LA CONSTANTE PRESENCIA DEL PADRE 

“Pensad que no vivís solos; sino que un Padre que está por encima de todos los padres vive cerca de vosotros; más aún, vive en vosotros, piensa en vosotros y os invita a participar de los incomprensibles privilegios de su amor” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre exhorta a todos los hombres a pensar en Él. Estas palabras suyas nos recuerdan a la exhortación que San Benito dirigía a sus monjes, llamándoles a hacerlo todo bajo la presencia de Dios.

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OJOS ABIERTOS 

“Cuanto contemplo con ojos abiertos lo que Tú, mi Dios, has creado, poseo ya aquí el cielo” (Santa Hildegarda de Bingen).

Necesitamos ojos que ven y oídos que escuchan (Mt 13,16). Una vez que éstos se abren, empezamos a contemplar la gloria de Dios. Descubrimos por doquier el amor del Padre en acción, ya sea para darnos a conocer directamente su amor, ya sea para colmarnos en sobreabundancia con su belleza, ya sea para curar lo enfermo, apartar de nosotros el mal e impulsarnos a hacer todo el bien infinito que el infinitamente Bueno dispuso que hiciéramos.

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VIGILANCIA AL HABLAR

“Que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor” (Sal 103,34).

La vigilancia al hablar es muy grata al Señor. De hecho, Él mismo nos exhorta a la claridad y a que no haya ambigüedad en nuestro hablar: “Que vuestro modo de hablar sea: ‘Sí, sí’; ‘no, no’. Lo que exceda de esto, viene del Maligno” (Mt 5,37). Las palabras que salgan de nuestros labios han de ser como agua cristalina, sin turbidez, que broten de un corazón purificado y alegren a Dios y a los hombres.

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EL RETORNO DE LOS HIJOS PRÓDIGOS

“Si hay algo que deseo (…) es el retorno de los hijos pródigos a la Casa del Padre, especialmente de los judíos…” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Si los deseos de nuestro Padre nos resultan sumamente sagrados, podremos entender fácilmente que una de sus grandes preocupaciones es que el Pueblo judío, su “Primogénito”, retorne a Él. El Apóstol Pablo estaba tan encendido de amor por su pueblo que, en su celo, profirió estas palabras: “Desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne” (Rom 9,3).

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LA VERDAD DEL AMOR 

“Envíame, Señor, envía a mi corazón el apaciguamiento, la mansedumbre de tu Espíritu; no sea que el amor por la verdad me induzca a perder la verdad del amor” (San Agustín).

Anunciar la verdad con amor y vivir en el verdadero amor es lo que sellaría nuestro testimonio con una profunda credibilidad. En efecto, es también esto lo que nuestra Iglesia necesita para su renovación.

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ALCANZAR LA LIBERTAD ASPIRANDO A LA VERDAD 

“La libertad no se alcanza aspirando a la libertad; sino aspirando a la verdad. La libertad no es una meta, sino un efecto” (León Tolstoi). 

“La verdad os hará libres” (Jn 8,32) –nos dice el Señor mismo. Esto es lo que deben aprender todas las personas que luchan por la libertad. Sólo al vivir en conformidad con la Voluntad del Padre se puede alcanzar la verdadera libertad. Sólo entonces puede hacerse realidad en nuestra vida el plan con el que Él nos creó.

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EL PADRE ES NUESTRO CONFIDENTE

“Si queréis experimentar el poder de esta fuente de la que os hablo, primero debéis aprender a conocerme mejor y a amarme tal como yo lo deseo; es decir, no sólo como vuestro Padre sino también como vuestro amigo y confidente” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda” (Sal 138,1-4).

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EL PADRE ES NUESTRO AMIGO

“No me basta con haberos mostrado mi amor; quiero abriros, además, mi Corazón, del cual brotará una fuente refrescante que apagará la sed de todos los hombres (…). Si queréis experimentar el poder de esta fuente de la que os hablo, primero debéis aprender a conocerme mejor y a amarme tal como yo lo deseo; es decir, no sólo como vuestro Padre sino también como vuestro amigo y confidente” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

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VIVIR EN ÍNTIMA AMISTAD CON DIOS PADRE

“Vive en íntima amistad conmigo. Ésta se profundizará más y más, hasta que estés del todo conmigo en la eternidad”(Palabra interior).

La amistad con nuestro Padre Celestial es una de las experiencias más bellas en la vida. Así como Jesús llamó a sus discípulos “amigos” (Jn 15,15) y los trató como tales, también el Padre nos invita a vivir en amistad cercana con Él. La palabra “cercana” quiere subrayar aún más la intimidad de esta relación.

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