LA ETERNA DESGRACIA

“Mi bondad y mi amor me hacen ver que aquellos seres que he sacado de la nada y que he adoptado como verdaderos hijos, están a punto de precipitarse en gran número a la eterna desgracia con los demonios” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Cuando amamos a nuestro Padre, compartimos también su preocupación y su dolor por las almas. A nadie le gusta hablar o pensar en el infierno. Sin embargo, si desterramos de nuestro anuncio esta realidad, como si el infierno no existiera o estuviera vacío –tal como dan a entender ciertas falsas doctrinas–, entonces no hemos entendido correctamente la seriedad de nuestra fe ni la justicia de Dios.

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LA PALABRA DEL PADRE

“He manifestado tu nombre a los del mundo que me diste (…), y han guardado tu palabra” (Jn 17,6).

Para nuestro Señor es importante que lo acojamos como el Enviado del Padre y guardemos su Palabra, pues es la Palabra de nuestro Padre Celestial.

Los que cumplen esto están a salvo, porque, como nos dice el Señor en el evangelio “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt 24,35). ¡Y así es!

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GRANDE ES EL AMOR

“Hijos predilectos de mi amor: ¡tengo grandes planes para vosotros!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre siempre proyecta grandes planes para nosotros, aunque su infinita paciencia también nos acompaña en los pasos más pequeños y aun en nuestros desvíos. Sí, Dios es tan fiel que incluso acompaña a aquellos que le han dado la espalda, buscando siempre guiarlos de regreso a casa.

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VERDAD Y AMOR

“Anuncia el amor en la verdad. Sólo entonces será realmente sanador para las personas” (Palabra interior).

Estas palabras nos trazan claramente el camino a seguir. De hecho, es ésta la manera de actuar y de ser de nuestro Padre mismo. La verdad sin amor puede adoptar el carácter de una espada implacable, capaz de herir profundamente a las personas. El amor sin verdad, en cambio, pierde sus contornos y puede degenerar, por ejemplo, en una falsa misericordia, que engaña a las personas.

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“RESTÁURANOS”

“Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79,8).

Es el Pueblo de Israel el que profiere esta plegaria, implorando al Señor que cambie su suerte. Atraviesa gran aflicción, porque una y otra vez se ha apartado de Dios y le ha sido infiel, y nuestro Padre le ha permitido sentir las consecuencias: “Nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos, nuestros enemigos se burlan de nosotros” (v. 7).

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“PEDID A MI HIJO”

“Pedid a mi Hijo que os haga reconocer cada vez más cuán misericordioso y bondadoso soy con vosotros” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

¿Qué podría agradar más a nuestro Señor que cumplir tal petición? En efecto, el gran deseo de su Corazón es que su amado Padre sea conocido. Por ello, Jesús se apresurará a atender esta plegaria.

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EL HILO DE ORO

“Un fino hilo de oro recorre nuestra vida. Si encontramos este hilo y lo seguimos, nuestra vida se vuelve menos tediosa y más fecunda. Este ‘hilo de oro’ es la guía del Espíritu Santo, que es sumamente fina y sutil. Cuando lo seguimos, todo lo que hacemos queda aún más marcado por lo sobrenatural y, en consecuencia, lo hacemos con más agilidad” (basado en una “palabra interior”).

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LA ELECCIÓN DE DIOS

“Tú eres mi amigo y confidente” (Palabra interior).

En el Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio, el Padre se nos ofrece como amigo y confidente, y nos da a entender que así llegaremos a la plenitud del amor: cuando hayamos aprendido a amarle tal como Él lo desea, “es decir, no sólo como vuestro Padre sino también como vuestro amigo y confidente.”

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ATRACCIÓN IRRESISTIBLE

“La mansedumbre, combinada con la claridad del Espíritu, es irresistible para aquellos que buscan la verdad” (Palabra interior).

Estas palabras reflejan cómo es Dios mismo, a la vez que nos invitan a asemejarnos a Él. Es el Espíritu Santo quien puede conducirnos a adoptar más y más la actitud de Dios. Es Él quien produce en nosotros los frutos del Espíritu y nos modela a imagen de Dios. Pensemos en el fruto de la mansedumbre y en el don de entendimiento y sabiduría, que resuenan particularmente en la frase de hoy.

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