«El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos» (Jn 3,35).
Todos vivimos de este amor que el Padre nos concede a través de su Hijo y en Él. Nadie ha respondido ni podrá jamás responder de forma más perfecta a su amor que su Hijo divino.
«El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos» (Jn 3,35).
Todos vivimos de este amor que el Padre nos concede a través de su Hijo y en Él. Nadie ha respondido ni podrá jamás responder de forma más perfecta a su amor que su Hijo divino.
«Tú eres mi hijo. Pregúntame con confianza y compárteme lo que llevas en el corazón» (Palabra interior).
Sin duda, nuestro Padre sabe lo que llevamos en el corazón, aunque apenas se manifieste tímidamente. También conoce todas nuestras inquietudes: “De lejos penetras mis pensamientos (…). No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda” (Sal 138,2.4).
«Vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn 16,20).
Conocemos estas palabras del Evangelio según San Juan, que Jesús dirigió a sus discípulos en vistas de su retorno al Padre Celestial. Antes les había dicho: «Dentro de poco ya no me veréis, y después me volveréis a ver» (Jn 16,16). Jesús, por su parte, está lleno de alegría por volver a su Padre y por haber cumplido su misión en la tierra.
«Oh Señor, no sacas ningún provecho de habitar entre nosotros, pero nos amas tanto que dices que es tu deleite estar en medio de nosotros» (San Buenaventura). leer más
«¡Sólo tenéis que venir a mí! ¡Yo estoy tan cerca de vosotros!» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Así de fácil nos lo pone nuestro Padre para llegar a Él: una sola elevación del corazón, una palabra confiada, una mirada hacia lo alto, una pregunta a Él: “¿dónde estás?”, “¿quién eres?”
Una persona le había dirigido la siguiente oración cuando aún vivía lejos de Él: «Dios, si existes, muéstrate a mí de tal manera que pueda comprenderte». Otra persona preguntó: «¿Existe la verdad?». Otra: «¿Existe el verdadero amor?»
«Si hubiera bastado con sacrificar a una sola de mis criaturas para expiar los pecados de los otros hombres, por medio de una vida y muerte semejante a la de mi Hijo, hubiera titubeado. ¿Por qué? Porque habría traicionado mi amor, haciendo sufrir a una creatura que amo, en lugar de sufrir yo mismo en mi Hijo. ¡Nunca hubiese querido hacer sufrir de esta manera a mis hijos!» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
«Acogí las oraciones [de mi Hijo Jesús], para que el hombre tenga un camino trazado que le permita andar siempre en la justicia, a fin de llegar a salvo a mí» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
En su amor solícito, nuestro Padre ha previsto y preparado todo para sus hijos. No solo nos ofrece los bienes naturales con gran sabiduría y amor para que nos deleitemos en ellos al atribuirlos con gratitud a nuestro Padre como su origen, sino que mucho más aún nos colma de bienes espirituales, de manera que admiremos cada vez más su amor manifestado en ellos.
«Sólo tenéis que amarme y honrarme, para que no seáis juzgados; o, a lo sumo, os juzgaría con un amor infinitamente misericordioso. ¡No lo dudéis! Si mi Corazón no fuera así, ya habría exterminado el mundo con cada pecado que se hubiera cometido» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
«Para que, a pesar de todo, se acordaran de Dios, su Padre, y de su único deseo de salvarlos, le di a Moisés mis Mandamientos, para que, al guardarlos, pudiesen recordar al Padre infinitamente bueno, que sólo se preocupa por su salvación presente y eterna» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Los mandamientos del Señor… ¡Cuán importante es su cumplimiento hasta el día de hoy, pues no son sino expresión de su bondad paternal! ¡Cuánta destrucción provoca su transgresión en todos los sentidos! leer más
«Para que, a pesar de todo, se acordaran de Dios, su Padre, y de su único deseo de salvarlos, le di a Moisés mis Mandamientos, para que, al guardarlos, pudiesen recordar al Padre infinitamente bueno, que sólo se preocupa por su salvación presente y eterna» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio). leer más