Mi Reino no es de este mundo

Jn 18,33-37

En aquel tiempo, Pilato preguntó a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Respondió Jesús: “¿Dices eso por tu cuenta o es que otros te lo han dicho de mí?” Pilato contestó: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” Respondió Jesús: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí.” Entonces Pilato le dijo: “¿Luego tú eres rey?” Respondió Jesús: “Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.”

Como cristianos, reconocemos al Señor como Rey; un Rey conforme a nuestro corazón. Cuanto más vamos conociendo al Señor, tanto más nos llenamos de gozo por el hecho de que Él sea como es. Un Rey sin sombras; un Rey que nos entrega su Corazón y nosotros el nuestro…

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Los dos testigos

Ap 11,3-12

Me fue dicho a mí, Juan: “Haré que mis dos testigos profeticen, durante mil doscientos sesenta días, cubiertos de sayal.” Ellos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra. Si alguien pretendiera hacerles mal, saldría fuego de su boca y devoraría a sus enemigos; si alguien pretendiera hacerles mal, tendría que morir de ese modo. Estos dos testigos tienen poder de cerrar el cielo para que no llueva los días en que profeticen; tienen también poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y poder de herir la tierra con toda clase de plagas, todas las veces que quieran. Pero cuando hayan dado testimonio, la Bestia que surja del abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará.

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El anuncio puede ser amargo

Ap 10,8-11

La voz del cielo que yo había oído me habló otra vez y me dijo: “Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel, el que está de pie sobre el mar y la tierra.” Fui hacia el ángel y le pedí que me diera el librito. Me respondió: “Toma, devóralo. Te amargará las entrañas, pero te sabrá dulce como la miel.” Tomé el librito de la mano del ángel y lo devoré; y sentí en mi boca el dulzor de la miel. Pero, cuando lo comí, se me amargaron las entrañas. Entonces me dicen: “Tienes que profetizar otra vez contra numerosos pueblos, naciones, lenguas y reyes.”

La Palabra de Dios puede ser dulce como la miel al paladar, sencillamente porque es la verdad. Sin embargo, especialmente para aquellos que la anuncian, puede también ser amarga.

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Digno es el Cordero

Ap 5,1-10

Yo, Juan, vi que el que estaba sentado en el trono sujetaba con su mano derecha un libro, escrito por el anverso y el reverso, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso que proclamaba con voz potente: “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?” Pero nadie era capaz -ni en el cielo ni en la tierra ni bajo tierra- de abrir el libro ni de leerlo. Yo no paraba de llorar, porque no se podía encontrar a nadie digno de abrir el libro ni de leerlo. Pero uno de los Ancianos me dijo: “No llores, pues ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David. Él podrá abrir el libro y sus siete sellos.” Entonces vi, de pie, en medio del trono y de los cuatro Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, que parecía degollado.

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Santa reverencia

Ap 4,1-11

Yo, Juan, miré y vi una puerta abierta en el cielo, y aquella voz que me había hablado antes, parecida al sonido de una trompeta, me decía: “Sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después.” Al instante caí en éxtasis. Vi entonces un trono erigido en el cielo, y a Uno sentado en el trono. El que estaba sentado tenía el aspecto del jaspe y la cornalina. Y su trono estaba nimbado por un arcoiris que parecía una esmeralda. Vi otros veinticuatro tronos alrededor del trono; en ellos estaban sentados veinticuatro Ancianos vestidos de blanco, con coronas de oro sobre sus cabezas. Del trono salen relámpagos y truenos, y se oye un gran estruendo.

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Las iglesias de Sardes y Laodicea

Ap 3,1-6.14-22

Yo, Juan, escuché al Señor que me decía: “Al ángel de la iglesia de Sardes escríbele: Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: conozco tu conducta; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Mantente en vela y reanima lo que te queda, pues está a punto de morir. Pues he descubierto que Dios no considera perfectas tus obras. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, sin que sepas a qué hora caeré sobre ti. Tienes, no obstante, en Sardes unos pocos que no han manchado sus vestidos. Ellos andarán conmigo vestidos de blanco, porque lo merecen. El vencedor será así revestido de blancas vestiduras, y no borraré su nombre del libro de la vida, sino que me declararé a su favor delante de mi Padre y de sus ángeles. El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

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La iglesia de Éfeso y el primer amor

 

Ap 1,1-4;2,1-5a

Revelación de Jesucristo, que le fue confiada por Dios para que manifestase a sus siervos lo que ha de suceder pronto. Él envió a su ángel para dárselo a conocer a su siervo Juan, que ha dado fe de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo: de todo lo que vio. Dichoso el que lea y dichosos los que escuchen las palabras de esta profecía y tengan en cuenta lo escrito en ella, porque el Tiempo está cerca. Juan, a las siete iglesias de Asia: “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es, que era y que va a venir, de parte de los siete Espíritus que están ante su trono.” Escuché al Señor que me decía: “Al ángel de la iglesia de Éfeso, escríbele: Esto dice el que tiene las siete estrellas en su mano derecha, el que camina entre los siete candeleros de oro. Conozco tu conducta: tus fatigas y tu paciencia.

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La virtud de la fortaleza

Para avanzar en la vida espiritual es esencial obedecer al Espíritu Santo. Él es nuestro guía y maestro interior. Cuando nos familiarizamos con Él y aprendemos a escuchar y seguir cada vez mejor su voz, nuestro camino espiritual puede volverse más ligero y ágil.

Después de que el Espíritu Santo nos ha conducido a la primera conversión (me refiero a aquel momento crucial en que se toma la clara decisión de seguir a Jesús y no anteponerle nada, a diferencia de una actitud indecisa e indiferente hacia Dios), Él seguirá llevando a cabo su obra en nuestro interior (Véase la conferencia del Hno. Elías “El camino de la primera a la segunda conversión”: https://www.youtube.com/watch?v=Zn5k-uC4ko8&t=3742s).

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La buena nueva para la humanidad

Is 61,1-3 (Lectura correspondiente a la memoria de San Martín de Tours)

El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, a curar a los de corazón quebrantado, a proclamar el perdón a los cautivos, la libertad a los prisioneros, y a pregonar el año de gracia del Señor,
el día de la venganza de nuestro Dios. El Señor me ha enviado a consolar a los afligidos,
los afligidos de Sión, a cambiar su ceniza en diadema, sus lágrimas en aceite perfumado de alegría y su abatimiento, en cánticos.
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Obediencia a los profetas

1 Re 17,8-16

En aquellos días, el Señor dirigió esta palabra a Elías: “Vete a Sarepta de Sidón y establécete allí, pues yo he ordenado a una viuda de allí que te provea de alimento”. Se preparó y fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba recogiendo leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para beber”. Mientras ella iba a traérselo, la llamó y le dijo: “Tráeme, por favor, un pedazo de pan”. Pero ella respondió: “Por vida del Señor, tu Dios, que no me queda pan cocido. Sólo tengo un puñado de harina en la orza y un poco de aceite en la aceitera. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos”.

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