Nadie puede arrebatarlas de mi mano

Jn 10,22-30

Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: “¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.” Jesús les respondió: “Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.”

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La guía del Espíritu Santo

Hch 11,1-18

En aquellos días, los apóstoles y los hermanos residentes en Judea oyeron que también los gentiles habían aceptado la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a Jerusalén, los (partidarios) de la circuncisión se lo reprochaban, diciéndole: “Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos.” Pedro entonces se puso a explicarles todo punto por punto: “Estaba yo en oración en la ciudad de Jope, cuando tuve una visión en éxtasis: un objeto parecido a un gran lienzo, atado por las cuatro puntas, bajaba del cielo y llegó hasta mí. Lo miré atentamente y vi en él cuadrúpedos, bestias, reptiles y aves.

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Los pastores deben estar vigilantes

Jn 10,11-18

En aquel tiempo, dijo Jesús: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, que no es propietario de las ovejas, abandona las ovejas y huye, cuando ve venir al lobo; y el lobo hace presa en ellas y las dispersa. Como es asalariado, no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí; del mismo modo, el Padre me conoce y yo conozco a mi Padre, y doy mi vida por las ovejas.

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El Espíritu da vida

Jn 6,60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírle, dijeron: “Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?” Pero Jesús, sospechando que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: “¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?… El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.

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El gran milagro de la conversión

Hch 9,1-20

En aquellos días, Saulo no desistía de su rabia, proyectando violencias y muerte contra los discípulos del Señor. Se presentó al sumo sacerdote y le pidió poderes escritos para las sinagogas de Damasco, pues quería detener a cuantos seguidores del Camino encontrara, hombres y mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén. Mientras iba de camino, ya cerca de Damasco, le envolvió de repente una luz que venía del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Preguntó él: “¿Quién eres tú, Señor?” Y él respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Ahora levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer.”

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El Padre atrae a los hombres

Jn 6,44-51

En aquel tiempo, Jesús dijo a la muchedumbre: “Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envía no lo atrae; y yo le resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre; el único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. En verdad, en verdad os digo que el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron; éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera. Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne, para vida del mundo.”

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Yo soy el pan de la vida

Jn 6,35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed. Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis. Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Ésta es la voluntad de mi Padre: que quien vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna, y que yo le resucite el último día.”

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El hambre espiritual

Jn 6,30-35

En aquel tiempo, la gente dijo a Jesús: “¿Qué signo haces para que, al verlo, creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: ‘Pan del cielo les dio a comer’.” Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.” Entonces le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan.” Les dijo Jesús: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed.”

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Valiosas enseñanzas de Jesús

Jn 6,22-29

Después de que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar vio que allí no había más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que éstos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades, cerca del lugar donde habían comido pan.

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Obstáculos para la fe

Lc 24,35-48

En aquel tiempo, los discípulos que habían regresado de Emáus contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban comentando todo esto, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz con vosotros.” Sobresaltados y asustados, creyeron ver un espíritu. Pero él les dijo: “¿Por qué os turbáis? ¿Por qué alberga dudas vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.” Y dicho esto, les mostró las manos y los pies. 

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