¡Ahora estás aquí, Niño Divino!
¿Qué te movió a venir donde nosotros, a un mundo tan hostil?
La razón sólo puede estar en Tu inconmensurable amor a nuestro Padre Celestial, y en Tu infinito amor a nosotros, los hombres.
¡Ahora estás aquí, Niño Divino!
¿Qué te movió a venir donde nosotros, a un mundo tan hostil?
La razón sólo puede estar en Tu inconmensurable amor a nuestro Padre Celestial, y en Tu infinito amor a nosotros, los hombres.
Rom 16,25-27
Gloria al que tiene el poder de confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio oculto por los siglos eternos, pero ahora manifestado a través de las Escrituras proféticas conforme al designio del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para la obediencia de la fe. ¡A Dios, el único sabio, a Él la gloria por medio de Jesucristo por los siglos de los siglos! Amén.
Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
Oh Rey de las naciones y Deseado de los pueblos,
Piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo:
ven y salva al hombre,
que formaste del barro de la tierra.
Oh Amanecer,
Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia:
ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel;
que abres y nadie puede cerrar;
cierras y nadie puede abrir:
ven y libra a los cautivos
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Oh Raíz de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos;
ante quien los reyes enmudecen,
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más.
Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:
ven a librarnos con el poder de tu brazo. leer más
Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín,
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:
ven y muéstranos el camino de la salvación.
Eclo 48,1-15
Entonces surgió el profeta Elías como un fuego, su palabra quemaba como antorcha. Él atrajo sobre ellos el hambre y con su celo los diezmó. Por la palabra del Señor cerró los cielos, e hizo también caer fuego tres veces. ¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos!, ¿quién puede vanagloriarse de ser como tú? Tú que despertaste a un cadáver de la muerte y del abismo, por la palabra del Altísimo; que hiciste caer a reyes en la ruina, y a hombres insignes fuera de su lecho; oíste en el Sinaí la reprensión, y en el Horeb los decretos de castigo; ungiste reyes para tomar venganza, y profetas para ser tus sucesores; en torbellino de fuego fuiste arrebatado, en carro de caballos ígneos; fuiste designado en los reproches futuros, para calmar la ira antes que estallara, para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y restablecer las tribus de Jacob.