Edificar la casa sobre la confianza en Dios

Mt 7,21-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’ Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.

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DIGNO ES EL CORDERO 

“[El Cordero] se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono” (Ap 5,7).

Previo a esta escena, el vidente del Apocalipsis había constatado que nadie, ni en el cielo ni en la tierra, era digno de abrir el libro que estaba en la mano derecha del que estaba sentado en el trono, ni de romper sus sellos (v. 3).

Juan lloraba mucho por esto (v. 4).

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El cumplimiento de la promesa

Is 25,6-10a

Sobre este monte, el Señor Todopoderoso preparará para todos los pueblos un banquete de manjares especiales, un banquete de vinos añejos, de manjares especiales y de selectos vinos añejos. Sobre este monte rasgará el velo que cubre a todos los pueblos, el manto que envuelve a todas las naciones. Devorará a la muerte para siempre; el Señor omnipotente enjugará las lágrimas de todo rostro, y quitará de toda la tierra el oprobio de su pueblo. El Señor mismo lo ha dicho. En aquel día se dirá: “¡Sí, este es nuestro Dios; en él confiamos, y él nos salvó! ¡Este es el Señor, en él hemos confiado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación!”  La mano del Señor se posará sobre este monte.

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LA ADORACIÓN DEL PADRE 

“Sin descanso repiten día y noche: ‘’Santo, santo, santo es el Señor, el Dios Todopoderoso, el que era, el que es, el que va a venir’” (Ap 4,8). 

Así describe San Juan la adoración de nuestro Padre en su Trono celestial. En la visión apocalíptica, el Apóstol vio veinticuatro ancianos y cuatro vivientes que alababan sin cesar la gloria de Dios.

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Los corazones sencillos

Lc 10,21-24

En aquel tiempo, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.” Y volviéndose hacia los discípulos les dijo aparte: “Bienaventurados los ojos que ven lo que estáis viendo. Pues os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron; y oír lo que estáis oyendo y no lo oyeron.” leer más

“ROMPISTE MIS CADENAS” 

“Tú, Señor, has roto mis cadenas” (Sal 115,16c).

¡Cuán infinitamente profunda es nuestra Redención! ¡Qué inmensa libertad nos trae!

Por el contrario, ¡cuánto nos ata el pecado! ¡Cuánto nos apegamos a esta vida pasajera! ¡Cuántas veces estamos cautivos en nosotros mismos, sin atrevernos a poner nuestra vida enteramente en manos de Dios y vivirla así en plenitud!

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Requisitos para la verdadera paz

Is 2,1-5

Visión que tuvo Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén. Sucederá en días futuros: el monte de la Casa del Señor se afianzará en la cima de los montes, se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, acudirán pueblos numerosos. Dirán: “Venid, subamos al monte del Señor, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos.” Pues de Sión saldrá la Ley, de Jerusalén la palabra del Señor. Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará la espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra. Adelante, Casa de Jacob, caminemos a la luz del Señor.

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“¿CÓMO PAGARÉ AL SEÑOR?” 

“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Sal 115,12).

Si interiorizáramos estas palabras del salmo e intentáramos responder a la pregunta que aquí se plantea, nos quedaría claro que es imposible retribuirle a nuestro Padre –ni siquiera remotamente– todo su inconmensurable amor y cuidado hacia nosotros. ¡Siempre somos nosotros los agasajados y bendecidos por Él! Aunque amásemos a Dios con todo nuestro corazón, su amor seguiría siendo más grande.

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Tú, Señor, eres nuestro Padre

Is 63,16b-17.19b;64,2b-7

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es “Nuestro redentor”. Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Bajaste y los montes se derritieron con tu presencia, jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él.

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