EL TESORO DE SU AMOR

“Nuestro buen Dios tiene el ardiente deseo de concedernos el gran tesoro de su amor, pero quiere que se lo pidamos suplicantes y que actuemos de tal manera que cada obra que realicemos sea una súplica que implore ese amor” (Santa Teresa Margarita Redi)

Debemos suplicar fervorosa e insistentemente al Padre para que pueda cumplirse su deseo de concedernos el gran tesoro de su amor, como sugiere la frase de la santa que acabamos de escuchar.

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LA HORA DE LA CONFIANZA

“Cuando un alma se acerca a mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que no puede contenerlos dentro de sí mismo, sino que las irradia sobre otras almas. A las personas que difunden la devoción a mi Misericordia las protejo durante toda su vida como una madre amorosa protege a sus hijos; y a la hora de su muerte no seré su juez sino su redentor misericordioso (…). Los pecados que más me hieren son los de desconfianza” (Jesús a Sor Faustina Kowalska)

“De tal padre, tal hijo” –dice el refrán.

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Morir al pecado

NOTA: Escucharemos hoy la lectura prevista para este domingo en el calendario tradicional.

Rom 6,3-11

¿No sabéis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados para unirnos a su muerte? Pues fuimos sepultados juntamente con él mediante el bautismo para unirnos a su muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva. 

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SANTIFICADO SEA TU NOMBRE

En el Mensaje a la Madre Eugenia, el Padre plantea la siguiente pregunta en relación con la primera petición que expresamos cada día en el Padre Nuestro: “¿Mi Nombre es santificado?”

Si profundizamos en esta cuestión, ciertamente constataremos enseguida que su Nombre no es santificado como merece. Para muchas personas, es mucho más difícil reconocer a Dios como amoroso Padre que sentirlo como el Creador o tener una vaga intuición de un ser superior u otras concepciones esotéricas que lo definen como una fuerza y energía que todo lo atraviesa, entre muchas otras ideas imperfectas, erradas y falsas de Dios.

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El valor objetivo de una bendición

Gen 27,1-5.15-29

Isaac había envejecido y ya no veía bien por tener debilitados sus ojos. Un día llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: “¡Hijo mío!” Él respondió: “¿Qué deseas?” “Mira -dijo-, me he hecho viejo e ignoro el día de mi muerte. Así que toma tus saetas, tu aljaba y tu arco; sal al campo y me cazas alguna pieza. Luego me haces un guiso suculento, como a mí me gusta, y me lo traes para que lo coma, a fin de bendecirte antes de morir.” Pero Rebeca estaba escuchando la conversación de Isaac con su hijo Esaú.

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LO MÁS GRANDE QUE PUEDE SUCEDER

“No hay nada más grande que cuando el hombre vuelve a Dios y experimenta y acoge su amor” (Palabra interior).

Aún está pendiente el gran retorno de los hombres a la casa del Padre Celestial. Por tanto, la humanidad no ha alcanzado todavía su meta. La Voluntad del Padre aún no se cumple en la tierra como en el cielo, tal como Él lo desea. Muchas personas ni siquiera saben que hay un Creador, y menos aún que este Creador es su amoroso Padre, que no tiene mayor deseo que el de que su hijo retorne a Él.

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LA SUAVIDAD PUEDE CONQUISTAR CORAZONES 

“La suavidad, que es obra del Espíritu Santo, puede conquistar más corazones que la dureza” (Palabra interior).

¿No es así como nos trata nuestro Padre Celestial? ¿No exhala esta suavidad todo su Mensaje a la Madre Eugenia?

Sin embargo, la suavidad no debe confundirse con una falsa condescendencia ni mucho menos con una falta de firmeza. Antes bien, la suavidad está firme en el amor y es fruto del Espíritu Santo. Por eso puede actuar más fácilmente en los corazones que la dureza, que más bien causa miedo e intimida el alma. Sin duda, a veces es inevitable aplicar una cierta dureza, y entonces también ésta es buena. Pero la suavidad en el trato con las personas, sin perder la firmeza, tendrá un efecto duradero en el corazón, y éste recordará con agrado este suave influjo sobre él.

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Jesús perdona los pecados

Mt 9,1-8

En aquel tiempo, Jesús subió a una barca, cruzó de nuevo el mar y llegó a su ciudad. Entonces, le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados.” Entonces algunos escribas dijeron para sus adentros: “Éste blasfema”. 

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