Aplicando la «discreción» tal y como se la entiende en la terminología eclesiástica, hemos dirigido nuestra atención en primer lugar a la situación actual de la Iglesia. La meditación de ayer concluyó con algunas reflexiones del filósofo Dietrich von Hildebrand, caracterizado por su don de discernimiento. Sin adoptar posiciones extremas, sí observó con mucha precisión las tendencias nocivas en la Iglesia, sobre todo después del Concilio Vaticano II.
Tanto Hildebrand como otros señalaron que la profusión de acontecimientos negativos posconciliares no podía explicarse simplemente como errores aislados, sino que los enemigos de la Iglesia se propusieron destruirla desde dentro o transformarla en una especie de institución humanitaria. Esto último resulta particularmente peligroso, porque quizá uno no lo nota de inmediato y piensa que se trata de un humanismo cristiano, como sucede con la encíclica Fratelli tutti, que es capaz de confundir a los fieles.