EL AMOR DE JESÚS POR SU PADRE

“El mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal y como me ordenó” (Jn 14,31).

En estas palabras, el Señor expresa el gran amor de su Corazón: es su Padre Celestial.

Quizá solemos tener más presente el amor de Jesús por nosotros, los hombres, y con justa razón decimos que nunca podremos agradecerle lo suficiente por lo que ha hecho por nuestra salvación. Sin embargo, si queremos comprender mejor el Corazón de nuestro Salvador, debemos asimilar profundamente estas palabras del Evangelio de San Juan: “El mundo debe conocer que amo al Padre y que obro tal y como me ordenó.” Esto es lo que le mueve y lo que quiere que entendamos: Su amor por el Padre Celestial.

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“YO SOY TU FUTURO”

“Yo soy tu futuro” (Palabra interior).

¡Cuánto nos gustaría a veces echar una mirada a nuestro futuro! No pocas personas se ven tentadas a intentarlo de diversas maneras y acaban en prácticas cuestionables.

En Dios, en cambio, no es difícil ver el futuro, porque Él mismo es nuestro futuro. Esto basta, porque lo dice todo.

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“EL PODEROSO HA HECHO OBRAS GRANDES POR MÍ”

 “El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su Nombre es santo” (Lc 1,49).

¡Cuánto se complace nuestro Padre Celestial en la Virgen María, que acogió plenamente su llamado y se convirtió así en Madre de su Hijo! ¿Podríamos imaginar una elección de Dios más digna que la Virgen de Nazaret, que estaba preparada para dar su consentimiento a la enorme gracia que el Señor le mostraba y a cooperar con su “fiat” en el plan de la salvación?

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“DIEZ KILOS DE ORO”

“Es verdad que soy justo, ¡pero el amor lo paga todo! Escuchad, hijos míos: hagamos una suposición para que estéis seguros de mi amor. Para mí, vuestros pecados son como el hierro y vuestros actos de amor como el oro. Si me entregarais mil kilos de hierro, sería menos para mí que si me donarais diez kilos de oro. Esto significa que, con un poco de amor, se pagan enormes iniquidades.” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

Puesto que el amor es la razón primordial de nuestra existencia y Dios mismo es el amor, “al atardecer de la vida seremos juzgados en el amor” (San Juan de la Cruz).

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GRATITUD ETERNA

“¿Cómo podremos jamás agradecerte, oh Amado Padre, por tu amor y tu infinita misericordia?” (Himno de alabanza a la Santísima Trinidad). 

Cuando tomamos conciencia del amor de nuestro Padre y admiramos sus obras, empieza a brotar en nosotros un “eterno gracias”, que desemboca en la incesante alabanza de su majestad.

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