Resistir a las dudas

St 1,1-11

Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a las doce tribus de la Dispersión. Hermanos míos, sentíos realmente dichosos cuando os veáis rodeados por toda clase de pruebas, pues sabéis que la calidad probada de vuestra fe produce paciencia. Pero la paciencia ha de culminar en una obra perfecta, para que seáis perfectos e íntegros, sin que dejéis nada que desear.

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DAD GRACIAS CON ALEGRÍA

“Dad gracias con alegría al Padre que os hizo dignos de participar en la herencia de los santos en la luz” (Col 1,11c-12).

Cuando contemplamos las obras de la Creación y la obra de la Redención, nuestra mirada se eleva al Padre Celestial y nos vemos impulsados a darle gracias; más aún, a darle gracias con alegría, como nos exhorta San Pablo.

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LA VICTORIA DEL AMOR

Antes de que llegue la hora de su Pasión, Jesús se dirige al Padre y le dice: “Yo te glorifiqué en la tierra habiendo terminado la obra que me diste que hiciera.” (Jn 17,4).

Jesús actúa en Nombre del Padre Celestial y nos muestra así hasta qué punto Él se preocupa por nuestra salvación, entregándonos su amor hasta el extremo: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único” (Jn 3,16). ¡Esta es la gran obra de la Redención!

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Todo procede de Él!

1Re 12,26-32; 13,33-34

En aquellos días, Jeroboán se puso a pensar: “Ahora podría volver el reino a la casa de David. Si el pueblo continúa subiendo para ofrecer sacrificios en el templo de Yahvé en Jerusalén, el corazón del pueblo se volverá a su señor, a Roboán, rey de Judá, y me matarán.” Tras tomar consejo el rey, fabricó dos becerros de oro, y dijo al pueblo: “Basta ya de subir a Jerusalén. Éste es tu dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto.” Instaló uno en Betel y el otro en Dan. Esto incitó a pecar a Israel, porque unos iban a Betel y otros a Dan. Construyó también lugares de culto en los altos e instituyó sacerdotes del común del pueblo, que no eran descendientes de Leví.

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LA DELICADEZA DEL AMOR

Vivir en una íntima relación con Dios Padre, tal como Él la desea e incluso la pide, conlleva una gran responsabilidad de nuestra parte. Pensemos en los sacerdotes, a quienes les ha sido encomendado el gran tesoro de los sacramentos. Fijémonos especialmente en el más grande de ellos, el Cuerpo de Cristo presente en el Sacramento del Altar. ¿Cómo lo trata el sacerdote? ¿Con suma reverencia y respeto o con cierta indiferencia y descuido? De alguna manera, podríamos decir que el Señor se entrega en sus manos, y él, por su parte, debe tener mucha delicadeza para corresponder de forma apropiada a la confianza que se le brinda.

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La división como consecuencia del pecado

1Re 11,29-32.12,19

Un día, salió Jeroboán de Jerusalén, y el profeta Ajías de Siló le salió al encuentro cubierto con un manto nuevo. Estando los dos solos en campo abierto, Ajías tomó el manto nuevo que llevaba puesto, lo rasgó en doce jirones y dijo a Jeroboán: “Toma diez jirones para ti, porque así dice Yahvé, Dios de Israel: Rasgaré el reino de manos de Salomón y te daré diez tribus. La otra tribu será para él, en atención a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que me elegí entre todas las tribus de Israel.” Así fue como Israel se rebeló contra la casa de David, hasta el día de hoy.

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DIOS ME CONFORTA

“Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Fil 4,13).

Con estas palabras, San Pablo expresa cómo en todas las situaciones de su vida apostólica encontraba una salida porque sabía afrontarlas en el Señor. Así, nos da también a nosotros el sabio consejo de confiar firme e inquebrantablemente en Dios.

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¡Que nunca decaiga la vigilancia!

1Re 11,4-13

Siendo ya anciano, las mujeres de Salomón desviaron su corazón tras otros dioses, y su corazón no perteneció por entero a Yahvé su Dios, como el corazón de David, su padre. Salomón marchaba tras Astarté, diosa de los sidonios, y tras Milcón, abominación de los amonitas. Salomón hizo lo que Yahvé reprobaba, y no se mantuvo del todo al lado de Yahvé, como David su padre. Por entonces Salomón edificó un altar a Camós, abominación de Moab, sobre el monte que está frente a Jerusalén, y a Milcón, abominación de los amonitas. Lo mismo hizo con todas sus mujeres extranjeras, que quemaban incienso y sacrificaban a sus dioses.

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EL PADRE SE DIRIGE A LA JUVENTUD

Servir a nuestro Padre Celestial significa tener parte en su amorosa preocupación por los hombres. Él no excluye a nadie de su amor. Sin embargo, el hombre mismo puede cerrarse a este amor. Precisamente esto es lo que el Padre quiere evitar, y para ello llama a sus “apóstoles” a dar auténtico testimonio de Él. 

Su mirada de amor se posa hoy sobre la juventud, que fácilmente se deja engañar por falsos ideales:

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