Sanación interior en Dios (Parte VI)

Como vemos, son diversas las posibilidades que Dios nos ofrece en el seguimiento de Cristo para la sanación de nuestra alma. El camino de santificación al que todos estamos llamados quiere conducirnos a la comunión total con Dios que alcanzará su plenitud en la eternidad. Cuando nuestra alma herida esté totalmente sanada y transformada, ya no habrá nada que nos separe de Dios. Estaremos totalmente unificados con Él en el amor y viviremos la visión beatífica, es decir, lo veremos tal cual es. Todo esto lo haremos en comunión con los santos ángeles y con todas aquellas personas que han sido acogidas en la gloria celestial. Entonces, el hombre habrá llegado a su destino eterno.

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Sanación interior en Dios (Parte V)

La oración

Gracias a la fe, a la Palabra de Dios, al perdón de los pecados y al poder sanador de los sacramentos, el hombre es rescatado de su perdición y conducido hacia una creciente cercanía con Dios. Su presencia sanadora y fortificante en el alma hace que en ella se despliegue la nueva vida de Dios. Esta vida nueva, que restaura en el hombre la imagen de Dios, necesita alimento diario para poder crecer y madurar. Este alimento nos lo proporciona el Señor a través de los diferentes medios que hemos meditado durante los últimos días y, de forma eminente, mediante una vida de oración.

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Sanación interior en Dios (Parte IV)

La Santa Misa y la Adoración eucarística

La fe restaura nuestra verdadera relación con Dios y la Palabra de Dios la alimenta, concediéndonos cada vez más profundamente la luz de la verdad y señalándonos una y otra vez el camino. En el perdón de los pecados, Dios abre de par en par las puertas de su corazón para nosotros y podemos experimentar su indecible misericordia. Al experimentar el amor de Dios a través del sacramento del Bautismo y de la Penitencia, el alma empieza a sanar las consecuencias de haberse alejado de Él. Ya no vive sumida en tinieblas y, a pesar de todos los combates que aún debe afrontar, ha hallado el camino para ser receptiva a la gracia de Dios y acoger así su bondad sanadora. Esta nueva vida que ha comenzado es realmente distinta, una vida que devuelve al hombre su originaria hermosura y dignidad.

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Sanación interior en Dios (Parte III)

El perdón

Gracias al don de la fe, se despierta en el hombre la consciencia de su destinación eterna. La Palabra de Dios lo alimenta día a día, ilumina su entendimiento y ahuyenta las tinieblas de la ignorancia y el error.

Pero para que esto surta efecto en lo más profundo de su ser, es necesario que sus culpas hayan sido perdonadas, ya que constituyen un peso en su vida y oscurecen su relación con Dios.

A través de la Muerte y Resurrección de su Hijo, Dios ofrece al hombre el perdón de sus culpas. ¡Es un acto de infinito amor y misericordia, en el que Dios mismo asume las culpas de la humanidad para levantar al hombre caído!

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“Sanación interior en Dios” (Parte II)  

La sanación a través de la Palabra de Dios

Ayer empezamos a abordar el proceso de sanación que inicia cuando se acoge la fe, que abarca a la persona en su integridad. Gracias a la fe, que es nuestra respuesta al amor de Dios que tanto nos había buscado, se activa la vocación trascendente de nuestra vida. Se restablece una relación consciente con Dios y la vida divina puede infundirse en nosotros.

Al hablar de fe, es importante hacer énfasis en que se trata de la verdadera fe, es decir, la que se nos transmite a través de la Sagrada Escritura, la Tradición y el auténtico Magisterio de la Iglesia. Esto no significa que otras religiones no puedan albergar ciertos elementos de verdad. Sin embargo, también contienen muchos errores y carencias en lo referente al conocimiento de Dios, por lo que no pueden considerarse caminos de salvación ni son capaces de sanar el alma como solo puede hacerlo el camino de la auténtica fe en Jesucristo. ¡A este camino Dios llama a todos los hombres!

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Sanación interior en Dios (Parte I)

A partir de hoy, me gustaría abordar en las meditaciones diarias un tema que me parece particularmente importante en estos tiempos, ya que muchas personas buscan sanación y a menudo recurren a métodos cuestionables y dudosos. Se trata de la sanación interior.

En este contexto, cabe señalar que, como cristianos, no podemos emplear cualquier método curativo que se nos ofrezca sin antes haberlo sometido a un discernimiento, sobre todo si está relacionado con otra religión o emplea métodos psicotécnicos del ámbito esotérico.

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María: Esposa del Espíritu Santo

Amada Virgen: ¡Cuántas manifestaciones del amor resplandecen en ti!

En relación con el Padre, te vemos como una amorosa hija; para el Hijo eres madre y discípula; al Espíritu Santo te une un amor esponsal.

Si ya aquí, en nuestra realidad terrenal, nos conmueve el tierno amor de una esposa humana, y podemos observar cómo ella florece y le dirige todo su corazón y su atención a su esposo, ¡cuánto más sucede así contigo, siendo así que tu Esposo es el Espíritu Santo mismo!

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María: Madre del Hijo

¡Cuán excelsa es la elección que te fue concedida, amada Madre de nuestro Señor Jesucristo!

Con asombro constatamos que no sólo te fue confiado el mismo Hijo de Dios; sino también todos aquellos que le pertenecen y entonan el cántico de los redimidos (cf. Ap 14,3). Y más aún: tú eres Madre de todos los hombres, y te conviertes en luz y consuelo para los que retornan a casa.

Muchas personas acuden llenas de confianza a ti y apelan a tu Corazón de Madre, porque entienden que tu Hijo divino escucha tus súplicas.

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María: Hija del Padre

¿Podría uno imaginar una hija del Padre Celestial más encantadora que tú, amada Virgen María?

Una hija que embelesa tanto a su Padre que Él le confía lo más precioso: su amado Hijo.

No, no puede haber alguien que se te iguale.

Tú eres aquella a la que el Señor ha elegido. Sólo Dios, el Santo, conoce toda tu belleza, con la que Él mismo te adornó; y sabe con cuánta alegría y ternura colmaste Su Corazón, viéndote en el esplendor de Su gracia.

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El Señor lidera la guerra

Dt 31,1-8

Moisés dijo estas palabras a los israelitas: “Tengo hoy ciento veinte años. Ya no puedo seguir como jefe. Además Yahvé me ha dicho: Tú no pasarás este Jordán. Yahvé tu Dios será el que pase delante de ti; él destruirá ante ti esas naciones y las desalojará. Será Josué quien pase delante de ti, como ha dicho Yahvé. Yahvé las tratará como ha tratado a Sijón y a Og, reyes amorreos, y a su país, a los cuales ha destruido. Yahvé os los entregará, y vosotros los trataréis exactamente conforme a la orden que yo os he dado. ¡Sed fuertes y valerosos!, no temáis ni os asustéis ante ellos, porque es Yahvé tu Dios el que marcha contigo: no te dejará ni te abandonará.”

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