Viernes Santo: “Redimidos por amor”

Descargar MP3

Judas consumó su traición y Jesús es apresado. Esto acontece después de que el Señor, en Getsemaní, había aceptado el sufrimiento de manos de su Padre y había dado su ‘sí’ a todo lo que tenía por delante.

Un SÍ que tuvo que atravesar la angustia y la agonía; un SÍ, después de haberle pedido a su Padre que, si era posible, aquel cáliz pasara sin tener que beberlo (cf. Mt 26,39-44); un SÍ que expresa la entrega incondicional al Padre; un SÍ por amor a nosotros, los hombres.

Ahora Jesús se entrega sin reservas al sufrimiento que ha de soportar por nuestra Redención; se enfrenta a todas las burlas y humillaciones, a todas las ofensas, al desamor y a la crueldad que encontrará en su camino doloroso. Todo el odio de las tinieblas se cierne sobre Él; la espantosa oscuridad del pecado con su terrible consecuencia: el alejamiento de Dios.

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”  (Mt 27,46)

¡Parece haber llegado la hora del triunfo del Adversario!

Pero no es la hora del Mal, aunque él lo pretenda. Es la hora del Señor, en que las tinieblas son vencidas de una vez y para siempre. Es la hora del indecible amor del Señor a su Padre y a nosotros, sus criaturas perdidas. Es la hora en que nuestro Padre Celestial ofrece a toda la humanidad el perdón de sus culpas y la salvación. ¡Es la hora del Señor; es el día de la Redención; es el Viernes Santo!

“Como un cordero llevado al matadero” (Is 53,7), el Señor recorre aquel camino que llamamos ‘Vía Crucis’. Exteriormente privado de todo poder; pero interiormente sostenido por su Padre, para cumplir de forma plena Su Voluntad. Quienes lo vieron pasar en Jerusalén, se encontraron frente a frente con el siervo doliente de Dios, con el Mesías que esperaban, aunque su aspecto era muy distinto al que hubieran imaginado, sin los honores y ademanes que corresponden a un rey.

En su camino hacia la Cruz, Jesús se encuentra con su Madre, que permanece fiel junto a Él. También se encuentra con Verónica, que le muestra su amor, y con las mujeres de Jerusalén, cuyo llanto expresa su compasión por él… Son almas que no están cegadas como aquellas otras que le causan tanto dolor…

Y entonces llega el momento de la consumación. Jesús se deja crucificar, para llevar su misión a su culmen. Elevado en la Cruz, Él redime a la humanidad. ¡La Cruz se convierte en signo de nuestra Redención! El Padre Celestial mismo ha ofrecido el sacrificio que Abrahán no tuvo que ofrecer (Gen 22,1-12):

“Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.” (Jn 3,16)

Ante todo esto, lo único que nos queda por decir es: “Te adoramos, oh Santo Dios, y te damos gracias, porque nos has redimido por tu amor, que te llevó hasta la Cruz. ¡Gloria a Ti!”

Descargar PDF

Jueves Santo: “El servicio y la entrega de Cristo”

 

Descargar MP3

Durante la cena, Jesús se levantó de la mesa, se quitó sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. (Jn 13,4-5)

¡Cuán grande amor se nos manifiesta en este día! ¡Con qué gestos tan extraordinarios nos encontramos! El Señor del cielo y de la tierra lava los pies de sus discípulos, revelándoles así más profundamente en qué consiste su seguimiento: se trata de servir. Dios mismo, en su infinito amor, sirve al hombre; y a nosotros nos llama a vivir en este mismo servicio.

Entonces, si nos cuestionamos cómo podemos servir a nuestro prójimo, la respuesta es: ¡Así como Jesús nos sirve a nosotros! No hay nada que le resulte demasiado bajo o despreciable, como para no tocarlo y transformarlo con su amor. A sus discípulos los convierte en príncipes de su Reino; de los pecadores quiere hacer santos.

“Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros.” (Jn 13,13-14)

Nosotros lavamos los pies de los demás cuando los acogemos en nuestro corazón, aun a aquellos que están alejados. Nosotros servimos al prójimo –y en primer lugar a nuestros hermanos en la fe– cuando día a día intentamos imitar al Señor en todo y realizar en Él nuestras obras. Nosotros servimos cuando no cerramos los ojos ante la necesidad de otras personas, ya sea material o espiritual. Nos lavamos unos a otros los pies cuando nos exhortamos y animamos mutuamente a vivir y actuar en el espíritu de Jesús, pues Él nos dio un ejemplo para que imitemos lo que Él hizo por nosotros.

Y como si no nos hubiese dado aún suficientes muestras de su amor, Jesús quiso dejarnos para siempre la actualización de su entrega al Padre y a los hombres.

Así, no solamente lava los pies de sus discípulos; sino que Él mismo se da como alimento. Él es el pan que ha bajado del cielo (cf. Jn 6,51); Él es el fruto del árbol de la vida, que no habíamos podido recibir desde el momento en que perdimos el Paraíso; Él nos ofrece su Carne y su Sangre como alimento, en vísperas de su Crucifixión, para que tengamos vida y la vida de Dios crezca en nosotros. Él no sólo entrega algo de Sí; sino que se entrega a Sí mismo.

¡Cuánta gloria le es dada al Padre! ¡Qué ayuda tan redundante de gracia se nos ofrece a nosotros, los hombres! ¿Quién podrá comprenderlo?

Día a día se hace presente este misterio en el Santo Sacrificio de la Eucaristía; día a día, hasta la consumación del mundo, se actualiza incruentamente el suceso del Gólgota. Día a día las personas están invitadas a prepararse y purificarse para recibir este santo alimento, para que éste pueda desplegar su efecto de gracia. Día a día se puede recibir al Señor, cuando se vive en estado de gracia. Día a día Jesús se nos dona, y el sacerdote, en nombre de Cristo, puede brindarlo a los hombres. Día a día fluyen inconmensurables ríos de gracia, que Dios ha preparado para la humanidad. Día a día se realiza en nosotros la obra de la Redención, cuando aceptamos la invitación del Señor.

¡Nunca podrá enmudecer nuestra alabanza, ni en la tierra ni en el cielo, cuando reconocemos al Señor y a sus obras! ¡Toda la gloria sea dada al Dios Trino!

Descargar PDF

Miércoles Santo: “Treinta monedas de plata”

Descargar MP3

Judas Iscariote fue donde los sumos sacerdotes y les dijo: “¿Qué me daréis, si os lo entrego?” Ellos le asignaron treinta monedas de plata. (Mt 26,14-15)

La traición de Dios a cambio del dinero injusto… ¡Cuántas veces se repite esta historia! ¡Cuántas veces las personas se venden a precio de dinero, de honor, de placeres desordenados, de poder!

leer más

Lunes Santo: “Un gesto de amor a Jesús”

Descargar MP3

“María, tomando una libra de perfume de nardo puro muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos.” (Jn 12,3)

¡Qué gesto tan tierno de parte de María nos narra este pasaje evangélico! Es una ternura que corresponde al ser de la mujer, y que refleja algo de su belleza y capacidad de entrega. María le ha entregado todo su corazón a Jesús, y cuánto consuelo habrá sido para Él, en medio de tanta hostilidad, aquella alma amante. Algo similar le sucederá en el Viacrucis, cuando Verónica enjuga su rostro.

leer más

Domingo de Ramos: “El día en que el Señor fue honrado como merece”

Descargar MP3

“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” (Mt 21,9)

Todo el pueblo está congregado y durante un breve tiempo sucede aquello que corresponde a la realidad de que el Hijo de Dios ha venido al mundo. Entre júbilo y alegría lo aclaman; el pueblo da la bienvenida a su verdadero Rey, a su Mesías, al prometido y esperado por tanto tiempo.

leer más

ITINERARIO CUARESMAL | Día 39: “Conclusión del itinerario cuaresmal”

 

Estamos ya a las puertas de la Semana Santa. A partir de mañana, las meditaciones diarias, acompañadas por un vídeo y muchos cantos, nos conducirán a través de los acontecimientos de esta semana, que con justa razón es llamada la “Semana Mayor” del año.

Ha llegado el momento de mirar en retrospectiva el camino que hemos recorrido, de quedarnos con los frutos que han surgido de él y dar gracias al Señor.

leer más

ITINERARIO CUARESMAL | Día 38: “Los siete dolores de María”

Llegando ya al final de nuestro itinerario cuaresmal, no queremos dejar de echar una mirada a la Virgen María, la Madre de Dios. ¿Qué criatura podría comprender mejor el sufrimiento de su Hijo que aquella que recibió la indecible gracia de ser su Madre y discípula? El calendario tradicional dedica el viernes previo a la Semana Santa a contemplar los dolores de María. En ese sentido, escucharemos hoy nuevamente una meditación del P. Gabriel de Santa María Magdalena sobre este tema.

leer más

ITINERARIO CUARESMAL | Día 37: “El sufrimiento y la serenidad”

 

Faltan apenas 3 días para iniciar la Semana Santa, y nuestro itinerario cuaresmal está llegando a término. Quisiera dedicar la meditación de hoy al tema de cómo afrontar el sufrimiento de forma correcta, lo cual es, sin duda, una de las lecciones más difíciles en nuestro camino de seguimiento de Cristo. Para tratar este tema, recurriremos a una excelente meditación del P. Gabriel de Santa María Magdalena, O.C.D., extraída de su libro “Intimidad Divina”. Además, aquellos que deseen profundizar en el tema pueden encontrar en el siguiente enlace una conferencia sobre “Cómo lidiar con el sufrimiento”: https://www.youtube.com/watch?v=0DCyIKZwJ1U

leer más

ITINERARIO CUARESMAL | Día 36: “El esplendor de la obediencia”

En la meditación de ayer resaltamos la obediencia de San José, que acató sin demora la Voluntad de Dios, en cuanto la hubo reconocido. Su actitud nos invita a reflexionar de forma más general sobre la virtud de la obediencia, que es un gran bien cuando se la entiende y practica adecuadamente.

La obediencia se relaciona con escuchar, prestar atención, oír, atender…

Cuando Dios se dirige a su Pueblo por medio de Moisés, empieza exhortándole a la escucha: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6,4).

El hombre no puede extraer de sí mismo la sabiduría más profunda, ni es capaz de alcanzar la meta de su vida sin la ayuda de Dios. Necesita la guía y orientación de Dios; necesita al Espíritu Santo para conocer a Dios como Él realmente es.

La verdadera escucha del Señor no es sólo una escucha superficial, que apenas oye lo que le agrada y pasa por alto todo lo demás. Una y otra vez escuchamos en la Sagrada Escritura cómo Dios se lamenta de la sordera de su Pueblo. La voluntad del oyente no está orientada hacia lo que es correcto: no quiere escuchar, no inclina el oído y, en consecuencia, no comprende (cf. Prov 2,1-4).

San Pablo nos advierte de que vendrán tiempos en que los hombres no querrán escuchar la sana doctrina; sino sólo aquello que halague sus oídos; es decir, lo que les agrada (cf. 2Tim 4,3).

A menudo, en esta actitud subyace una concepción errada o, mejor aún, una imagen equivocada de Dios. Se considera la obediencia como una restricción de la libertad personal. Esta falsa noción de libertad parece darnos el derecho de sustraernos del amoroso querer de Dios, y su Voluntad puede incluso ser vista como una amenaza de la que hay que rehuir.

Esta imagen distorsionada de Dios nos lo presenta como una especie de tirano, que da arbitrariamente sus órdenes, de modo que no nos queda otra opción que acatarlas servilmente. ¡Pero la realidad es todo lo contrario!

La imagen correcta de Dios, viéndolo como nuestro Padre lleno de amor, nos abre el camino para realmente querer conocer cuál es su Voluntad y ponerla en práctica. Entonces ya no se quedará sólo en un acto de obediencia formal, que nos sentimos interiormente obligados a hacer, porque sabemos que tenemos que cumplir sus mandamientos. Ciertamente esta obediencia formal también es loable y absolutamente necesaria para no perder nuestro rumbo. Es también una expresión de amor a Dios, como el Señor mismo nos dice: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama” (Jn 14,21).

Sin embargo, nuestra obediencia a Dios puede adquirir un esplendor mucho mayor cuando consiste en la sincera búsqueda de vivir acorde al querer de nuestro Padre aun en los más mínimos detalles. Aquí uno queda inmerso en el plan de Dios para con nosotros y la humanidad entera. De esta forma, la obediencia se convierte en un gran asunto del corazón y la Voluntad de Dios llega a ser aquel alimento del que se nutría Jesús (cf. Jn 4,34). Uno empieza a anhelar este alimento y se desvanece cualquier falso temor a Dios.

Vemos, pues, que de ningún modo la obediencia coarta nuestra libertad personal. ¡Todo lo contrario! El cumplimiento gozoso de la Voluntad de Dios garantiza la libertad humana, soltando las cadenas de la atadura a uno mismo, el aprisionamiento en el propio “yo”, el apego desordenado al mundo y a las personas… El cumplimiento de la Voluntad de Dios nos introduce en Su mundo.

Detengámonos un momento a pensar cómo será practicada la obediencia en la eternidad. Tendrá a plenitud aquel esplendor que ya ahora podemos vislumbrar cuando cumplimos con alegría la Voluntad de Dios. Será la expresión del amor reverente de todos aquellos que están congregados en torno al Trono de Dios (cf. Ap 19,6) y gozan de su Presencia. Todos estarán unidos en esta santa obediencia, atentos siempre y naturalmente al más mínimo deseo de su amado Padre Celestial.

La obediencia confiere agilidad al camino de seguimiento de Cristo, y le permite al Espíritu de Dios realizar cada vez más su obra en el alma. Precisamente esta obediencia lleva a una actitud de gran vigilancia espiritual, pues no sólo se queda en un cumplimiento formal de la Voluntad de Dios a nivel general; sino que la busca y reconoce cada vez más finamente en la situación concreta de la vida.

La obediencia, que crece y madura más y más, hace que sea fácil para nosotros descubrir y hacer la Voluntad de Dios. Así, se convierte en un camino regio en el seguimiento de Cristo.

___________________________________

Meditación sobre la lectura del día: http://es.elijamission.net/fidelidad-a-dios-2/

Meditación sobre el evangelio del día: http://es.elijamission.net/permanecer-en-la-palabra-del-senor/

Descargar PDF