“TÚ ME CONOCES”

“Tú me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos” (Sal 138,2).

¡Qué inconmensurable gracia es la de vivir con la certeza de que todo lo que hacemos sucede bajo la amorosa mirada de nuestro Padre Celestial!

San Benito instaba a sus monjes a cobrar consciencia de la constante presencia de Dios, y Santa Teresa de Ávila exhortaba a sus hermanas a tener en mente a quién se dirigían cuando rezaban el Breviario.

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EL SENTIDO ESPIRITUAL DE LAS TENTACIONES

“Sin tentaciones, no percibiríamos el cuidado de Dios por nosotros, ni adquiriríamos la confianza en Él, ni aprenderíamos la sabiduría del Espíritu, ni se consolidaría el amor a Dios en el alma” (Isaac de Siria).

La tentación, el sufrimiento y la persecución son algunas de las lecciones más difíciles en nuestro camino de seguimiento del Señor. No nos resulta fácil conciliarlas con el tierno amor de nuestro Padre, aunque sabemos que éste siempre nos envuelve y que nos ha sido asegurado de tantas maneras. ¿Quién escogería voluntariamente cargar semejante cruz? 

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CREER PARA ENTENDER

“Me dice alguien: ‘Tengo que entender para creer’. Le respondo: ‘Cree para entender’.” (San Agustín).

No todo es accesible para nuestro entendimiento. Particularmente la fe se nos revela ante todo a través de la luz sobrenatural del Espírituo Santo, más que por los esfuerzos de la razón. El entendimiento necesita la luz divina para penetrar más profundamente en los misterios de la fe. En este contexto, se nos vienen a la memoria las palabras que Jesús, lleno de gozo en el Espíritu Santo, exclamó: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños” (Lc 10,21).

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DE LA MANO DEL PADRE

“Avanzad con calma hacia el oscuro futuro. Sabed que, en esta noche tenebrosa, camináis de la mano de un Dios amoroso” (San Arnoldo Janssen).

Estas palabras nos dan una clara dirección. Sea lo que sea y pase lo que pase, la mano de nuestro amoroso Dios no nos soltará. En esta certeza debemos cimentarnos, sin caer en la tentación de enfocarnos demasiado en la oscuridad del tiempo presente y en la que aún pueda venir, porque así ya nos dejaríamos absorber por ella.

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SERENIDAD EN DIOS

“Quien se esfuerza por amoldarse a la verdad y no se preocupa tanto por cómo le traten o le estimen los hombres, encuentra su serenidad en Dios” (Beato Enrique Suso).

Estas palabras nos ayudan a superar los respetos humanos que a menudo aún tenemos. De hecho, no le agradará a nuestro Padre que, en vez de tener la mirada puesta en él, estemos demasiado pendientes de lo que piensen o digan las personas. ¡Cómo perdemos nuestra libertad cuando nuestra alma se ocupa constantemente del juicio real o supuesto de los hombres!

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OBRAS SOBRENATURALES

“Se avanza más en un solo día soportando las tribulaciones que nos vienen de Dios o del prójimo que en diez años con sufrimientos escogidos por nosotros mismos” (Santa Teresa de Ávila).

Prestemos mucha atención a lo que nos enseña una maestra de la vida espiritual, porque sus consejos nos harán entender mejor los caminos de Dios para con nosotros y podremos sacar las conclusiones apropiadas para nuestro seguimiento del Señor.

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INCLUSO EL PECADO PUEDE ACERCARNOS AL PADRE

“Hijo mío, incluso el pecado puede convertirse en un peldaño que nos acerca a Dios, que nos eleva, que nos conduce aún con más seguridad hacia Él, siempre y cuando al pecado le siga el profundo dolor de haberlo cometido, cuando nos proponemos sinceramente no repetirlo, cuando sentimos lo mal que hemos actuado contra la misericordia de Dios, cuando éste es capaz de desgarrar las fibras más duras de nuestro corazón, haciendo brotar de ellas lágrimas de arrepentimiento y de amor” (San Pío de Pietrelcina).

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AFERRARSE AL ANCLA DE LA CONFIANZA

“Os exhorto una y otra vez a la confianza, pues un alma que confía en su Señor y pone en Él toda su esperanza, no tiene nada que temer. Pero el enemigo de nuestra salvación siempre ronda en torno nuestro para arrebatar el corazón del ancla que nos lleva a la salvación; a saber, la confianza en Dios, nuestro Padre. Tenemos que sujetar muy, muy fuerte esta ancla, sin permitir que se nos suelte un solo instante, porque entonces todo estaría perdido” (San Pío de Pietrelcina).

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ENTREGA A LA VOLUNTAD DIVINA EN LA TRIBULACIÓN

“La entrega perfecta a la Voluntad Divina en tiempos de tribulación nos ayuda a atesorar grandes tesoros para la eternidad” (San Vicente Pallotti).

Normalmente nos resulta fácil cumplir la Volutad de Dios cuando se nos muestra de forma atrayente e incluso trae consigo una alegría natural. En estas circunstancias, la alabanza a Dios brota fácilmente de nuestro corazón.

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EL REINO DE SU AMOR

“En el corazón de María, el Padre edifica el Reino de su amor” (San Juan Eudes).

¡Qué bella constatación de San Juan Eudes! Efectivamente es así: la Virgen acogió plenamente el amor de Dios y dio la respuesta que nuestro Padre pide y espera de nosotros, los hombres. Al decir “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38), María abrió las puertas para que el Padre pudiese desplegar sin impedimentos su plan de salvación. Y Dios le encomendó lo más valioso que podía dar a los hombres: a su amado Hijo.

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