EL TIEMPO APREMIA

“Las almas necesitan ser tocadas con ciertas caricias divinas y el tiempo apremia. ¡No temáis nada! ¡Yo soy vuestro Padre! Yo os ayudaré en vuestros esfuerzos y en vuestro trabajo” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

El tiempo apremia y los hombres han de enterarse del amor que Dios les tiene. Cada día que pasa sin que las personas vivan en la dichosa certeza de saberse amadas por Dios, es un día que carece de lo esencial.

La paciencia de nuestro Padre Celestial que nos espera y la urgencia del amor que empuja a llevar a los hombres de regreso a casa no son contradictorias. Ambos aspectos brotan del mismo amor y son también importantes para la misión que Dios nos encomienda.

La “santa impaciencia” que ha de impulsarnos busca siempre nuevos caminos para llegar a las personas y ayudarlas a ser tocadas por las caricias divinas. La santa impaciencia ve la necesidad de los hombres y sabe cuán importante es para ellos el encuentro con Dios. Le impulsa el deseo de nuestro Padre Celestial de que las personas correspondan a su amor y encuentren así la salvación. Es el Espíritu Santo quien la empuja y no permite que caiga en la indiferencia. Así, la “santa impaciencia” se pone al servicio del Espíritu Santo.

La “santa paciencia”, por su parte, no se rinde ni se cansa de intentar una y otra vez llegar a las personas. Ella sabe que la respuesta del hombre al amor de Dios no puede ser forzada. Se ejercita en la longanimidad, sin decaer en sus esfuerzos.

Esta es la manera de ser y de actuar de nuestro Padre Celestial, que nosotros adoptaremos cada vez más cuanto más íntimamente unidos a Él vivamos. Empezamos entonces a ver a las personas con los ojos de Dios. De este modo, perdemos cada vez más los respetos humanos y el temor frente a las circunstancias que podrían sobrevenirnos. La mirada está fija en el Padre, y entonces ¿qué podrá acontecernos?

¡El tiempo apremia!

Por tanto, aprovechemos bien el tiempo presente, como nos exhorta el Apóstol Pablo (Ef 5,16). El Padre bendecirá abundantemente todos los esfuerzos que emprendamos por causa de su Reino y nos convertirá en instrumentos de su amor. ¿Nos dejamos empujar por el Espíritu y no desaprovechamos el tiempo? ¡Los hombres necesitan mensajeros que les anuncien el amor de Dios y vivan en coherencia con la verdad!