El combate en lo que miramos

Retomemos una vez más la meditación de estas palabras de San Antonio Abad:

“El que está sentado en el desierto y procura tener el corazón calmado, ha quedado a salvo de tres combates: el de la escucha, el del habla y el de la vista. Sólo le queda un combate por librar: la lucha contra la impureza.”

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El combate en lo que hablamos

En la meditación de hoy, continuamos con el tema que habíamos iniciado ayer, en la memoria de San Antonio Abad. Volvamos a escuchar las palabras de este padre del desierto, para seguir describiendo el combate que los cristianos estamos llamados a librar:

“El que está sentado en el desierto y procura tener el corazón calmado, ha quedado a salvo de tres combates: el de la escucha, el del habla y el de la vista. Sólo le queda un combate por librar: la lucha contra la impureza.”

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El combate en lo que escuchamos

Ef 6,10-13.18 (Lectura correspondiente a la memoria de San Antonio Abad)

Hermanos, fortaleceos por medio del Señor, de su fuerza poderosa. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no va dirigida contra simples seres humanos, sino contra los principados, las potestades, los dominadores de este mundo tenebroso y los espíritus del mal que están en el aire. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día funesto; y manteneros firmes después de haber vencido todo. Manteneos siempre en la oración y en la súplica, orando en toda ocasión por medio del Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos.

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Dios ve el corazón

1Sam 16,1-13

En aquellos días, dijo Yahvé a Samuel: “¿Hasta cuándo vas a estar llorando por Saúl, después que yo lo he rechazado como rey de Israel? Llena tu cuerno de aceite y prepárate. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí.” Samuel replicó: “¿Cómo voy a ir? Se enterará Saúl y me matará.” Respondió Yahvé: “Lleva contigo una becerra y di que has ido a sacrificar a Yahvé. Invitarás a Jesé al sacrificio y yo te diré lo que tienes que hacer. Y me ungirás a aquel que yo te diga.”

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La vida de los ermitaños

En el calendario tradicional, se celebra hoy la memoria de San Pablo, el ermitaño. Escucharemos, pues, la lectura propia para esta ocasión. Si alguien prefiere una meditación que corresponda al calendario actual, puede encontrarla en este enlace: http://es.elijamission.net/el-ayuno/

Fil 3,7-12

Lo que antes consideré ganancia, lo tengo ahora por pérdida a causa de Cristo. Es más, considero que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor.

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El cuerpo: templo del Espíritu Santo

1Cor 6,13c-20 (Lectura en el Novus Ordo)

Hermanos: el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Voy, entonces, a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: “Los dos se harán una sola carne”. Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él.

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Poder y autoridad

1Sam 9,1-4.17-19; 10,1a (Lectura en el Novus Ordo)

Había un hombre de Benjamín, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Bekorat, hijo de Afiaj. Era un benjaminita y hombre bien situado. Tenía un hijo llamado Saúl, joven aventajado y apuesto. Nadie entre los israelitas le superaba en gallardía; de los hombros arriba aventajaba a todos.

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Sólo Dios es nuestro Rey

1Sam 8,4-7.10-22a (Lectura en el Novus Ordo)

Se reunieron todos los ancianos de Israel y se fueron donde Samuel a Ramá, y le dijeron: “Mira, tú te has hecho viejo y tus hijos no siguen tu camino. Por tanto, asígnanos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones.” Samuel, disgustado porque le habían pedido un rey para que los juzgase, oró a Yahvé. Pero Yahvé dijo a Samuel: “Haz caso a todo lo que el pueblo te dice. Piensa que no te han rechazado a ti, sino a mí, pues no quieren que reine sobre ellos.” Samuel repitió todas estas palabras de Yahvé al pueblo que le pedía un rey. Les dijo: “Éste es el fuero del rey que va a regir sobre vosotros.

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Creer, escuchar y hacer la Voluntad de Dios

Mc 1,40-45 (Lectura en el Novus Ordo)

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso que, rogándole de rodillas, le decía: “Si quieres, puedes limpiarme”. Y, compadecido, extendió la mano, le tocó y le dijo: “Quiero, queda limpio”. Y al instante desapareció de él la lepra y quedó limpio. Enseguida le conminó y le despidió. Le dijo: “Mira, no digas nada a nadie; pero anda, preséntate al sacerdote y lleva la ofrenda que ordenó Moisés por tu curación, para que les sirva de testimonio”. Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a proclamar y a divulgar la noticia, hasta el punto de que ya no podía entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios. Pero acudían a él de todas partes.

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La oración y la ‘celda interior´

Mc 1,29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y le hablaron de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre desapareció, y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron a todos los que se encontraban mal y a los endemoniados. La población entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Pero no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

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