VERDAD Y AMOR

“Anuncia el amor en la verdad. Sólo entonces será realmente sanador para las personas” (Palabra interior).

Estas palabras nos trazan claramente el camino a seguir. De hecho, es ésta la manera de actuar y de ser de nuestro Padre mismo. La verdad sin amor puede adoptar el carácter de una espada implacable, capaz de herir profundamente a las personas. El amor sin verdad, en cambio, pierde sus contornos y puede degenerar, por ejemplo, en una falsa misericordia, que engaña a las personas.

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“RESTÁURANOS”

“Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79,8).

Es el Pueblo de Israel el que profiere esta plegaria, implorando al Señor que cambie su suerte. Atraviesa gran aflicción, porque una y otra vez se ha apartado de Dios y le ha sido infiel, y nuestro Padre le ha permitido sentir las consecuencias: “Nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos, nuestros enemigos se burlan de nosotros” (v. 7).

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“PEDID A MI HIJO”

“Pedid a mi Hijo que os haga reconocer cada vez más cuán misericordioso y bondadoso soy con vosotros” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¿Qué podría agradar más a nuestro Señor que cumplir tal petición? En efecto, el gran deseo de su Corazón es que su amado Padre sea conocido. Por ello, Jesús se apresurará a atender esta plegaria.

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EL HILO DE ORO

“Un fino hilo de oro recorre nuestra vida. Si encontramos este hilo y lo seguimos, nuestra vida se vuelve menos tediosa y más fecunda. Este ‘hilo de oro’ es la guía del Espíritu Santo, que es sumamente fina y sutil. Cuando lo seguimos, todo lo que hacemos queda aún más marcado por lo sobrenatural y, en consecuencia, lo hacemos con más agilidad” (basado en una “palabra interior”).

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LA ELECCIÓN DE DIOS

“Tú eres mi amigo y confidente” (Palabra interior).

En el Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio, el Padre se nos ofrece como amigo y confidente, y nos da a entender que así llegaremos a la plenitud del amor: cuando hayamos aprendido a amarle tal como Él lo desea, “es decir, no sólo como vuestro Padre sino también como vuestro amigo y confidente.”

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ATRACCIÓN IRRESISTIBLE

“La mansedumbre, combinada con la claridad del Espíritu, es irresistible para aquellos que buscan la verdad” (Palabra interior).

Estas palabras reflejan cómo es Dios mismo, a la vez que nos invitan a asemejarnos a Él. Es el Espíritu Santo quien puede conducirnos a adoptar más y más la actitud de Dios. Es Él quien produce en nosotros los frutos del Espíritu y nos modela a imagen de Dios. Pensemos en el fruto de la mansedumbre y en el don de entendimiento y sabiduría, que resuenan particularmente en la frase de hoy.

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“ME COMPLAZCO EN ESTAR ENTRE VOSOTROS”

“¡Cuánto me complazco en estar entre vosotros, hora tras hora, día tras día!” (Palabra interior).

Las declaraciones de amor de nuestro Padre son incontables y conmueven el corazón.

Si nosotros, los hombres, interiorizásemos estas palabras, se nos abriría un maravilloso horizonte en nuestra vida. En efecto, ¡qué distinto es vivir con la certeza de ser hijos amados y buscados por Dios, a creer que tenemos que mendigar amor para sentirnos valiosos, como ocurre con bastante frecuencia! No, no es necesario luchar por este amor, sino que ya está ahí, desde siempre y para siempre. ¡Es indestructible! Sólo nosotros mismos podemos alejarnos del amor de Dios, pero sin que nuestro Padre deje de amarnos, porque “Dios es amor” (1Jn 4,8b).

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“ENTRÉGAME TODO”

“Entrégame todo lo que quiera agobiarte. ¡Yo soy tu Padre!” (Palabra interior).

¿No es acaso una gran contradicción si, a pesar de conocer a nuestro Salvador y experimentar la bondad de nuestro Padre Celestial, seguimos pareciendo abatidos y deprimidos en la vida? ¿Acaso no sabemos adónde ir con nuestras culpas? ¿Ignoramos cuán dispuesto está Dios a perdonarlas una vez que nos arrepentimos sinceramente?

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EL AMOR DE LOS NIÑOS POR EL PADRE

“¡Cuán grande sería mi alegría al ver a los padres enseñando a sus hijos a llamarme frecuentemente con el nombre de “Padre”, lo que realmente soy!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Aquí nuestro Padre se dirige a los padres de familia, pidiéndoles lo más valioso que ellos pueden darle a Él y a sus hijos: enseñarles a invocar al Dios santo con el nombre de “Padre” y a encontrar su hogar en la “gran familia de Dios”, en la comunión con el Padre Celestial y con todos los santos y ángeles, a la que todos los hombres están llamados. ¡Qué horizonte se abre aquí para los niños! ¡Qué cobijamiento experimentan! Así, se les da un fundamento para sus vidas, capaz de sostenerlos y mantenerlos firmes cuando lleguen las crisis.

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