La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma, y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que compartían todas las cosas. Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús; y en todos ellos había abundancia de gracia. No había entre ellos ningún necesitado, porque los que eran dueños de campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se repartía a cada uno según sus necesidades. Así, José, a quien los apóstoles dieron el sobrenombre de Bernabé -que significa ‘Hijo de la consolación’-, levita y chipriota de nacimiento, tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.
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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 4,23-31): “La oración de la Iglesia primitiva pidiendo valentía”
Puestos en libertad [Pedro y Juan], vinieron a los suyos y les contaron lo que los príncipes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Ellos, al oírlo, elevaron unánimes la voz a Dios y dijeron: “Señor, Tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, el que por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David tu siervo, dijiste: ‘¿Por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos han tramado empresas vanas? Se han alzado los reyes de la tierra, y los príncipes se han aliado contra el Señor y contra su Cristo’. Pues bien, en esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato, con las naciones y con los pueblos de Israel, se aliaron contra tu santo Hijo Jesús, al que ungiste, para llevar a cabo cuanto tu mano y tu designio habían previsto que ocurriera.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 4,13-22): “La obediencia a Dios es lo primero”
Al ver la valentía con que hablaban Pedro y Juan, como sabían que eran hombres sin letras y sin cultura, estaban admirados, puesto que los reconocían como los que habían estado con Jesús; y viendo de pie con ellos al hombre que había sido curado, nada podían oponer. Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y deliberaban entre sí: “¿Qué vamos a hacer con estos hombres? Porque es público entre todos los habitantes de Jerusalén que por medio de ellos se ha realizado un signo evidente, y no podemos negarlo. Pero para que no se divulgue más entre el pueblo, vamos a intimidarles a que no hablen más a nadie en este nombre”. Y les hicieron llamar y les ordenaron que de ningún modo hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 4,1-12): “En ningún otro Nombre está la salvación”
Mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos, molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban en Jesús la resurrección de los muertos. Les prendieron y metieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque ya había anochecido. Muchos de los que habían oído la palabra creyeron, y el número de los hombres llegó a ser de unos cinco mil. Al día siguiente se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas, así como Anás, el sumo sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los que eran de la familia de los príncipes de los sacerdotes. Les hicieron comparecer en el centro y les preguntaron: “¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho vosotros esto?” Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les respondió: “Jefes del pueblo y ancianos, si nos interrogáis hoy sobre el bien realizado a un hombre enfermo, y por quién ha sido sanado, quede claro a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por él se presenta éste sano ante vosotros.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 3,18-26): “Pedro predica con intrepidez”
Pedro dijo al pueblo: “Dios cumplió así lo que había anunciado de antemano por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. Arrepentíos, por tanto, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados, de modo que vengan del Señor los tiempos de la consolación, y envíe al Cristo que ha sido predestinado para vosotros, a Jesús, a quien es preciso que el cielo lo retenga hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas, de las que Dios habló por boca de sus santos profetas desde antiguo. Moisés, en efecto, dijo: ‘El Señor Dios vuestro os suscitará de entre vuestros hermanos un profeta como yo; le escucharéis en todo lo que os diga. Y sucederá que todo el que no escuche a aquel profeta será exterminado del pueblo’. Todos los profetas desde Samuel y los que vinieron después, cuantos hablaron, anunciaron estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas y de la alianza que Dios estableció con vuestros padres cuando le dijo a Abrahán: ‘En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra’. Al suscitar a su Hijo, Dios lo ha enviado en primer lugar a vosotros, para bendeciros cuando cada uno se convierta de sus maldades”.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 3,1-11): “La curación de un paralítico en el Templo”
Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona. Había un hombre, cojo de nacimiento, al que solían llevar y colocar todos los días a la puerta del Templo llamada Hermosa para pedir limosna a los que entraban en el Templo. En cuanto vio que Pedro y Juan iban a entrar en el Templo, les pidió que le dieran una limosna. Pedro -junto con Juan- fijó en él la mirada y le dijo: “Míranos”. Él les observaba, esperando recibir algo de ellos. Entonces Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te lo doy: ¡en el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda!” Y tomándole de la mano derecha lo levantó, y al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos. De un brinco se puso en pie y comenzó a andar, y entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo le vio andar y alabar a Dios, y reconocían que era el mismo que se sentaba a la puerta Hermosa del Templo para pedir limosna.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 2,37-47): “Numerosas conversiones en Jerusalén”
Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?” Pedro les dijo: “Convertíos, y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros, para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para todos los que quiera llamar el Señor Dios nuestro”. Con otras muchas palabras dio testimonio y les exhortaba diciendo: “Salvaos de esta generación perversa”. Ellos aceptaron su palabra y fueron bautizados; y aquel día se les unieron unas tres mil almas. Perseveraban asiduamente en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. El temor sobrecogía a todos, y por medio de los apóstoles se realizaban muchos prodigios y señales.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 2,22-36): “La predicación de Pedro”
«Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio; porque dice de él David: ‘Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, para que no vacile. Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y hasta mi carne reposará en la esperanza de que no abandonarás mi alma en el Hades ni permitirás que tu santo experimente la corrupción.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 2,1-13): “El acontecimiento de Pentecostés”
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
Habitaban en Jerusalén judíos, hombres piadosos venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido se reunió la multitud y quedó perpleja, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Estaban asombrados y se admiraban diciendo: “¿Es que no son galileos todos éstos que están hablando? ¿Cómo es, pues, que nosotros les oímos cada uno en nuestra propia lengua materna? leer más
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 1,13-26): “La elección de Matías”
Cuando llegaron subieron al Cenáculo donde vivían Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes, y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María, la madre de Jesús, y sus hermanos. En aquellos días Pedro, puesto de pie en medio de los hermanos -se habían reunido allí unas ciento veinte personas-, dijo: “Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura que el Espíritu Santo predijo por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, pues se contaba entre nosotros y se le había hecho partícipe de este ministerio. Adquirió un campo con el precio de su pecado, cayó de cabeza, reventó por la mitad y se desparramaron todas sus entrañas. Y el hecho fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén, de modo que aquel campo se llamó en su lengua ‘Hacéldama’, es decir, ‘Campo de sangre’.