LA PUREZA DEL AMOR DEL PADRE

En ninguna parte podremos experimentar tal pureza del amor como en el encuentro con Dios. Nosotros, los hombres, estamos necesitados del amor y no podemos vivir sin él. Esto no es una deficiencia; sino que hace parte de la naturaleza con que Dios, en su sabiduría, nos creó. Así, somos receptivos al amor y, a su vez, se lo damos a otras personas, sirviéndoles de esta manera.

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EL VERDADERO ORO

En nuestro camino de seguimiento de Cristo, una y otra vez tenemos que lidiar con nuestras debilidades. Muchas veces no logramos vencerlas como quisiéramos y, a pesar de nuestros sinceros esfuerzos, terminan imponiéndose. A veces caemos en el pecado, y entonces pueden incluso surgir sentimientos de desesperación porque simplemente no somos capaces de resistir a las tentaciones.

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ESTAR A SOLAS CON EL PADRE

A nuestro Padre le encanta que, en lo secreto, hablemos con Él y nos tomemos tiempo para estar junto a Él (cf. Mt 6,6). En estos momentos, crece la intimidad, la amistad, la confianza, la sensibilidad para percibir su presencia… Allí, en lo secreto, Él puede hablar fácilmente a nuestro corazón y edificar su templo santo en nosotros.

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EL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SE SALVARÁ

“Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” ­–atestigua la Sagrada Escritura (Rom 10,13).

Tal vez no siempre entendemos inmediatamente que sea tan fácil salvarse… En efecto, conocemos también aquellas otras afirmaciones de la Escritura sobre el camino angosto que conduce a la vida eterna y la puerta amplia que lleva a la perdición, y el Señor advierte que “son muchos los que entran por ella” (Mt 7,13).

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EL PARAÍSO SE ABRE

¡Fue tanto lo que perdimos cuando se nos cerraron las puertas del Paraíso! Aunque nos hayamos acostumbrado y ya no lo percibamos con gran dolor, es una profunda miseria en la que se sumió el hombre al caer en el pecado. Pero en el fondo del alma permanece aún el anhelo del Paraíso, que puede convertirse en un impulso para que busquemos a Dios. Nuestro Padre nos deja sentir las carencias de esta vida incompleta, y, al mismo tiempo, nos muestra el camino hacia aquella plenitud que Él nos quiere conceder. Así nos dice en el Mensaje a la Madre Eugenia:

“Si vosotros me amáis y me llamáis confiadamente con el dulce nombre de ‘Padre’, comenzaréis a experimentar ya aquí en la Tierra el amor y la confianza que os harán felices en la eternidad y que cantaréis en el cielo en compañía de los elegidos. ¿No es esto como una anticipación de la dicha del cielo, que durará eternamente?”

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LAS VERDES PRADERAS DE DIOS

¡Con cuánta abundancia nos provee el Padre! Así como nos da el pan de cada día, también alimenta nuestra alma con el pan espiritual que necesitamos. Día a día nos habla a través de su santa Palabra. Día a día su voz susurra a nuestro corazón, bendiciéndonos con su presencia. Día a día el sacrificio de Cristo es actualizado en los altares, para que el fruto de la Redención sea brindado a las personas en el “pan de los ángeles”. Y, no obstante, tristemente es muy cierto lo que nos dice el Padre en su Mensaje:

“¡Mirad cuántas criaturas Mías, que se habían convertido en hijos Míos por el misterio de la Redención, no se encuentran ya en las praderas que Yo he establecido para todos los hombres a través de Mi Hijo! ¡Mirad cuántos otros –y vosotros lo sabéis bien– siguen ignorando la existencia de estos prados! ¡Y cuántas otras criaturas surgidas de Mis manos no conocen ni siquiera la mano que las ha creado! Vosotros no las conocéis, pero Yo las conozco a todas.”

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EL DESEO DE DIOS

Una hermosa flor en el Corazón de nuestro Padre es su misericordia. Con ella, y no con una inflexible severidad, quiere juzgar al mundo. La misericordia es su motivación insuperable para estar siempre pendiente y salir una y otra vez en busca de los hombres, para que se abran a su amor. En el Mensaje a la Madre Eugenia, nos dice:

“Ellos [los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los que sufren] han de saber que no tengo otro deseo más que el de amarlos, colmarlos de Mis gracias, perdonarles cuando se arrepientan, y, sobre todo, no juzgarlos con Mi justicia sino con Mi misericordia, para que todos se salven y sean contados en el número de Mis elegidos.”

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EL AMOR AHUYENTA LOS ÍDOLOS

Si aprendemos a amar más y más a nuestro Padre Celestial, todos los ídolos tendrán que apartarse de nosotros. Si en la Antigua Alianza los israelitas debían renunciar con determinación a los ídolos y les había sido estrictamente prohibido rendirles homenaje, también hoy nuestro Padre quiere preservarnos de que nos extraviemos.

San Pablo nos dio a entender que, detrás de los ídolos, se esconden los demonios (cf. 1Cor 10,19-20), para engañar a las personas y apartarlas de Dios.

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ECHAR LA RED DEL AMOR

Conocer mejor a nuestro Padre significa amarlo más. Cuando los dones del Espíritu Santo se despliegan en nosotros, especialmente el de entendimiento y sabiduría, experimentamos un encuentro más fuerte con el amor de nuestro Padre. Éste enciende en nosotros un fuego que puede tomar posesión de nosotros por completo. Entonces también entendemos mejor las siguientes palabras del Mensaje del Padre:

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