LA LUCHA CONTRA LOS MALOS PENSAMIENTOS

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22,37).

Otro pasaje de la Escritura nos dice que “los pensamientos tortuosos apartan de Dios” (Sab 1,3).

Para amar al Padre Celestial con toda nuestra mente, correspondiendo así a su amor por nosotros, debemos estar atentos a nuestros pensamientos y no simplemente dejarnos llevar por ellos sin haberlos sometido a una examinación.

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LA LUCHA CONTRA LOS MALOS PENSAMIENTOS 

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma’ y con toda tu mente” (Mt 22,37).

Otro pasaje de la Escritura nos dice que “los pensamientos tortuosos apartan de Dios” (Sab 1,3).

Para amar al Padre Celestial con toda nuestra mente, correspondiendo así a su amor por nosotros, debemos estar atentos a nuestros pensamientos y no simplemente dejarnos llevar por ellos sin haberlos sometido a una examinación.

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“YO CONOZCO TU CORAZÓN”

“Yo conozco tu corazón y sé que me amas. A fin de cuentas, esto es lo decisivo, porque el amor todo lo perdona.” (Palabra interior)

Estas palabras del Padre nos recuerdan a aquella frase de oro atribuida a San Agustín: “Ama y haz lo que quieras.”

Conforme a esta máxima, el amor es el criterio definitivo para actuar y, de por sí, conduce a la acción correcta. En consecuencia, nuestra tarea es buscar el verdadero amor, reconocerlo, beber de él y vivir en él.

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LA DEBILIDAD: UN REMEDIO DIVINO 

No te aflijas cuando sientas tu debilidad. Al contrario, alégrate, pues Yo soy tu defensa y tu victoria” (Palabra interior).

Es muy importante que sepamos que nuestro Padre no nos mide de acuerdo a nuestras debilidades. Antes bien, debemos estar conscientes de que su bondad nos acompaña precisamente en aquellos campos en los que nos sentimos débiles. Por supuesto que, en nuestro seguimiento del Señor, debemos trabajar en nuestras debilidades y no podemos simplemente ceder a ellas. Pero, en su sabiduría, nuestro Padre nos deja ciertas debilidades, para que no nos enorgullezcamos y siempre tengamos presente que es Él quien nos da la victoria.

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EL TRIUNFO DEL AMOR

La mansedumbre, que es obra del Espíritu Santo en el alma, puede conquistar más corazones que la dureza” (Palabra interior).

Aquí se hace referencia a un maravilloso fruto del Espíritu Santo en nuestra alma. A través del Espíritu Santo, nuestro Padre edifica su Reino en nuestro corazón. Así lo expresa en el Mensaje a la Madre Eugenia:

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EL DON DEL ESPÍRITU SANTO

“El Espíritu Santo está siempre dispuesto a iluminaros y fortaleceros” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

El gran don del Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, hace que nuestra alma sea iluminada por la luz sobrenatural de Dios, de manera que aprendemos a verlo todo desde la perspectiva de nuestro Padre Celestial. Él es la luz de la luz, y en cuanto nos dirigimos al Espíritu Santo pidiéndole que nos ilumine, Él abrirá nuestros ojos interiores para que podamos ver y percibir mejor la gloria del Padre. 

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UNA IMAGEN DE DIOS PADRE

“Que el signo visible de mi presencia invisible sea una imagen, mostrando que realmente estoy presente. Así, todos los hombres desarrollarán sus actividades bajo la mirada de su Padre” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Este es uno de los deseos que nuestro Padre Celestial transmitió a la Madre Eugenia Ravasio. A raíz de ello, se hizo y se difundió una imagen de Dios Padre. Yo (el Hno. Elías), quien escribe esta meditación, le pedí a un iconógrafo búlgaro que escribiera un ícono conforme a las prescripciones de la imagen existente. Este ícono se encuentra en la cripta de adoración perpetua en nuestro monasterio en Alemania y, cuando recibimos pedidos, también enviamos copias de esta imagen (contact@jemael.org).

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“YO ME ALEGRARÉ CON EL SEÑOR”

“Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras: que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor” (Sal 103,31.34).

¡Qué maravilloso es cuando, en vez de mirarnos a nosotros mismos, aprendemos a centrar nuestro corazón en Dios; cuando ya no pasamos tan ocupados con nosotros mismos, sino que procuramos hacer aquello que agrada al Señor! En efecto, cuando empezamos a buscar agradarle, cuando le preguntamos a nuestro Padre Celestial cómo podemos causarle alegría hoy, nuestros ojos se levantan y podemos encontrar fácilmente la “pista de oro” que marcará nuestro día.

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DIOS SE ABAJA A NOSOTROS

“Me hago semejante a vosotros, para haceros semejantes a mí” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre Celestial quiere que lleguemos a conocerle. Él no puede introducirnos a contemplar eternamente su gloria, de faz en faz, sin antes habernos preparado. Primero tenemos que recorrer nuestro camino en la tierra como hombres redimidos. En la Persona de su Hijo, nuestro Padre desciende a nuestra naturaleza humana y se hace uno de nosotros, “en todo igual a nosotros menos en el pecado” (Concilio de Calcedonia, año 451 d.C.). Así, Dios se abaja y se nos comunica en el ámbito de nuestra experiencia humana.

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