EL CIELO DE DIOS EN NUESTRAS ALMAS

Nuestro Padre se complace en estar junto a nosotros, los hombres. Así nos lo asegura Él mismo:

“Concluid, oh hombres, que desde toda la eternidad he tenido un solo deseo: darme a conocer a los hombres y ser amado por ellos. ¡Deseo permanecer incesantemente junto a ellos!”

Desde la caída en el pecado, cuando el hombre perdió la relación familiar y confiada con Dios, Él no cesó de buscarlo: “Adán, ¿dónde estás?” (Gen 3,9). Estas palabras las pronuncia el Señor casi ininterrumpidamente, y se podría añadir: “¿Es que ya no me conoces?, ¿no sabes que te busco?”

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DIOS LLAMA A TODOS LOS HOMBRES

Dios introduce a los creyentes en una relación cada vez más profunda con Él, y purifica en ellos todo lo que les impide acoger plenamente su amor. Si viven en esta confianza que el Padre les pide, brillarán como “luz del mundo” (Mt 5,14).

“Y la luz brilla en las tinieblas…” (Jn 1,5) leer más

LA VERDADERA IMAGEN DE DIOS

¡Cuántas falsas imágenes de Dios nos impiden retornar confiadamente a nuestro Padre Celestial! Ya en el Paraíso el Diablo les dio a entender a nuestros primeros padres que Dios los estaba privando de algo bueno; a saber, el conocimiento del bien y del mal. 

Las fuerzas de la oscuridad siguieron sembrando estas mentiras sobre Dios, de modo que no pocas veces ha surgido en las personas una injusta e hiriente desconfianza hacia el Padre Celestial.

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CONQUISTAR ALMAS CON EL AMOR

Estamos llamados a llevar a los hombres el mensaje de que Dios los ama infinitamente, y a mostrarles los caminos que el Padre Celestial ha escogido para darles la certeza de este amor.

A Dios le agrada hacernos partícipes de esta noble tarea, convirtiéndonos así en colabores suyos.

¿A quién no le gustaría contar sobre un soberano que verdaderamente merece este nombre; un soberano que al mismo tiempo es para nosotros padre, hermano y amigo; un soberano a quien no hace falta idealizar y encumbrar; un rey que ama?

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QUE TODOS SEAN UNO

En realidad, uno pensaría que en todas aquellas partes del mundo que han sido bendecidas con el anuncio de la fe cristiana, así como las regiones marcadas por el judaísmo y aquellas otras donde se tiene conocimiento de las escrituras del Antiguo Testamento, se debería reconocer a Dios como amoroso Padre.

Ciertamente en parte sucede así… Pero ¿será que este conocimiento llega hasta lo más profundo? ¿Realmente el encuentro con Dios es la experiencia que regocija el corazón y que todo lo impregna; la experiencia que nos pone en marcha para hablarles de este Dios a todas las personas?

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CONOCER A DIOS

¿Por qué, amado Padre, quieres que te conozcamos, te honremos y te amemos, como se lo dijiste a la Madre Eugenia Ravasio? Tú posees la plenitud en ti mismo y nada te falta…

Pero Tú mismo nos das la respuesta:
“No es que desee ser conocido, honrado y amado porque estuviese necesitado de Mi criatura o de su adoración. ¡No! Es sólo porque deseo salvarla y hacerla partícipe de Mi gloria que Me rebajo a ella.”

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