Luz de las naciones

Hch 13,46-49 (Lectura correspondiente a la memoria de los Santos Cirilo y Metodio)

En aquellos días, Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron a los judíos: “A vosotros debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazáis y no os consideráis dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. Así nos ha ordenado el Señor: ‘Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra’.” Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe. Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región.

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La confianza en Dios es nuestra respuesta de amor

Jer 17,5-8

Esto dice el Señor: “Maldito quien confía en el hombre y hace de las creaturas su apoyo, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, y no verá el bien cuando viniere; habitará en los sequedales del desierto, en tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor, pues no defraudará su confianza. Será como un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces. No temerá cuando llegue el calor, su follaje estará frondoso; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto.”

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¡Todo procede de Él!

1Re 12,26-32; 13,33-34

En aquellos días, Jeroboán se puso a pensar: “Ahora podría volver el reino a la casa de David. Si el pueblo continúa subiendo para ofrecer sacrificios en el templo de Yahvé en Jerusalén, el corazón del pueblo se volverá a su señor, a Roboán, rey de Judá, y me matarán.” Tras tomar consejo el rey, fabricó dos becerros de oro, y dijo al pueblo: “Basta ya de subir a Jerusalén. Éste es tu dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto.”

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La división como consecuencia del pecado

1Re 11,29-32.12,19 

Un día, salió Jeroboán de Jerusalén, y el profeta Ajías de Siló le salió al encuentro cubierto con un manto nuevo. Estando los dos solos en campo abierto, Ajías tomó el manto nuevo que llevaba puesto, lo rasgó en doce jirones y dijo a Jeroboán: “Toma diez jirones para ti, porque así dice Yahvé, Dios de Israel: Rasgaré el reino de manos de Salomón y te daré diez tribus. La otra tribu será para él, en atención a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que me elegí entre todas las tribus de Israel.” Así fue como Israel se rebeló contra la casa de David, hasta el día de hoy.

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Advertencia para las relaciones humanas

1Re 11,4-13

Siendo ya anciano, las mujeres de Salomón desviaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no perteneció por entero a Yahvé su Dios, como el corazón de David, su padre. Salomón marchaba tras Astarté, diosa de los sidonios, y tras Milcón, abominación de los amonitas. Salomón hizo lo que Yahvé reprobaba, y no se mantuvo del todo al lado de Yahvé, como David su padre.

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Un corazón puro

Mc 7,14-23

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: “Oídme todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; lo que realmente contamina al hombre es lo que sale de él. Quien tenga oídos para oír, que oiga.” Cuando dejó a la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron sobre la parábola. Él les dijo: “¿Conque también vosotros carecéis de inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que entra de fuera en el hombre no puede contaminarle, pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al excusado?” –así declaraba puros todos los alimentos.

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La reverencia ante Dios

1Re 8,22-23.27-30 

En aquellos días, Salomón se puso frente al altar de Yahvé, frente a toda la asamblea de Israel, extendió las manos al cielo y dijo: “Yahvé, Dios de Israel, no hay Dios como tú arriba en los cielos ni abajo en la tierra, tú que guardas la alianza y la fidelidad a tus siervos que caminan ante ti de todo corazón. ¿Habitará Dios con los hombres en la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte, ¡cuánto menos este templo que yo te he construido!

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Deshaceos de la servidumbre tiránica

En tiempos como los que estamos viviendo, con la incertidumbre de lo que pueda traer el futuro y con la amenaza de un espíritu que se cierne como una sombra sobre muchas personas, se vuelven particularmente importantes y actuales los temas como la confianza y la libertad, si bien éstos son siempre elementales para la vida cristiana. Por eso, el pasaje que escucharemos hoy del “Mensaje del Padre” a Sor Eugenia Ravasio se presta especialmente para la situación actual, que a no pocas personas les resulta como una pesadilla. Sin embargo, esta crisis puede servirnos para aferrarnos más profundamente a Dios y crecer espiritualmente. De esta manera, puede alcanzarse una gran libertad, como la que tenían los mártires, cuya confianza y cuyo amor vencieron incluso el miedo a la muerte, por gracia de Dios.

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Fidelidad a la Tradición

1Cor 15,1-11 

Hermanos, quiero traeros a la memoria el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el que permanecéis firmes; y el que os salvará, si lo guardáis tal como os lo prediqué. Si no, ¡habríais creído en vano! En primer lugar os transmití lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; que después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los que todavía la mayor parte viven, aunque otros ya murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, que soy como un aborto.

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La valentía y el espíritu de fortaleza

Lc 9,23-26 (Lectura correspondiente a la memoria de Santa Águeda)

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles.”

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