior. Los místicos han descrito esta unificación con Dios en términos sublimes, y a veces ni siquiera encontraban palabras por lo embriagados que estaban de su amor.